El presidente Nayib Bukele hizo una novedosa y muy justa proposición a Nicolás Maduro, gobernante de Venezuela: «Un acuerdo humanitario que contemple la repatriación del 100 % de los 252 venezolanos que fueron deportados (desde Estados Unidos) a cambio de la liberación y entrega de un número idéntico (252) de los miles de presos políticos que usted mantiene».
Se trata, pues, de lograr la libertad de venezolanos (y personas de otras nacionalidades) que injustamente fueron hechas prisioneras por órdenes de Maduro por el simple hecho de ser opositores y de estar en contra de los fraudes electorales que perpetúan el régimen heredero del chavismo. En el lado opuesto, no obstante, tenemos a criminales que fueron detenidos en Estados Unidos en el marco de una operación contra pandillas, como el Tren de Aragua. Es decir, son delincuentes que cuentan en su récord el asesinato y la violación y que reincidentemente habían sido detenidos antes de que se ordenara su deportación.
Maduro ha abogado insistentemente por liberar a estos delincuentes que fueron deportados de Estados Unidos, pero nunca se ha pronunciado por los millones de venezolanos que se han visto obligados a huir de su patria debido al desastre económico, el desmantelamiento productivo, la represión y persecución de opositores y la criminalidad ascendente.
Peor aún, tiene a centenares de presos políticos, por los que no tiene el más mínimo respeto a sus derechos humanos. Diversos informes relatan la multiplicación de lugares utilizados como cárceles para presos políticos, entre los que se cuenta más de un centenar de ciudadanos extranjeros.
Pero Maduro aboga por criminales, no por sus ciudadanos. Es más, ayer el presidente Nayib Bukele le hizo ver a Maduro que mentía cuando decía que no hacía intercambios de prisioneros, cuando en el pasado canjeó a 30 por uno solo: Álex Saab, un venezolano por naturalización al que se acusa de participar en delitos graves y crímenes contra el pueblo, además de ser un aliado incondicional y socio en actos de corrupción.
Maduro está en el poder porque sencillamente no ha querido reconocer que no tiene el respaldo ciudadano. El consenso internacional, con base en la poca observación que se hizo de los comicios, es que Edmundo González fue el ganador de las últimas elecciones y que Maduro se las robó para continuar gobernando.
No le importó pasar sobre la voluntad popular, así como tampoco le importa respetar la dignidad ni la vida de sus conciudadanos. Venezuela vive una profunda crisis que abarca todos los aspectos de la sociedad, pero Maduro se dedica a defender criminales.