Desde los ocho años, Ligia Morales ya sabía que su vida siempre estaría acompañada de melodías. Su mayor cómplice fue su abuela, Inés Morales, quien la ayudó a entrar al mundo de la música. Este año celebró 25 años de carrera artística, durante los cuales ha interpretado un sinfín de canciones de diferentes géneros musicales, y a cada una le ha puesto su toque personal. Su vida artística ha estado llena de altos y bajos, pero asegura que siempre sigue adelante, porque «un artista nunca deja de aprender».
Muchos conocemos a Ligia, la artista, pero ¿quién es Ligia como persona?
Soy nacida en la primera cabecera departamental, Tonacatepeque, la ciudad de la jícama, un 6 de diciembre de 1976. Dentro de poco cumplo 44 años. Me gusta siempre recalcar mi edad porque hay personas que piensan en la edad y en un montón de estereotipos. En mi caso, decir mi edad es un orgullo, porque he sido una mujer luchadora, con muchos sueños, sacrificios, con muchas dificultades en mi vida, pero a la larga satisfecha y bendecida por Dios.
¿Cómo es la vida de Ligia?
Soy muy hogareña, sigo en cuarentena. De lunes a miércoles no salgo de mi casa, paso alejada de todo. De miércoles [por la tarde] a sábado tengo una vida agitada en el restaurante.
¿Y de amiga?
Muy leal, muy dada, y eso me ha causado muchos problemas. Si a alguno de mis amigos le gusta algo, se lo regalo. Eso me ha creado un círculo muy pequeño de amistades y de farándula. ¿Por qué enfatizo en la farándula? Porque algún día, primero Dios, vamos a ser unidos como gremio y no va a existir esa envidia unos con otros. Dios le ha dado a cada uno su estilo y su voz, a unas [voces] bonitas y a otras [voces] feas, porque a mí nunca me gustó mi voz; es muy ronca.
Desde que empezó la entrevista ha tenido una taza a la par. ¿Cuál es su relación con el café?
Es mi bebida preferida. Soy amante del café. Es mi vicio. Me tomo uno al despertar, uno en la tarde, cuando llego al restaurante, en la noche. También soy amante del pan integral.
De los piropos que ha recibido, ¿cuál guarda en mente?
Una vez me dijeron que no importaba cómo me vistiera, pero que irradiaba mucha sensualidad, que era una mujer muy sexi. Incluso me pregunté si esa persona andaba bien. Entonces, le cuestioné por qué percibía eso de mí, y me dijo: «Hay mujeres que enseñan mucho y venden poco, y tú no enseñas nada pero eres una mujer muy sensual, desde tu voz hasta tu forma de actuar».
Dicen que Ligia es engreída…
Eso hablaba hace poco. Engreída es una cosa, sincera y natural es otra. Yo me considero sincera, extrovertida, natural, chachalaca. Eso lo puede decir la gente que me conoce. La gente que ha visitado el restaurante me ha visto barriendo, trapeando, limpiando los baños, recogiendo envases. La gente ya sabe. El medio del espectáculo te permite dos cosas: que la gente te juzgue o te aborde y te conozca. En mi caso, tener el restaurante ha hecho que la gente tenga acercamiento conmigo, porque la gente puede suponer algo de alguien solo porque te ha visto, pero mientras no ha tenido el gusto de conocerte no sabe.
También dicen que Ligia es muy solidaria y atenta. ¿Es así?
