Carlos III, uno de los miembros más impopulares de la realeza británica hasta que subió al trono, es coronado a sus 74 años junto a la mujer que amó toda su vida y a la que acabó haciendo aceptar como reina.
Nacido el 14 de noviembre de 1948 en el Palacio de Buckingham, Carlos Felipe Arturo Jorge Windsor fue el primero de los cuatro hijos de Isabel II y el príncipe Felipe.
Era un niño tímido y sensible cuando en 1958 fue nombrado príncipe de Gales. Luego fue enviado a estudiar a un austero internado en Escocia al que había asistido su padre y que, en lugar de forjarle un carácter rudo, como este esperaba, fue para él un «infierno absoluto».
En 1970 se convirtió en el primer heredero de la corona británica con un diploma, de la universidad de Cambridge, donde estudió arqueología y antropología.
Ese año conoció durante un partido de polo a Camilla Shand, miembro de la alta burguesía de provincias que se movía en sus mismos círculos sociales y de la que se enamoró.
Pero entre 1971 y 1976, el príncipe sirvió en la Marina británica y, para su desconcierto, mientras estaba de misión en el Caribe, Camilla se casó con otro de sus pretendientes, el mayor Andrew Parker Bowles, con quien tuvo dos hijos.
Presionado para que él mismo se casara, en febrero de 1981 Carlos pidió en matrimonio a Diana Spencer, que entonces tenía 19 años.
La boda se celebró en julio y fue un gran festejo nacional. En 1982 nació el príncipe Guillermo y en 1984 su hermano Enrique.
Pero aquel matrimonio fue un estrepitoso fracaso, que durante décadas lastró la popularidad del príncipe de Gales, a pesar de su intenso trabajo en causas caritativas y su defensa a ultranza de la ecología y la lucha contra el cambio climático.
La pareja se separó en 1992 y se divorció en 1996.
Para entonces Carlos ya mantenía una aventura con Camilla, divorciada en 1995, que provocó sensación cuando la prensa publicó sus escandalosas conversaciones telefónicas íntimas.
Tras la muerte de Diana en un accidente de tráfico en París en 1997, Carlos necesitó una intensa campaña de relaciones públicas para superar su gran impopularidad.