Libertad, palabra que les encanta usar de las maneras más convenientes a los periodistas que ya no tienen los temas que les gustaban para redactar, cuando sus grandes escritos tenían que ver con sus acercamientos con terroristas y describir la barbarie que estos cometían, cuando escribir sobre lo que la gente sufría los inspiraba para derrochar talento. ¿O era otra cosa? Pues cuando la situación cambió ya no pareció importarles o inspirarles escribir sobre cómo la gente ahora vivía mejor. Cambiaron la semántica para proteger la figura de la criminalidad como víctimas de un «régimen autoritarista», tan dictatorial que hasta tienen la libertad de escribir lo que quieran y de manifestar que la «democracia» había sido socavada, cuando la misma libertad democrática le permitió a la inmensa mayoría de los salvadoreños elegir seguir en el camino de las reformas estructurales del país.
¡Sí!, esos mismos periodistas recibieron un golpe mortal el pasado 1.º de junio, con la toma de posesión de nuestro presidente, porque durante mucho tiempo se ampararon en la crítica de gobiernos extranjeros a nuestras propias decisiones para buscar un respaldo de evidencia argumentativa, mismos gobiernos que ahora reconocieron la legitimidad de la decisión del pueblo salvadoreño y, por ende, no apoyarán las ideas de ilegitimidad de Gobierno por parte de periódicos que tienen poca o ínfima credibilidad popular.
Viven un momento en donde la agenda los hizo escribir como máquinas buscando un Pulitzer, ahora deben recurrir a encontrar la credibilidad que dicen ellos que gozan tener en la comunidad periodística internacional. Qué bien ha de ser que solo algunas personas extranjeras crean en tu trabajo y un puñado de inconformes que perdieron el poder o poco control que tuvieron sobre la opinión pública, como en las crónicas de una muerte anunciada.
El final inevitable que se deslumbra en el horizonte para ellos es como un dolor fantasma, no se dan cuenta de que la extinción de sus intenciones está a la vuelta de la esquina y sus ideas languidecen en el despertar de un pueblo que ya no cree en las mentiras que por mucho tiempo usaron en beneficio de sus amos, como buenos sabuesos.
Me alegra ver y conocer el trabajo de grandes periodistas que sin sesgos escriben de lo bueno y lo malo, porque la crítica constructiva ayuda a corregir y a sanar, mientras que las mentiras con alevosía solo promueven la división y al mismo tiempo la autodestrucción de quienes escriben lo que les dicen y no lo que sienten. Ha de ser muy triste haber desarrollado tu talento y no poder desenvolverlo porque debes obedecer, aun cuando el precio sea que tu nombre será olvidado con el tiempo, y el rechazo público, carreras sepultadas por el peso de la historia.
La libertad que les gusta mencionar existe de manera ecuánime, omnipresente, para que sigan escribiendo lo que quieran, para que sigan criticando cuanto les plazca. Podrán seguir cayendo ellos en el absurdo de querer desacreditar lo que no pueden evitar que se aprecie a simple vista, podrán seguir intentando, porque es su derecho y se les respetará, pero deberán tolerarnos igual porque las palabras que prevalecerán serán aquellas que reflejen la realidad de las grandes mayorías, las que de manera intangible demuestren la verdad con hechos y no suposiciones.
Quedarán aquellas palabras de los salvadoreños que deseamos lo mejor para los demás; las palabras que podamos encontrar en cualquier lado que vayamos, en la sonrisa de la gente, en la libertad de escribir lo que queramos, y ahora en donde queramos. Quedará en la paz que tanto nos ha costado y en el progreso que estamos construyendo juntos como nación, cada uno desde su trinchera, el camino hacia arriba y más allá. «Supra et ultra».