Con solo 15 años ya despuntaba en el mundo de la pintura. Su obra más emblemática es «Dueña de mi futuro», la cual expresa el machismo y la desigualdad que existe en contra de las mujeres. Hijo de Joaquina Ramos y de Bernabé Crespín, Augusto Crespín nació en Mejicanos en 1956.
Estudió dibujo y pintura durante cinco años junto con Valero Lecha (1969-1973). Estudió grabado con los maestros japoneses Hodaka Yosida y Futaba Ando, en la Universidad de Costa Rica, en 1981. Recibió el taller «La curaduría como medio», impartido por Daniela Wolf y Lourdes Morales, en el Museo de Arte en 2009, y entre 2000-2004 fue profesor de dibujo y pintura en Galería Estudio. Ha sido jurado en diversos certámenes de pintura, incluyendo el Palmarés, en El Salvador.
¿Cómo es que Augusto Crespín se interesa por la pintura siendo tan joven?
Hay un antecedente importante. Yo tengo un hermano mayor que es pintor: Bernardo Crespín. Él estudió con el maestro Valero Lecha de 1965 a 1969, yo estudié con el maestro desde 1969 hasta el 1973. Hay como una influencia e idea de seguir los pasos de mi hermano, por esa razón yo me involucro a estudiar. Claro, cada uno tiene características y personalidades diferentes, eso se dio con el proceso del tiempo y los estilos de pintura de cada uno de ellos. Los dos hermanos Crespín son pintores, pero con temáticas y conceptos diferentes del arte, a pesar de que somos alumnos del mismo maestro, Valero Lecha.
Entiendo que luego de estudiar con Valero Lecha usted sale del país.
Siento la necesidad, ya que en El Salvador había menores espacios para exponer y limitaciones de entendimiento sobre el arte. Algunas de mis pinturas, a pesar de que eran pinturas de juventud, fueron cuestionadas por las temáticas que yo trabajaba, eran obras de cuento, había temas de erotismo, por lo que tuve que buscar espacios fuera de El Salvador.
¿En qué países vivió?
Me fui a vivir a Guatemala primero, después a México. Regresé, me volví a ir a Sudamérica. Viví un tiempo en Panamá, Colombia, Ecuador. Eso fue en los años setenta. El viajar me permitió tener una visión más amplia de qué es el arte. En esos tiempos no había internet y el acceso era por medio de libros y bibliotecas. El permitirme ver a otros artistas en otros países me abrió una visión que el arte no solo era paisaje, el cual se hacía mucho en esos tiempos. Y aunque viví muchos años en otros países siempre volvía a El Salvador, nunca perdí el contacto. También viví en Alemania, Dinamarca, Francia, España y Canadá. Así pasaron 20 años de mi vida. Hoy, para entender mi pintura es necesario tomar en cuenta las vivencias de diferentes países y las influencias también, porque mi trabajo pictórico tiene influencia de muchos artistas.
¿Cómo es que logra viajar a tantos países?
Desde muy joven yo vendí mis cuadros. En la academia de Valero Lecha cada año se hacía una exposición, se seleccionaban tres cuadros de cada estudiante y se exponían. Muchos coleccionistas, empresarios y gente con dinero llegaban a la academia a ver los cuadros, Valero Lecha lo permitía porque era una forma de apoyar a los estudiantes. Después de que yo termino de estudiar, en 1973, lo primero que hago es una exposición individual de todos mis trabajos. De esa exposición, de 30 cuadros, yo vendí 20. Eso es un éxito económico. Me sirvió para ahorrar y pagar mis viajes, y así sucesivamente he ido pintando y vendiendo mis obras.
¿Qué técnicas aprendió en sus viajes?
