Hablar de la luz es hablar del principio creador del universo, la causa primera de todo lo manifestado, llamado en diversas culturas como el Ser Supremo, el Creador, el Aliento Divino, o simplemente Dios. Esa imagen desde la óptica del simbolismo universal ha tenido diversos nombres a través de las diferentes religiones de la humanidad, con deidades como, Brahma, Itzamná, Ra, Eros, Ahura Mazda o Yahveh.
Por otro lado, producto de la polaridad del cosmos, se ha tenido a las tinieblas como contraposición de la luz, y en textos antiguos, como los del zoroastrismo, mencionan a Ahriman, que significa: «espíritu atormentador», siendo esta referencia quizás la que más influencia tuvo en el judaísmo primitivo, y que derivó en las posteriores imágenes de un ser de oscuridad.
Cabe mencionar que en la antigüedad existían diversas representaciones de dioses del inframundo y de la noche, como Pazuzu en Babilonia, dios de las tormentas, de la peste y el viento del suroeste; en Egipto Seth, señor del caos, de la sequía y del desierto, y quien asesinó a su hermano Osiris; Ammut, bestia devoradora de almas, mezcla de cocodrilo, león e hipopótamo; Hades, señor del inframundo, y quien rapta a Perséfone según los mitos griegos. Es ese mundo subterráneo hacia el que van las almas, el que dará forma a la estampa de un infierno en la imaginería cristiana de la Edad Media, específicamente a través de la pintura mural del románico y los diversos manuscritos de este período, en el cual no faltarán la imagen del demonio y sus huestes.
Evangelistas como San Juan, a través de su Libro de las Revelaciones, hacen alusión a una bestia y que a la luz de la interpretación cristiana corresponde al mismo diablo que es descrito con lujo de detalles en Apocalipsis 13:1-5: «Y del mar surge una bestia con diez cuernos y siete cabezas, semejante a una pantera con patas de oso y boca de león, y con la tierra entera, que ahora la admira, mientras vomita terribles blasfemias contra Dios».
No siempre la representación del maligno tuvo una apariencia monstruosa, ya que hasta el siglo XI su imagen era más bien la de un ángel. Según Umberto Eco en su obra, «La historia de la fealdad», el cristianismo heredero de la tradición grecolatina, no escapaba a la imaginería zoomorfa que dio vida a cuanta figura adornó los bestiarios medievales. Las imágenes de los demonios han ido transformándose a través del tiempo, incluso en obras como el Jardín de las Delicias, de Jheronimus Bosch, o Las tentaciones de San Antonio, de este mismo autor, quien muestra entidades que tienen un carácter burlesco y teatral, pero que a la vez atormentan».
Son estos tormentos los que están reflejados también en la «Divina Comedia» de Dante Alighieri, escrita entre el 1304 hacia 1321, e inspirada en otra obra más antigua, el «Libro de la escala de Mahoma», del siglo VIII, donde se narra un viaje del profeta a los reinos de ultratumba. En la «Divina Comedia», Dante retrató los círculos del infierno para cada uno de los pecados capitales, en los que no falta cuanto demonio que castiga a las almas pecadoras, y que incluye todo tipo de bestias: minotauros, centauros, furias, erinias, entre otros. Todas estas criaturas, con una función moralizadora.
Es de esta tradición pagana que toma forma la imagen del diablo que actualmente conocemos, de rojo, en alusión al fuego del infierno y con cuernos, tomado de deidades como Pan y su naturaleza libidinosa; así como de Baphomet, entidad importada del Medio Oriente y que su cornamenta de cabra también fue asociada a Cernunnos, o macho cornudo de la civilización Celta, divinidad de la fertilidad, la naturaleza y la regeneración.
Es importante también ver la etimología, porque demonio proviene de daimon o espíritu, así como diablo de diábolo, calumniador, ambas palabras de origen griego. Nuevamente vemos la influencia del mundo pagano en la construcción semántica de esta entidad. Mientras que Satán o Satanás deriva del hebreo adversario o del árabe Shaitán, distante o mal camino.
Después de este recorrido, podemos decir que el diablo se vincula con todo aquel que se aparta de los cánones morales establecidos, así como las almas revolucionarias que perturban el orden social y que, en algún momento de la historia, Martín Lutero asoció a los vicios y abusos del papa en la Iglesia católica o que la misma institución romana también atribuyó a los desvíos de los protestantes. Se relacionó también a cuanto científico desafió las doctrinas de la fe o cuanto malhechor trasgredió los derechos del otro.
Hoy en día la imagen demoníaca es fuente de inspiración para diversos escritores como Salarrué, quien incluso menciona que tuvo una entrevista con el mismísimo diablo en su cuento «Eso», de 1940: «No hay sobre su ebúrnea frente los cuernecillos del sátiro festoneados de cerdas pestilentes sino los mismos cuernos de la luna nueva diadema radiosa de serenísima diana cinegética».
Para concluir, podemos decir que parte de nuestra naturaleza incluye una sombra que también nos define, y a la que Nietzsche menciona: «Ten cuidado cuando expulses tus demonios, no vayas a desechar lo mejor de ti». De allí que somos luz y también oscuridad, pero ambas esencias necesarias para poder evolucionar. Todo depende de nosotros mismos.