Tengo una formación de mi madre, de mis abuelos, de mi familia. Yo soy pueblerina. No he dejado de pensar que vengo de un pueblo, comenzando de cero más uno. Siempre lo he dicho: mi historia no es muy larga, pero sí muy sólida. Este año, después de la cuarentena, les dejaron de tarea a unos niños que grabaran una biografía mía. Para mí fue algo sorprendente, porque siempre dejan la historia de la Siguanaba, el Cipitío, de los personajes mitológicos. Entonces, me tocó hacerla pública para que los niños la tomaran. Ese tipo de cosas me llenan de satisfacción y orgullo, sin perder mi esencia o los pies en la tierra. Soy de las pocas artistas salvadoreñas muy accesibles. Hice 90 transmisiones en vivo en la cuarentena. No descansé ni un día. Videos pidiendo ayuda para la gente que lo necesitaba, y sigo colaborando con la Fundación Vida sin Sida, para los enfermos de VIH, desde hace 10 años, algo que hago aparte de la música y el restaurante.
¿Qué hay de los rumores?
A mí me han pasado cosas increíbles, pero, gracias a que he sido muy hermética, no me han andado en chambres.
¿Cuáles son los peores rumores sobre usted?
Me mataron dos veces. La primera vez fue hace unos cinco años. Andaba en un hotel cantando, en Sonsonate, y supe que fue una mala broma de un amigo que, a raíz de eso, ya no lo es. Sacó una foto mía de que me habían matado en Los Chorros y todo coincidió. A mi madre le dijeron que en la radio habían dado la noticia de que una rastra me había chocado. Creó un gran impacto en mi familia. La segunda fue este año, en la pandemia, por la cuarentena, foto con listón negro. Ese fue más fuerte porque estábamos en un período de pandemia.
¿Hacia dónde va Ligia Morales?
Me veo trabajando incansablemente, como siempre. Cantando como solista, viajando como empresaria, porque también tengo mi boutique con zapatos, perfumería y accesorios.
¿Cómo se llama la tienda?
Es la Tienda de Recuerdos de Ligia Morales. La tengo en el restaurante. También hice mi perfume, Ligia Sexy, muy rico, por cierto. Si Dios me da vida, pienso en tener una academia de música para cantantes. Hay mucho talento en El Salvador, voces que necesitan guía, y no es que yo pueda, pero la experiencia a uno le ha ayudado a hacer las cosas más fáciles. Tener mi academia de canto sería bueno para muchas generaciones. Dirán que Ligia ya está vieja para eso, pero la música no tiene fecha de caducidad. La música no tiene un límite; si tuviera, Celia Cruz o Rocío Dúrcal no hubieran sido grandes. Los límites los pone uno.
¿Existe alguna frase que la identifique?
Quizá una de las frases es que uno nunca deja de aprender. Porque esa pregunta me la hacen muchos: «¿Y usted dónde aprendió a cantar?», y yo les digo: «No, no he aprendido. Yo sigo aprendiendo todos los días».
En cuanto a la música, ¿siempre estuvo en su vida?
Este año celebré mis 25 años de carrera, quizá un poquito más, pero 25 de una carrera sólida, que estuve con Salsa Clave, aunque mis inicios fueron en Luna Casa y Arte. Estudié en el Centro Nacional de Arte (Cenar), y de allí me gradué a mis 17-18 años, y comencé otra etapa de mi vida, que es cantar música latinoamericana de proyección folclórica. Tuve la oportunidad de visitar países de Centroamérica y de representar a El Salvador en eventos culturales, y después de eso salté a las filas de la Luna Casa y Arte, donde canté en un grupo de salsa. Se llama Generación Latina.
¿Luego de este grupo estuvo con Salsa Clave?
En ese grupo canté un año. Estuve cantando música de Mecano, de Presuntos Implicados y, de repente, me sale la oportunidad de entrar a un grupo popular, lo cual me causó muchos temores por el vestuario. Siempre he sido un poco recatada. Tampoco critico a las que se visten sexi. Me gusta verlas, pero en mi caso no. Mi miedo era: «¿Cómo van a aceptar mi estatura?, ¿cómo van a aceptar mi vestuario?». Yo venía de vestirme con vestidos largos, con pantalones. Mi esposo, William Cenna, me dijo: «A mí me interesa la cantante, tu calidad de artista, no como te vistas en un escenario. Eso es lo de menos». Entonces, yo me puse como un reto en Salsa Clave tratar de ver cómo la gente conocía mi trabajo vocal, porque físico, no mucho.
