Se ha dicho que en El Salvador la democracia está en peligro y que estamos ante una eminente dictadura emergente de tipo milenial. Esa discursiva, que es compartida por diversos sectores, que se han enquistado en un bloque llamado «los mismos de siempre», parece que, en su agonizante despedida de la función pública y del ejercicio del poder olvidan —no de forma antojadiza— una importante cuestión: ¿a cuál democracia se refieren cuando dicen que se encuentra en una situación crítica?
Para comenzar, la democracia que está en peligro para partidos como ARENA, FMLN, PCN y PDC es aquella con la que se han enriquecido ilícitamente y han vulnerado los derechos de miles y miles de salvadoreños. Misma democracia que ha servido para repartirse instituciones que han sido inoperantes para ejercer el famoso «sistema pesos y contrapesos». Elías Antonio Saca, expresidente de la república y al mismo tiempo presidente de ARENA, recibió de manos del expresidente de la Corte de Cuentas —Dr. Hernán Contreras, del PCN— el finiquito exprés de su gestión, algo que después se demostraría que fue falso y solo era una vitrina para encubrir sus actos corruptos. Hoy en día, el sector 9 de mariona es su paraíso. El expresidente Mauricio Funes, del FMLN, utilizó al Estado como fuente de ingresos ilícitos para, por medio de sus amigos, enriquecerse y engrandecer su ego, y ahora no se cansa desde su privilegiada residencia en Managua (gestionada por la dirección del FMLN) de tirar todo el veneno posible al gobierno para tratar de incidir en la opinión pública, que masivamente le dice: «Regresá y enfrentá a la justicia salvadoreña, ladrón». Esa es la democracia que no quieren perder los partidos políticos tradicionales.
Por lo tanto, la democracia no es la que los mismos de siempre mencionan, sino que es la que construye el poder desde el pueblo y para el pueblo. Por eso la misión de Nuevas Ideas es ser una plataforma para el pueblo; por eso su democracia interna no admite bloqueos y garantiza que la participación de todo aspirante sea posible, para que también sea esgrimido para la militancia, que es la primera en exigir el cumplimiento del horizonte de la gran transformación, basada en la genuina democracia con la participación ciudadana y la construcción de una sociedad en la que los que han sido olvidados históricamente sean escuchados y atendidos oportunamente. A esta democracia no quieren llegar los mismos de siempre, en la que el pueblo es el principal actor y no ellos, con sus visiones aún enquistadas en el siglo XIX.