El papa de 87 años mostró un buen semblante y cumplió con una agenda cargada, unas semanas después de sufrir un episodio de fatiga que generó preocupación durante la Semana Santa.
Tras visitar una cárcel de mujeres, el jesuita argentino llegó a la plaza de San Marcos de Venecia a bordo de una embarcación que navegó por el Gran Canal escoltada por una multitud de gondoleros.
Jorge Bergoglio hizo referencia a la «encantadora belleza» de la ciudad y enumeró «los numerosos problemas que la amenazan», entre ellos el cambio climático, «la fragilidad de su patrimonio cultural» y el turismo de masas.
«Venecia está unida a las aguas sobre las que se asienta y, sin el cuidado y la protección de este entorno natural, podría incluso dejar de existir», advirtió el argentino en su homilía.
La visita del papa coincide con la reciente entrada en vigor en Venecia de una tasa de entrada de 5 euros (5,35 dólares) para los turistas que visiten la ciudad por un día, con el objetivo de proteger a esta localidad patrimonio de la Unesco.
Como invitado, Francisco no tendrá que pagar pero los peregrinos no residentes sí estarán sujetos a la tasa.