Por: Yanira Soundy / Caleidoscopio Cultural
Aprendí a leer a los cuatro años de edad, tenía mucha prisa. Mi madre ponía una sillita de hierro a la par de su mecedora y me contaba por las tardes muchas de las historias de su hermano el escritor, Ricardo Trigueros de León, y de todo su grupo de amigos poetas y escritores de aquel tiempo.
Yo crecí escuchando voces de poetas en mi mundo de juegos, todo era irreal, pero para mí, ellos eran mis amigos imaginarios. A pesar de mi corta edad, gozaba con esconderme en el estudio de mi casa, para jugar a leer. Mi mamá conservaba una enorme librera de madera y vidrio. En ella guardaba como reliquias los libros empastados de cuero, y papel cebolla de mi tío, los cuales yo no debía tocar porque eran lujosos y el papel muy delgadito. También guardaba dos cofres de madera y una caja de cartón, donde había cartas, fotos y postales y dos álbumes con recortes de periódico muy viejos. Mi juego a escondidas era leer todo eso e inventar qué decían, pues a esa edad, por lógica aún no entendía muchos términos y palabras.
Imaginaba ese mundo de poetas y escritores de antaño, como un mundo de colores, árboles, cuerpos de agua transparentes y aves poetas cantándole a la vida, así, entre las ramas más altas de los árboles. Al crecer, continué mi ritual de escapar a ese rincón de la casa, para leer. Y a los ocho años de edad decidí que yo sería poeta y escritora. Mi madre, sin saberlo, había alimentado mi sueño de escribir poesía y narrativa.
A mis catorce años, escribí en mi máquina vieja de mecanografía mi primer poemario, realmente era algo cursi. Ya había iniciado a escribir metáforas, poemas de amor y desahogos, y no sé en qué momento, mi tesoro fue descubierto, encontré a mi madre y mi hermano leyendo mis pequeños textos, entre risas, curiosidad y un poco de seriedad. Como era lógico me enojé, se los quité y decidí quemar inmediatamente aquel intento de libro hecho con amor de una forma artesanal. Mi padre, al enterarse, se enojó con ellos, pidió respeto y me dijo que siguiera escribiendo. Yo estaba enamorada de las letras y volví a escribir, pero diferentes textos, ensayando lo que sería una prosa poética y muchas más.
Después de ese incidente, mi madre se ofreció a escuchar mis versos y decirme su opinión, ella era una mujer muy culta y yo sabía que en ese momento ya me había tomado en serio. Pero eso sí, me dijo que debería estudiar una carrera para sostenerme. Yo acepté ese acuerdo.
Publiqué mi primera poesía en La Prensa Gráfica en 1986. Era domingo, salí corriendo bien temprano a comprar el periódico, para llegar rápido a casa, mi padre estaba muy grave, se había quedado sentado en la sala pues iría de emergencia al Seguro Social, yo quería animarlo y le dije: «Papá, lo hice, acá está». Él lo leyó y me regaló una sonrisa. Horas más tarde, falleció.
¿Por qué razón les cuento esta historia? Muchas veces habrán escuchado la frase «la familia es la base de la sociedad», pues bien, yo opino que además, la familia es la base para el crecimiento del arte y la literatura. Es importante que en las familias se desarrollen poetas y escritores, y que no se le impida a la niñez y a la juventud el crecimiento de sus cantos poéticos pues estos laten en sus corazones desde que nacen.
Sabemos que en nuestro país nadie se mantiene por vender sus libros de poesía y otros géneros literarios. Igual sucede con el teatro, la danza, la pintura, por citar algunos ejemplos. Y que la ansiedad de los padres y madres se manifiesta al descubrir la inclinación al arte y la literatura en sus hijos e hijas, pues saben que no comerán de eso. Muchas familias hacen todo lo que está a su alcance para que las personas jóvenes estudien carreras productivas o trabajen, y si es posible olviden sus sueños de ser poetas, escritores o artistas. Todo esto, para que no pasen hambre y puedan tener seguridad social.
