Casi cada vez que inicia una sesión de transmisión en vivo, RekItRaven sufre un ataque repentino de insultos racistas por parte de extraños a los que intenta bloquear de inmediato.
Raven, una treintañera de color y «no binaria» (que no se identifica como hombre ni como mujer), es creadora de contenido en Twitch, la plataforma de transmisión de videojuegos en vivo más grande del mundo.
Pero también es objeto de «hate raids» (ataques de odio) que hacen la vida imposible a los creadores estigmatizados por su color de piel o su orientación sexual.
«Es muy difícil. Y es difícil no internalizarlo, porque me odian por cosas que no controlo», dijo esta madre de dos hijos, al borde de las lágrimas.
Ante las recurrentes oleadas de racismo y referencias al grupo supremacista blanco Ku Klux Klan, Raven lanzó en Twitter el lema #TwitchDoBetter (Twitch hazlo mejor).
Decenas de usuarios, principalmente no blancos y/o de la comunidad LGBTQ, se unieron a este banner para denunciar la inacción de la plataforma.
Porque para muchos de ellos, Twitch es más que un sitio de entretenimiento: es su lugar de trabajo. Como «afiliada», a Raven se le paga según la cantidad de suscriptores a su canal y sus donaciones.
Esta amante de los videojuegos de terror gótico adora su trabajo. Pero ahora, antes de una sesión, tiene una lista de parámetros técnicos para configurar y moderadores voluntarios para movilizar con el objetivo de reducir el riesgo de una invasión de su ventana de chat.
99% de riesgo
Lanzado en 2011 y adquirido por Amazon tres años después, Twitch recibe más de 30 millones de visitantes al día, la mayoría de ellos atraídos por el formato de videojuegos con comentarios en vivo y por las estrellas del sector.
Pero en la plataforma conviven todo tipo de personalidades y actividades.
Gabriel Erikkson Sahlin, un profesor sueco, interpreta a Los Sims y Dragon Age bajo el sobrenombre de «BabblingGoat» (cabra balbuceante).
Este transgénero de 24 años, hombre de nacimiento, responde a las preguntas de su audiencia sobre la identidad de género «mientras salta sobre las plataformas de los juegos y trata de no morir», resume entre risas.
Por lo tanto, ayuda a los jóvenes, pero también a los padres ansiosos cuyos hijos quieren «hacer la transición».
Pero dice sentirse a prueba por el resurgimiento del odio en los últimos meses: «esta mañana me dije, ¿de verdad me quiero conectar? Tengo un 99% de posibilidades de ser acosado».
Las incursiones van desde un puñado de personas que publican insultos transfóbicos hasta robots programados para bombardearlo con mensajes («Deberías hacer del mundo un lugar mejor tirándote de un puente») e incluso con imágenes ultraviolentas (como decapitaciones).
«Sabemos que tenemos que hacer más para abordar estos problemas», admitió Twitch a mediados de agosto, cuando el eslogan de Raven cobró importancia.
La plataforma dijo estar preparando nuevas medidas de seguridad y que había reparado una falla en sus filtros automáticos. Algo que no dio resultado, según los jugadores.
50% de los ingresos
Sin embargo, tienen ideas para identificar y excluir a los responsables: la autenticación de dos factores, las demoras impuestas a las nuevas cuentas antes de habilitarlas a participar en las conversaciones, mayores poderes para los moderadores…
Twitch no respondió a una lista de sugerencias de Raven, enviadas por la AFP.
De todas formas, a los trolls no les faltan métodos. Según las víctimas, utilizan la jerga de los codificadores, que consiste en escribir mal palabras prohibidas para pasar por las grietas de los algoritmos.
«Siempre encuentran la manera», señala Mark Griffiths, psicólogo de videojuegos de la Universidad de Nottingham Trent, Inglaterra.
La impresión de anonimato y la sensación de impunidad también facilitan estos comportamientos. «La policía se toma cada vez más en serio estos casos», pero «los editores de videojuegos todavía los consideran insignificantes», lamenta.
Chonki, una jugadora judía que se ha visto inundada de mensajes antisemitas e imágenes de esvásticas, también cuestiona la falta de apoyo de las estrellas de la plataforma.
Le gustaría que aquellos que tienen la condición de «socios», y por lo tanto gozan de una influencia considerable, dejen de «tolerar comentarios racistas y misóginos en su canal».
Pero incluso si esa situación no mejora, los jugadores no tienen muchas alternativas.
Para Chonki y Raven, irse sería como dejar su trabajo. De ahí su enojo por la falta de capacidad de respuesta de Twitch. «Se llevan el 50% de nuestros ingresos y ni siquiera pueden protegernos del acoso», sentencia Chonki.