Yo estudié el óleo, el dibujo, la acuarela; también estudié con maestros japoneses, en Costa Rica, y aquí, en El Salvador, en el Centro Nacional de Artes (CENAR), y eso ayudó a que mi pintura tenga el estilo actual porque tiene influencia asiática en cuanto a composición, el juego del espacio y la simbología de los cuadros. Domino técnicas como el grafito, la tinta china, el acrílico y todas las variantes de procedimientos que existen para el grabado, como la litografía, serigrafía, el agua tinta y agua fuerte.
¿Cuáles son las influencias que se pueden observar en sus cuadros?
Mi trabajo tiene influencia del cine y de la literatura, son las dos disciplinas que considero que están muy paralelas a la pintura. El cine porque es una disciplina visual, en cambio la literatura permite al artista interpretar las imágenes escritas por un determinado escritor y convertirlas en cuadros. ¿Y alguna corriente artística? Sí, el impresionismo francés. La formación académica que tuve como pintor era con base en una pintura muy figurativa, y el camino para llegar al impresionismo es pasar por la figuración. No puedo ser un pintor abstracto y tratar de ser figurativo, porque el traslado de esas corrientes es muy difícil.
Las técnicas aprendidas y plasmadas en sus cuadros lo hicieron acreedor de varios reconocimientos…
Sí, he expuesto en muchos lugares y me han dado reconocimientos, pero yo tengo un punto de vista personal. Para mí, los premios pueden deteriorar la forma de ver y el comportamiento de los humanos. Los premios a veces nos hacen creer que un artista es mejor que otro porque le dieron un premio, y no es así. Los premios generalmente son productos de una circunstancia, el jurado, la corriente […]. Eso de los premios es bastante discutible.
¿Ha compartido las técnicas aprendidas con otras personas?
En las diversas corrientes pictóricas que he trabajado también he tenido clases de pintura. Tuve una academia entre 2000 y 2010. Fue una época de docencia, surgieron varios jóvenes que ahora son pintores destacados. Ser profesor es una faceta completamente distinta a crear obras.
SUS INICIOS COMO ARTISTA Y LA INFLUENCIA FAMILIAR
Crespín viene de un padre dedicado al arte musical, quien recibió muchos reconocimientos en su trayectoria. Pero fue la figura de su madre quien se convirtió en pieza fundamental para el crecimiento psicológico y profesional del maestro Crespín y de sus hermanos.
Su padre fue músico, pero ¿su mamá a qué se dedicó?
Mi mamá era una mujer muy sencilla, pero con una gran sensibilidad hacia lo humano, sobre todo para apoyar a los hijos, que estudiaran y desarrollaran lo que ellos quisieran, porque eso es una cosa de lo que a través del tiempo uno se da cuenta: que parte de la felicidad estriba en lo que uno quiere hacer y estudiar lo que uno disfruta más, por eso hay cientos de profesiones, pero no todos somos felices haciendo lo que queremos. En mi caso, ella me apoyó a pesar de ser una mujer sencilla, pero tenía ese concepto, estimular a los hijos para que desarrollaran el potencial.
Entiendo que, de sus cuatro hermanos, uno es artista, dos son diseñadores gráficos y una es comerciante. ¿Ella es la que se desliga completamente del arte?
Sí, totalmente, aunque cuando hay oportunidades conversamos sobre pintura. Sí le interesa, pero no tiene la habilidad, porque esto de las disciplinas del arte tiene que haber habilidad y potencial para hacerlo.
Sabemos que su influencia en la pintura fue por su hermano, pero ¿por qué se decide por las artes plásticas? Porque generalmente cuando el padre es músico, los hijos optan por esta misma rama.
Yo inicialmente quise ser director de cine. Ese era como mi ideal cuando era adolescente, pero las escuelas de cine siempre fueron muy escasas y muy difíciles en El Salvador. Lo más aproximado al lenguaje visual es la pintura, que se trabaja con imágenes que comunican al igual que el cine, con la diferencia que uno tiene más movimiento que el otro.
