En los últimos días se escucha de un pequeño grupo de personas, voces disonantes, que pretenden definir las acciones del Gobierno como acciones dictatoriales. Da la impresión de que estos personajes desconocen la diferencia entre una dictadura y lo que representa un liderazgo genuino y natural, o será que no lo quieren entender porque sus conceptos responden más a intereses mezquinos y egoístas de los sectores que representan.
En El Salvador, durante muchos años la política estuvo regida por una dictadura de partidos que promovían sus candidatos, tanto presidenciales como legislativos, para preservar los intereses de un grupo de poder económico dominante que, si bien no era visible, era el que definía la ruta de país que le permitiera asegurar el crecimiento de sus grandes corporaciones y controlar todo el poder político, dejando a la población relegada a una esclavitud mercantilista neoliberal, explotadora, grosera e inhumana que condenaba a la mayoría de la población a vivir siempre en la pobreza.
La dictadura es un sistema político en el que el poder se reduce a unas pocas personas que no siguen los principios democráticos; no obstante, pueden ser de muchos tipos, independientemente de la ideología. Algunos ejemplos de dictaduras se pueden identificar en regímenes políticos como el de Corea del Norte, también lo fue el de la Alemania nazi o la España franquista. Esto genera controversias y diferentes caracterizaciones de dictaduras personalistas o de partidos, dictaduras fascistas y comunistas en función a su ideología, también las hay dictaduras militares, civiles y monárquicas.
En la antigua Roma, la dictadura era un cargo público, el dictador debía ser una persona capacitada a quien se le otorgaban poderes especiales para gestionar una guerra o una crisis económica. En ese sentido, el militar Julio César logró ser nombrado dictador perpetuo por el Senado romano después de ganar una guerra civil. Desde entonces, el término «dictadura» se ha empleado para denominar a los llamados caudillismos que surgieron en Latinoamérica a finales del siglo XIX y XX, por ejemplo, el del mexicano Antonio López de Santa Ana, o el del fascista Benito Mussolini, y otros regímenes dictatoriales muy diversos, como el de Augusto Pinochet en Chile.
Una de las fórmulas más habituales de identificar una dictadura es contraponerla a una democracia. Los líderes democráticos que surgen de un consenso son los que tienen la capacidad de gestionar una actividad o proyecto grupal poniendo en práctica una serie de capacidades que logren cohesionar con la población e influir en sus seguidores.
Este estilo de liderazgo se caracteriza por una constante consulta a su equipo de trabajo, por tener una inteligencia emocional desarrollada, la cual brinda habilidades sociales y fortalezas que le permitan conectar de manera ágil y efectiva con el equipo de trabajo.
Los liderazgos más sobresalientes son los de aquellos líderes naturales que no necesitan ser autoritarios para guiar a sus equipos de trabajo hacia el logro de los objetivos, el líder tiene un dominio de sus emociones y, por ende, puede ser más empático con sus subordinados. Este tipo de liderazgo tiene conciencia de que un sistema democrático requiere ciudadanos autónomos con altos niveles educacionales y culturales, con pleno acceso a la información y amplia capacidad para expresar y promover ideas.
Las democracias son sistemas políticos en los que quienes gobiernan son seleccionados mediante elecciones competitivas y pluralistas; por lo tanto, las dictaduras no pueden ser democracias.
La revista «The Economist» sitúa a todos los países del mundo en un eje en el que la dictadura y la democracia son extremas; por lo tanto, una auténtica democracia de un país es aquella donde sus gobernantes son electos mediante el voto popular, respetándose la soberanía del pueblo.
Los dictadores viven una popularidad falsa y engañosa y ostentan el poder mediante una fuerza militar; los líderes naturales y carismáticos, como es el caso del presidente Bukele, fundamentan su poder en la fuerza de una población que lo apoya y respalda sus acciones pidiendo a gritos su reelección.