¿Ahora le da más importancia al vestuario?
Sí, y eso me ha permitido la pauta para que yo pueda ir a una boda con vestido largo, ir a una entrevista de jeans o pueda ir a una presentación de manera casual. El artista culturiza a su pueblo.
Toda una carrera con Salsa Clave…
La primera canción que yo grabé es «Si voy a perderte», de Gloria Estefan, al ritmo de salsa, un arreglo muy bonito. De allí en adelante vino toda mi carrera. Una cosa nueva es andar en pueblos, en ciudades. Eso fue en el año 1997.
¿Cómo hace para cantar diferentes ritmos?
Eso es otra cosa. Trato de ponerle mi estilo, y eso me ha ayudado mucho. A todo lo que hago trato de ponerle mi estilo y no imitar a nadie. Yo ya tengo mi sello, y esa es identidad que todos debemos tener.
¿Algún género en el que se enfoque?
No. Yo no soy reina de nada, yo soy simplemente artista, y eso me permite a mí pararme en un escenario y decidir si quiero cantar una cumbia o una ranchera. Entonces, me considero amplia en ese aspecto de la música.
¿Cuál ha sido la canción más especial que ha grabado?
Quizá «El hombre perfecto» en cumbia. Quería hacer que no perdiera el toque romántico, aunque en realidad todas [son especiales]. «El sombrero azul», por ejemplo, ha tenido dos misiones. Me ha dado mucha satisfacción y me ha dado muchos problemas, porque como la canción fue escrita por Alí Primera en épocas de la guerra, la gente relaciona una cosa con otra, y no. Yo grabé la canción para reconstruir el país, no grabé la versión revolucionaría, y, aun así, cambiando el concepto de guerra a paz y a reconstrucción, se dice que esa canción no es mía, y es cierto. Desde que se grabó dijimos que la canción pertenece a Alí Primera, cantante venezolano que la dejó para El Salvador. Vengo yo, la grabo y se dio a conocer.
¿Cómo surge «El sombrero azul»?
A raíz de los terremotos de nuestro país. Estábamos en un festival latinoamericano donde había un montón de ministros y alguien de la política me dijo: «¿Por qué no grabas esta canción? Está bien bonita». Yo le dije: «No, porque no me quiero meter en política». No me gusta ni la política ni la religión ni el deporte. En el año 2001 vienen los terremotos y recibo la llamada de esta persona, quien me dice que es la oportunidad para dar un aliciente a la gente que está pasando un mal momento. La grabamos tres días después del terremoto y definitivamente después de esto fue un éxito increíble. Yo siempre he pensado que el artista solo graba, pero el público es el que se encarga de hacer un éxito las canciones.
¿Llegó a pensar que iba a ser reconocida por esa canción?
No, y de hecho el público tiene que saber que fue la décima canción del disco, la última canción que grabamos. La canción trascendió fronteras. ¿Cómo se hizo? Mi esposo hizo el arreglo en tres días. La grabamos esa misma noche. En tres días ya nos estaban hablando de Los Ángeles, California, y nos dijeron que la canción estaba sonando en la radio de allá por El Cucuy de la Mañana. Un locutor que se llama Manuel Martínez, de radio la Chévere, se la entregó al Cucuy, porque había venido a ayudar al país. Manuel es hondureño y le dijo: «Tenés que escuchar esta canción». El Cucuy anduvo escuchando horas y horas la canción por los famosos «walkman», se fue a Estados Unidos, la sonó [en la radio] desde las 6 de la mañana hasta las 12 de la noche y recaudó $1 millón para los damnificados del país. La canción, como espuma, empezó a crecer y a crecer. Para nosotros fue muy sorprendente. Nos comenzaron a llamar mexicanos, hondureños, guatemaltecos, para entrevistas. Hasta el día de hoy, desde el 2001, es una canción que nos ha dado mucha satisfacción.
