Birgit, una mujer de 57 años, suele pagar por servicios sexuales dentro de un marco legal que le genera tranquilidad. Pero teme que las cosas cambien ya que su país, Alemania, vuelve a debatir sobre la prohibición de la prostitución, legalizada hace 20 años.
En el Parlamento, la oposición conservadora insta a reformar la ley que legalizó el trabajo sexual. El jefe de gobierno, el socialdemócrata Olaf Scholz, también insiste en que los cambios son necesarios.
En una propuesta que será examinada el viernes en la cámara baja, el partido de oposición de la excanciller Angela Merkel CDU asegura que la ley de 2002 no consiguió sus objetivos: mejorar la situación de los trabajadores sexuales y frenar el tráfico de seres humanos.

Para revertir la situación, los conservadores exigen prohibir los burdeles y penalizar las personas que compran servicios sexuales.
Es «inaceptable que haya hombres que compren a mujeres», afirmó recientemente Scholz en el Parlamento, pidiendo más restricciones en el sector.
Su declaración no fue aplaudida por todos. Es «profundamente preocupante», denunció la Federación de Servicios Sexuales y Eróticos (BesD), invitando al dirigente alemán a «charlar en un burdel».
Kevin, el hombre al que Birgit paga por mantener relaciones sexuales, es uno de los 800 miembros de esta federación. En un testimonio a la AFP, asegura que trabaja en el sector «desde hace años» y por voluntad propia.