Ahora que se conmemora el Día de la Mujer a escala mundial es un buen momento para sopesar los logros, las luchas y los movimientos feministas que valientemente se han registrado en la historia por la búsqueda de mejores e iguales condiciones de vida para las mujeres.
El mundo ha logrado avances sin precedentes, donde la tecnología y la ciencia son las que más nos han maravillado con diferentes acciones que demuestran la grandeza de la humanidad. Sin embargo, todo este avance contrasta con persistentes injusticias que nos recuerdan que no todo es perfecto.
En pleno siglo XXI, aún existen restricciones legales que impiden que aproximadamente 2,700 millones de mujeres accedan a las mismas opciones laborales destinadas a los hombres, o que la disparidad de género en política, ciencia, economía, banca y cargos públicos sea abismal, señala un informe de la ONU.
Este organismo mundial alerta que en 2019 menos del 25 % de quienes ocupaban cargos parlamentarios eran mujeres. Y al hablar de violencia, se cifró que una de cada tres mujeres fue víctima de diferentes tipos de acciones en su contra (violencia verbal, física, sexual, patrimonial), ejercida sobre todo por hombres.
En ese contexto, es importante recordar la historia que dio comienzo a la revolución femenina y, de esta manera, darnos cuenta de que no todo ha sido pacífico en la búsqueda de un mundo igualitario. Tras los derechos que ahora las mujeres gozan hay una serie de sucesos de rebelión que marcaron un cambio en el mundo patriarcal
«Pan y rosas», en la búsqueda de justicia
A finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX, se vivió el mayor conjunto de transformaciones económicas, tecnológicas y sociales en la historia de la humanidad, y las mujeres comenzaron a incorporarse al campo laboral, principalmente en la industria textil.
La Revolución Industrial supuso un punto de ruptura histórico en la vida laboral de las mujeres, y las convirtió en una mano de obra muy apreciada por su destreza para muchas tareas fabriles. Pero la falta de protección legal y la desmedida e inhumana explotación laboral de ese entonces provocó consecuencias que deterioraron considerablemente su bienestar general.
A raíz de esos hechos, el 8 de marzo de 1857 un colectivo grande de mujeres neoyorquinas llamadas Garment Workers o Trabajadoras de la Confección, por su trabajo en fábricas textiles, organizó una multitudinaria huelga que buscaba principalmente salarios más justos y condiciones laborales más humanas.
Sin embargo, al momento de alzar la voz fueron coartadas por agentes policiales que detuvieron la protesta, y quedaron sin efecto los acuerdos por los que luchaban.
A pesar de la censura interpuesta, la lucha continuó y se logró, dos años más tarde de la histórica huelga, crear el primer sindicato que veló por los derechos de las trabajadoras.
Después de 51 años, el 8 de marzo de 1908, 15,000 mujeres tomaron las calles de Nueva York para exigir un aumento de sueldo, menos horas de trabajo, derecho al voto y prohibir el trabajo infantil.
El eslogan fue «Pan y rosas», ya que el pan representaba la seguridad económica y las rosas una mejor calidad de vida.
Estas acciones comenzaron a desencadenar una serie de comportamientos y sucesos a escala mundial que pronto lograrían un cambio reivindicativo para las mujeres. Desde aquel histórico 8 de marzo
La proclamación del día internacional de la mujer
En 1910, en la II Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas que se llevó a cabo en Copenhague, Dinamarca, uno de los puntos que avocaron la reivindicación de la mujer fue la demanda del sufragio universal del sexo femenino.
La propuesta que fue promovida por la alemana Clara Zetkin, quien planteaba que era necesario un Día Internacional de la Mujer, en homenaje a aquellas que llevaron adelante las primeras acciones organizadas contra la explotación capitalista en Nueva York.
Esta propuesta se aprobó por unanimidad. La conferencia contaba con más de 100 mujeres pertenecientes a 17 países distintos, entre ellas las primeras tres mujeres elegidas al parlamento de Finlandia.
La primera conmemoración fue el 19 de marzo de 1911 en Europa, concretamente en Alemania, Austria, Dinamarca y Suiza. Desde entonces, la fecha se ha extendido a otros países y continentes para que, finalmente, en 1975, se declaró el Año Internacional de la Mujer.
La ONU promulga entonces que cada 8 de marzo se conmemore el Día Internacional de la Mujer y lo celebra por primera vez a escala oficial.
¡Nunca más!
Un incendio en la fábrica de Triangle Shirtwaist, en Nueva York, ocurrido el 25 de marzo de 1911, marcó un hecho sin precedentes en la batalla contra la opresión y desigualdad de las mujeres.
La tragedia obligó a importantes cambios legislativos y fue el detonante de la creación del Sindicato Internacional de Mujeres Trabajadoras Textiles (International Ladies’ Garment Workers’ Union) que lucharía por mejorar las paupérrimas condiciones laborales de esos tiempos.
La tragedia terminó con la vida de 123 trabajadoras textiles, en su mayoría mujeres inmigrantes de Europa y del este de Italia.
Todos estos movimientos trascendieron hasta El Salvador y terminaron motivando algunos cambios como la búsqueda del sufragio femenino promovido por María Solano de Guillén, quien empoderada por los movimientos de mujeres que surgían en el mundo y acompañada por la Liga de Mujeres Neoyorquinas, el 19 de abril de 1922 fundó la Sociedad Confraternidad de Señoras de la República de El Salvador, que luchó por los derechos de las mujeres en el país.
A la causa se sumaron también mujeres como Prudencia Ayala, quien contra todo pronóstico decidió postularse como candidata presidencial en 1930. El hecho no trascendió por las limitaciones constitucionales de ese entonces, pero marcó un precedente golpista a la ideología patriarcal y dejó claras las firmes intenciones de las mujeres ante una nueva visión de participación ciudadana. Finalmente, las luchas lideradas valientemente por mujeres de El Salvador fueron reivindicadas con la aprobación del voto femenino en 1950. Con el pasar del tiempo, El Salvador ha continuado adoptando políticas y legislaturas que resguardan la integridad de la mujer salvadoreña. Actualmente, existen diferentes asociaciones que velan y continúan en la lucha por el cumplimiento de estas leyes.