Por lo anterior, es muy importante el apoyo del Estado y la empresa privada a los jóvenes talentos de las artes y la literatura, esa juventud que decide formar parte del colectivo de artistas, poetas y escritores, porque esa es su esencia, pase lo que pase. Pero entonces, ¿cuál es el papel de la poesía en la sociedad actual? Empecemos por definir ¿qué es poesía?
Sainz de Robles ha dicho que poesía es la imitación de la naturaleza, el lenguaje del entusiasmo, la obra del genio, pensar alto, sentir hondo, etcétera. La poesía posee un fondo que lo constituyen los objetos, las narraciones, las ideas, las imágenes y afectos y una forma que contiene el lenguaje poético, la versificación y la rima.
Entonces, podemos preguntarnos: “¿acaso la poesía es el pensamiento, el ritmo o la imagen?” Si bien es cierto, cada uno de estos elementos puede unirse al otro, no siempre el resultado es poesía, ni mucho menos cumple su papel de sensibilizar a la sociedad.
Dámaso Alonso afirma en su obra «Ensayos sobre poesía española», que la poesía es «la íntima vibración del poeta, por vías del misterio comunicada a su obra; vibración que en ondas de luz nos descubre hasta profundidades últimas, como en prodigio, el pensamiento, nítidamente traslúcido e intensificado; temblor que avanza en música a lo largo del ritmo». La poesía, por tanto, posee pensamiento, imagen y ritmo.
Hay quienes dicen que toda la lírica es poesía, pero en realidad no todo lo poético es lírico. La aptitud lírica es algo íntimo y cargado de plegaria. Los poetas y poetisas ahondan dentro de sí buscando lo divino. La lírica no analiza, no razona, ni enumera. Es simplemente intuitiva y amorosa. En la lírica se suscitan los sueños. Para el caso podemos admirar a Bécquer y sentir sus rimas por resonancias íntimas de autenticidad lírica.
Para otros que tomamos las palabras de Aristóteles «la esencia del Arte es crear lo verdadero con reflexión». Los mejores poetas y poetisas son aquellos que prenden su fuego en todas las personas por igual, desde el profano hasta el literato. Porque debemos comprender que, el filósofo no debe acercarse a la poesía como filósofo, ni los científicos como científicos, o los profesionales como profesionales, por citar tan sólo ejemplos, sino como personas que vibran.
El papel de la poesía en la sociedad es darnos una visión clara, honda y aguda no sólo de la belleza, sino también de la vida cotidiana, de los problemas sociales y la forma correcta de enfrentarlos, nos da fortaleza espiritual y amor por la vida, la paz y la justicia. La poesía sensibiliza a la humanidad y enseña todos estos valores para transformar al mundo en un sitio de armonía y paz social, por eso es tan necesaria. Y por eso es tan importante formar en valores a quienes nacen poetas.
Todas las personas que escribimos poesía experimentamos sensaciones indefinibles de enervación, marasmo, vaguedad. Y es en esos momentos, cuando aparecen frente a nuestros sentidos: una voz, un sueño, el soplo del viento, una piedra en el cristal que grita un atropello, la herida de un viejo reloj en la penumbra de un conflicto armado, el aullido lejano de un perro con hambre y sed, el dolor a causa de la muerte y la mentira, la calidez en la esperanza, la semilla y la tierra, todos con una claridad y agudeza indefinibles y un significado distinto.
Las personas poetas debemos vivir entregadas a nosotras mismas, pero no podemos escapar del propósito para el cuál fuimos creadas, sensibilizar a la humanidad. La poesía en la sociedad va más allá del misterio de fray Luis de León al no saber «lo que es y lo que ha sido, y su principio propio y escondido» o al misterio de Góngora cuando ignora, si cuando estaba sumido en «un parasismal sueño profundo soñaba o no soñaba». La poesía va más allá del misterio de Rubén al no poder decir «adónde vamos, ni de dónde venimos».
El papel de la sociedad en la poesía también es fundamental, por eso se debe educar, formar, fortalecer y desarrollar el talento de la niñez y juventud que presentan inclinación por la poesía. Si tenemos poetas con valores humanos y claridad de pensamientos nobles, podremos formar una sociedad sensible a la solidaridad, el amor, la vida, el bien común y la hermandad. Si se fomenta la lectura y se promueve el intelecto y el pensamiento poético podremos tener una sociedad menos violenta, podrá educarse con poesía, enseñando valores y respeto a la naturaleza. A la niñez salvadoreña podrán abrirse mercados y patrocinios para la publicación y venta de libros nacionales, y con esto mantener a flote la economía de quienes escribimos.
