Durante los 20 años que ARENA gobernó, se dedicó a saquear el Estado, a acomodar la función pública para beneficiar los negocios de sus financistas y desmontó el aparato productivo nacional, al tiempo que sembró el germen de las pandillas como estructuras criminales, que luego usó para buscar beneficios electorales.
Los 10 años posteriores del FMLN no solo no fueron el cambio que buena parte de la sociedad aspiró que serían, sino que se dedicaron a administrar el sistema corrupto implementado por ARENA con tanta convicción que incluso lo llevaron a nuevos niveles de efectividad y complejidad. Fue en esos momentos que el pacto que ambas agrupaciones lograron en 1992 para finalizar el conflicto armado empezó a dar frutos, puesto que los camaradas izquierdistas protegieron los desmanes cometidos por aquellos que durante la guerra consideraban enemigos.
Es más, la estructura de corrupción del FMLN se vino a fortalecer con la llegada de los petrodólares de Venezuela, los cuales financiaron no solo a los excomandantes y sus socios, que se enriquecieron, sino también a personajes que estaban al otro lado del espectro ideológico, confirmando lo que siempre habían negado: que FMLN y ARENA son diferentes caras de un mismo proyecto político de encubrimiento de la corrupción y del desfalco del Estado.
Todas las encuestas y sondeos de opinión que han surgido en los últimos meses muestran lo mismo: el abrumador respaldo popular hacia el presidente Nayib Bukele, su Gobierno y las transformaciones implementadas, pero también el repudio hacia las expresiones de la política corrupta. Incluso los estudios de entidades alineadas con la oposición, como la UCA, llegan a la misma conclusión. Y eso pasa aunque traten de matizar las preguntas con construcciones gramaticales destinadas a confundir a los entrevistados o a sugerirles las respuestas que andan buscando.
El Instituto Universitario de Opinión Pública (Iudop), el instrumento de la UCA para hacer sus encuestas, revela en su último sondeo que el FMLN tiene el 1.3 % de las preferencias electorales y ARENA, 1.2 %, cifras insuficientes para mantener el registro como partidos políticos, siguiendo las reglas establecidas en las leyes que ambos partidos aprobaron en su momento, pero que podrían continuar existiendo si logran obtener funcionarios de elección popular, como alcaldes o diputados.
En las urnas y de manera libre, democrática y directa, los salvadoreños elegirán el próximo año a sus gobernantes. Y del mismo modo decidirán el destino de aquellos que tanto daño le hicieron al país.