Desde 2008 hasta la fecha, René Figueroa ha retratado 532 obras de teatro en El Salvador. En números, esto se traduce en 159,600 veces en que abrió y cerró el obturador de sus cámaras. De ese total, filtra y deja en promedio 20 fotos publicables por obra, lo que quiere decir que ha compartido 10,640 cuadros.
Y si de trabajo y dedicación solo en el proceso de edición y selección se habla, René ha pasado 2,128 horas depurando, a una razón de cuatro horas por evento en 13 años. Atrás de los sorprendentes números, hay algo más valioso: un compromiso y un proyecto de vida con las artes escénicas de El Salvador.
De manera muy personal, René siempre ha tenido gusto por el teatro, algo que, como el amor a la fotografía, la música y la poesía, le fue heredado por su padre, Ricardo Figueroa, un linotipista de carrera.
Pero su compromiso por las artes escénica y su respeto por el teatro, como recinto, fue justo como una obra: desarrollándose en sus primeros 38 años de vida hasta que un golpe de timón lo llevó a tomar una cámara y a no soltarla jamás.
En lugar de crisis, una cámara
Para el globo entero, 2008 fue un año complicado a nivel económico. René contaba con un trabajo próspero y hasta ese momento seguro. La profesión que ejerció de manera remunerada por años fue la ingeniería civil.
Ese año, todos o la gran mayoría de trabajos dejaron de ser seguros. El de René lo fue y él terminó cesado. Pero aquello era solo un evento necesario en esta obra, la del nuevo fotógrafo de las artes escénicas en el país.
«Cuando me despidieron decidí enviar mi poemario “La Grieta” a los Juegos Florales de Santa Ana. Gané y con esa plata me compré mi primer equipo semiprofesional, era una Canon 40D y tres lentes: un 50 milímetros, un 55-250 y un angular 120», recuerda.
Que la primera opción para obtener ingresos a partir de ese momento fuera la fotografía no fue ocasional, él estuvo ligado a una cámara toda la vida, su papá siempre tuvo una cámara en casa. «Teníamos una cámara de esas que se le ponía un cubito que era el flash y era desechable», dice.
Su primera fotografía, que aún conserva, la tomó en la playa mientras su papá le indicaba cómo encuadrar; él tomó la foto en la que salen a la mitad ambos padres.
Luego desarrolló fascinación por el aparato, en especial por el obturador, que acciona la especie de persiana para deja entrar luz y esta rebota en el espejo.
René sintió natural como tener adherida a él una cámara en las celebraciones de casa, con los amigos y con todos sus allegados. Pero fue hasta 2008, en plena crisis, cuando se lanzó de lleno a su verdadero proyecto de vida.
Ese año comenzó a ofrecer sus servicios que, hasta la fecha, se dividen en dos: fotografía profesional, que incluye eventos, y la autoral o artística, en la que se enmarcan las artes escénicas y portadas de libros.
Si bien su formación fue como ingeniero civil, René ha sido un autodidacta disciplinado, y su conocimiento en la fotografía cuando dio este giro no era de un amateur, pues ya contaba con técnica.
Un camarada del teatro
El primer acercamiento al teatro y las artes escénicas era como público que tomaba fotos. Asistía a la función y hacia imágenes. Pero rápidamente decidió armar un proyecto que culminaría con su primera exposición individual. Así cubrió durante todo un año 50 obras, pero esta vez ya no solo como espectador sino adentrándose a la intimidad de los grupos tras bambalinas.
«Yo me acercaba, les contaba mi proyecto que era de sensibilizar al espectador respecto al teatro. Creo que los que decidieron darme ese espacio no se arrepintieron», cuenta.
El resultado fue una muestra que se presentó en el Teatro Nacional, el Teatro de Santa Ana y el Teatro Luis Poma. Este gran paso no solo fue su gran carta de presentación para el mundo artístico, sino la base para una enorme y e íntima amistad, camaradería y un nuevo código de confianza con el ecosistema teatral en el país.
A partir de aquello, tomó como consigna personal y como un proyecto con inicio, pero sin final, la de apoyar y documentar esta rama del arte en el país.
Con el paso del tiempo, su lugar en la cobertura artística se ha ampliado y es buscado también para dar cobertura a la danza, ballet, danza contemporánea o clásica y más, pero siempre su corazón se decanta por el teatro.
En estos 13 años como fotógrafo siempre ha sido independiente, pero también ha logrado contratos para cubrir temporadas completas en teatros o ser el referente a la hora de esperar un retrato que no cuente lo obvio, sino que asombre porque fue algo que, en medio de todos los espectadores, solo él pudo capturar con el lente de su cámara.
Con el tiempo, su sello es reconocido en cada foto. Sin que cuente con su firma, hay muchos que reconocen una «René original», sobre todo cuando se trata de su lado artístico y conceptual que son una especie de piezas únicas.
Pero este íntimo del teatro y con imágenes fuertes que destacan por verse como un lienzo que aprovecha al máximo el drama de las luces del escenario, es introvertido, tímido, y como los colmos, enemigo de los autorretratos.
«Siento que es una tortura cuando me toman fotos», nos cuenta mientras hoy le hacemos varias para este reportaje.
Sin embargo, esa misma introversión ha sido una herramienta mágica para mimetizarse entre bambalinas, en las puestas en escena entre las butacas: «hay quienes me dicen que si no llegué a la obra, que no me vieron, pero es que yo trato de interferir lo menos posible».
Ante las afirmaciones de que es el fotográfo de las artes escénicas del país, que nadie más lo hace con vehemencia y constancia que él, responde: «Me causa un poco de pena, por mi naturaleza y mi personalidad, pero me genera un compromiso y me hace ver mi trabajo hacia atrás y sí, soy un fotógrafo de las artes escénicas, pero no me digo: “soy el fotógrafo de las artes escénicas”, hay muchos más».
Una carrera con grandes méritos para su vida
Reconocimiento “por su invaluable aporte al teatro salvadoreño”, entregado por el Comité Nacional Universitario de Teatro de El Salvador (CONUT), 2018.
Reconocimiento por “sus dones artísticos, su mirada talentosa y su extraordinario aporte a la documentación fotográfica del teatro en El Salvador”, entregado por la Fundación Poma y el Teatro Luis Poma, 2017.
Reconocimiento por “invaluable labor fotográfica”, entregado, en el marco de los 100 años del Teatro Nacional de San Salvador, en 2017.