El amor y la familia
Luego de pasar una ruptura amorosa, Ligia comenta que se cierra al amor. Pero, al mejor estilo de los cuentos encantados, asegura que, si encontraba a otra persona que la comprendiera en todos los aspectos de su vida, se convertiría en su complemento para toda la vida.
¿Dónde conoció a su esposo? Cuando estaba estudiando en el Cenar. Él llega y yo bien amable le pregunto si buscaba a alguien. Allí coincidimos en que él era músico y le pedí que me acompañara en la inauguración del teleférico San Jacinto. Fuimos a la inauguración y allí surgió ese gusanito [del amor]. Yo tuve mi primer novio, tuve una mala experiencia porque me quería hacer una Ligia diferente. Allí puse una pausa y dije que algún día iba a encontrar a la persona que me aceptara como soy. Si la encontraba, con esa persona me iba a quedar, porque no la voy a encontrar dos veces, y él fue el hombre perfecto. Yo tenía 20 y él tenía 34 años.
¿Alguno es celoso?
Ninguno, gracias a Dios.
¿Y enojado?
Los dos tenemos nuestro carácter, pero creo que, enojados tal vez no. Somos un complemento. Él da ideas, yo doy ideas, discutimos y nos quedamos con la mejor. Hay un gran respeto entre ambos. Él es mi jefe, yo soy su cantante. Cuando yo lo contrato a él, es mi empleado y yo soy su jefa. Es una cosa muy bonita que hemos tratado de llevar por 24 años.
¿El hecho de convertirse en madre fue algo planeado?
Fui madre a mis 26 años, cuando ya tenía mis cositas. Trabajo desde los 16. Programé y decidí tener un hijo, primero de la persona que llenara todas mis expectativas y que no fuera de mi edad… Y decidí que fuera uno para que mi hijo tuviera una calidad de vida, aunque no se la he podido dar al máximo por mi carrera.
¿Y su hijo está alejado de la música?
No, toca batería, guitarra, le gusta Iron Maiden. Es un gusto diferente al de sus padres, pero en casa respeta los gustos de su mamá. Yo soy amante de la música de Camilo Sesto, de José José, Rocío Dúrcal…
Ligia y la Tenchis, un dúo exitoso en redes sociales
Después de años de amistad, se unieron para crear «la lengua sin pelos».
Ligia tiene 25 años de conocer a la Tenchis Céliber, y en diversos momentos hizo que coincidieran en un programa de diversión, música y consejos. A Julio Yúdice, el creador de la Tenchis, lo describe como un ser humano excepcional. «Tenemos una amistad bien sincera. Él me decía que me metiera a ser actriz, porque actuar me sale natural. En una plática, en tiempos de cuarentena, le dije que no cobraba ni cinco por entrevistas, pero que las personas que me pedían ayudan sí cobraban, y como no hay nada oculto, me di cuenta de que colegas míos, amigos míos, habían cobrado dinero por mí».
Según la cantante, en la mente de Yúdice surgió la idea de un programa juntos y sin pensarlo tanto él propuso que se llamara «La lengua sin pelos». «Yo le dije: “¿No querás decir ‘Sin pelos en la lengua’?”. No, me dijo, porque esas palabras las vamos a inventar nosotros».
Fue así como en el confinamiento ambos artistas comenzaron la producción de sus programas para ser transmitidos en el canal de YouTube de la Tenchis. «El primer programa lo grabamos en mi casa; el segundo, en Apastepeque; el tercero, en Los Planes; el cuarto, en la playa… y ha sido un éxito increíble.
Tenemos patrocinadores y la gente quiere que vayamos a su restaurante a hacerlo. La mancuerna ha sido muy buena. Ha funcionado muy bien, porque es una revista de música, comedia… Entre chistes y bromas damos consejos muy buenos»