Hace unos días recibí una amable invitación para asistir a un desayuno en el Club Tecleño. Mi amigo, don Roberto «Seco» Díaz, destacado basquetbolista salvadoreño, quería introducirme a una leyenda viviente, nada menos que don José Domingo Chávez Aguilar, mejor conocido como Chomingo.
Inmediatamente entablamos una grata conversación. Me impresionó este espigado caballero que, a sus 91 años, hace gala de una figura envidiable y de una lucidez increíble.
Nuestro personaje Chomingo es una de las leyendas vivientes deportivas. En su palmarés deportivo ganó innumerables galardones como basquetbolista.
Nació el 4 de agosto de 1934 en la ciudad de Santa Tecla. Hizo sus estudios de educación secundaria en el Damián Villacorta, de donde pasó al Insituto El Salvador para graduarse de bachiller para luego ingresar a la Universidad Leonardo Da Vinci y coronar una licenciatura en Relaciones Públicas.
Su popularidad y carisma lo convirtieron en alcalde de Santa Tecla en el período de 1970-1974. Su amor por su tierra y su pueblo lo motivaron para hacer grandes obras, entre las que resalta la construcción de 660 viviendas para familias vulnerables, además de techar y mejorar la cancha de basquetbol de Santa Tecla, que debería llevar su nombre, ya que la nombraron en honor de otro grande: Rodolfo «Chorro de Humo» Pineda, y el Gimnasio continuaría y su hegemonía regional marcó un hito más cuando ante grandes adversidades y con un gran esfuerzo físico, táctico y de picardía, acompañado de pundonor y ese gran amor a la camisola, una camisola impregnada de sudor, sudor con olor a Cafetalón, dio impulso a cada salto y así fueron entrando canasta tras canasta hasta lograr victoria tras victoria a equipos dotados de una técnica depurada y una condición física muy superior a la de nuestros muchachos.
Así fue como El Salvador ganó el primer lugar en ese torneo Centroamericano y del Caribe en enero de 1959, en Venezuela, bajo la sabia dirección de su gran entrenador, Adolfo «Jocote» Rubio, quien les mandó rebotar la pelota a la altura de las rodillas y sin quitarles la mirada a los ojos al contrincante. De esta forma magistral el adversario no les pudo quitar la pelota y no pudo evitar la derrota y la bailada. Así fue como nuestros héroes conquistaron el primer lugar. Una victoria heróica digna para conocerla y revivirla.
Ojalá que este capítulo de nuestra historia deportiva la puedan conocer las nuevas generaciones para emular a nuestros personajes que supieron poner muy en alto el nombre de nuestro país.
En ese mismo año, en diciembre de 1959, pasan a competir a los Juegos Panamericanos y del Caribe en la ciudad de Chicago, donde tendrían que competir contra Estados Unidos y Canadá.
Allí la competencia se tornó en una desproporción gigantesca que fue imposible repetir la victoria. Nuestra leyenda viviente no cambia por nada su querida Santa Tecla, donde reside con su amada familia. Un extraordinario ser humano que me recalcó algo para destacar, y es que dijo: «Yo me debo a mis compañeros, sin ellos no hubiera logrado nada».
Esa lealtad, amor y respeto hacia sus compañeros lo hacen aún más grande. Su humildad y carisma lo ponen en un pedestal donde solo los grandes pueden llegar. ¡Que viva Chomingo, nuestra leyenda viviente! Esta es la historia de un salvadoreño.