Y también había una admiración hacia mi hermano cuando terminaba sus cuadros. Yo estudiando logré esa habilidad y con el tiempo me desligué de esa influencia. También depende de la forma de ver el mundo, porque eso es lo que nos diferencia, cómo concebimos e interpretamos la misma realidad en diferentes formas.
Cada artista la interpreta a su manera dependiendo de lo que tenga en su cabeza, su mundo y sus sentimientos. Hay dos elementos importantes en el arte: el cerebro y el corazón. Son los dos órganos que contribuyen a hacer un buen arte.
¿Con qué tipo de pintura inició? ¿Cuál era su temática?
Cuando era estudiante empecé a hacer temáticas sobre los personajes populares que eran parte de la formación académica de Valero Lecha, dibujar personajes en los parques, en las calles, en las plazas. Era como un tipo de trabajo de investigación experimental: para dominar la forma hay que hacerla en vivo. Era como una línea bastante vieja de las escuelas de arte, tener modelos vivos. Hice escenas populares y escenas de mercado.
Conforme fue pasando el tiempo me empecé a identificar por las problemáticas sociales de mi país, El Salvador. De ahí he tocado temas sobre el desorden urbanístico en San Salvador, y eso tiene que ver con la topografía que tiene el país. He tocado también el tema político, social y existencial. Con esas temáticas he trascurrido muchos años. Actualmente mi pintura se identifica con el período del medioambiente, un tema muy importante.
¿Qué hay de la obra emblemática que usted hizo a los 15 años?
Esa obra pertenece a la Colección Nacional de Artes Visuales y fue hecha en 1975. Para la época de juventud era una obra muy atrevida para ese tiempo. Esa obra ha sido poco expuesta en las presentaciones; se llama «Dueña de mi futuro».
¿Qué tiene esa obra en especial? ¿Por qué fue tan emblemática?
Es una obra bastante fuerte; se podría pensar, dentro de los conceptos eróticos, que es una obra vista por atrás de una mujer, que está apoyada sobre el volcán de San Salvador y es una pintura muy sugerente a pensar en qué momento deja de ser erótica y se vuelve más allá del erotismo. Es allí donde estriba la parte controversial de la obra.
¿En qué se inspiró para hacerla?
En esos momentos era descubrir esa parte vital en el desarrollo del ser humano, que no es más que la forma y la belleza llevadas a una dimensión muy amplia de la mujer.
«Mi trabajo tiene influencia del cine y de la literatura, son las dos disciplinas que considero que están muy paralelas a la pintura».
Augusto Crespín, artista plástico
¿Cómo llega a la escuela de Valero Lecha?
Todas las escuelas tienen un examen de admisión para poder entrar, igual la academia de Valero tenía un proceso de admisión para poder entrar. Yo pasé ese examen de admisión y fui aceptado, posteriormente gestioné una beca, porque vengo de un estrato humilde y no podía costearme los estudios. Valero Lecha fue como un segundo padre para mí. Gestionó una beca en el Centro Español para que pudieran darme un fondo mensualmente, pagar la mensualidad y comprarme los materiales, y así seguir con mi aprendizaje.
Es decir que antes de entrar a la academia usted ya hacía sus trazos.
Sí, yo tenía 13 años cuando empecé a estudiar arte. Yo ya hacía mis dibujos de una forma libre.
¿Desde qué edad comenzó con sus dibujos?
Quizá como a los 10 años, y ya a los 13 había hecho muchos dibujos. Uno de ellos fue el que le mostré a Valero y después hice el que él me puso para hacer el examen de admisión.
¿Cuál fue su primer cuadro?
Fue un cuadro de un paisaje que terminé destruyendo porque lo consideraba muy malo. Consideraba que no merecía ser guardado. Ahora me arrepiento porque la obra, los trabajos que anteceden para lograr buenos cuadros son igual de importantes. Se puede decir que es la raíz donde hace clic el follaje y el fruto de algo. Hasta después me di cuenta de la importancia que tienen los procesos experimentales de un artista.