ARENA desarrolló su 40.ª asamblea general ordinaria y únicamente les permitió a los «medios invitados» —periodistas que le aplauden— cubrir «de manera imparcial», evitando cualquier crítica o cuestionamiento en su contra.
Que los autoproclamados «defensores de la libertad de expresión» se dediquen a censurar y excluir a medios de comunicación pone en evidencia la naturaleza antidemocrática de un partido que empobreció a buena parte de la población al implementar medidas impopulares, vendió bienes del Estado para entregárselos a sus protegidos y se olvidó de la salud, seguridad y educación de los ciudadanos.
La «gran noticia» que quisieron adornar fue que la dirigencia de ARENA podrá buscar cargos de elección popular. Es decir, que los que controlan el partido —tanto a escala nacional, departamental o municipal— también podrán postularse, lo que derivará en que un pequeño grupo afiance los puestos con mayores probabilidades de continuar viviendo de la política.
Lo dijo claramente René Portillo Cuadra, jefe de fracción de ARENA y excompañero de fórmula del procesado por negociar con pandillas Norman Quijano: «Creemos que hay que regresar a la ruta democrática, sobre todo a la ruta de la prosperidad». Es muy claro que se refería a la prosperidad con la que vivieron los dirigentes de ARENA cuando tuvieron el poder, gracias al saqueo contra el erario nacional y a los turbios acuerdos para garantizar los negocios de sus financistas.
Érick Salguero, presidente de ARENA, se queja de que «todos los salvadoreños vivimos en libertad condicional porque el Gobierno controla al fiscal general, a la Corte Suprema de Justicia, a la Policía, al Ejército y pronto, si lo dejan, a los jueces», cuando en realidad los únicos perseguidos han sido los criminales que pactaron con los pandilleros, como Quijano y Ernesto Muyshondt, o se aprovecharon de sus cargos para enriquecerse, como todos los areneros que han confesado públicamente que recibían salarios extras a los que legalmente tenían derecho.
Es decir, la queja de ARENA es en contra del combate a la corrupción que estuvo enquistada en el Estado. Por eso quiere volver «a la prosperidad» de la que gozaron antes sus dirigentes. Sin embargo, el pueblo salvadoreño ha hablado fuerte y claro y ha delegado en el presidente Nayib Bukele y en la nueva Asamblea Legislativa una transformación profunda.
Por primera vez en su historia, los viejos partidos políticos no tendrán control de las cortes ni de las decisiones judiciales, porque serán nuevos profesionales los que retomarán los tribunales. Y todo ha sido posible gracias al desmoronamiento de la vieja política.