Es necesario que el Estado haga políticas para fortalecer y promover la creatividad de las personas poetas y escritoras, el hábito a la lectura, la edición, publicación, difusión y promoción de obras nacionales, comprendiendo las cualidades que deben llenar.
¿Qué cualidades debe llenar una persona poeta? Existen unas naturales, como la sensibilidad, la inteligencia perspicaz, la calidez humana, el ritmo interior y otras, adquiridas por el estudio, como la cultura poética, posesión del idioma, conocimiento de la preceptiva literaria. Y sobre todo esto se debe comprender que «la persona poeta nace, no se hace».
De nada sirve conocer el estilo poético: el hipérbaton, las imágenes, los epítetos, las figuras, las nuevas acepciones de las palabras, entre otros. Si no existe sensibilidad en lo que se escribe y la persona lectora no vibra con cada poema. La finalidad de la poesía es expresar las ideas, las imágenes, los afectos y sentimientos. La poesía no necesariamente es la verdad real e histórica, puede ser una verdad relativa, vista desde los ojos de la persona poeta, puede ser verdad o imaginación. La poesía nos muestra muchas veces asuntos reales, pero envueltos en hermosos trajes de fantasías, sentimientos y afectos.
Martín Alonso se pregunta si quienes escribimos lo hacemos por técnica, sabiduría o inspiración. Psicológicamente se considera a la inspiración como un hecho del alma. «Un gran pensamiento», decía Goethe. Para Platón, la inspiración es un poder divino, que entra en nuestras almas, al modo que las fuerzas magnéticas entran en el hierro y lo imantan.
E. A. Poe decía «la música, combinada con una idea grata, es poesía; la música, sin la idea, es simplemente música; la idea, sin la música, es la prosa por su misma definición».
El poema es un espíritu finamente ponderado. Quienes escribimos poesía debemos tener claras ciertas características de la expresión que deben estar presentes en nuestra obra: una primera condición es la originalidad, un sello de distinción. Debemos sorprender con matices diferentes y una trayectoria propia. Otra condición es la claridad. «El estilo es claro», dice Azorín, y para mí, también es indispensable transmitir valores de amor, equidad, convivencia, paz, igualdad, respeto y libertad.
El papel de la poesía en la sociedad es humanizar. El papel de la sociedad en la poesía, es fortalecerla para poder tener generaciones de nuevos poetas, que influyan de forma positiva la vida de su población y no en forma contraria.
Para finalizar, quiero hacer un cuestionamiento del autor Martín Alonso: «¿Cuál será el mejor de los poetas?» Y en verdad es aquella persona que tiene riqueza creadora y hondura lírica. Es quien hace prender su fuego «desde el menestral hasta el filósofo, desde el profano al literato».
Porque todas las personas debemos acercarnos a la poesía no en nuestra calidad de filósofos, abogados, ingenieros, médicos, carpinteros, obreros, científicos, y demás, sino como hombres y mujeres, por amor y por sugestión.
Solo así nos encontraremos y hallaremos al poeta que influya en nuestra forma de sentir y valorar la vida: Bécquer, en las rimas dolientes; Rabindranath Tagore recogiendo la sonrisa infantil; Juan Ramón Jiménez, en la melancolía de Platero; Claudia Lars, en su Escuela de Pájaros; fray Luis, en su soledad sonora; Antonio Machado soñando caminos; Trigueros de León tocando su campanario de estrellas y rescatando a los personajes de su pueblo; Gabriela Mistral, con su corazón sangrante; Juana de Ibarbourou en su fervor pasional.
Quién diría que Bécquer no representó nada en su tiempo. Que vivió y murió pobre y casi desconocido. No le consideraron como un gran poeta sus coetáneos. Los grandes de ese momento eran oratorios, elocuentes, pomposos. Esto mismo sucede en todos los tiempos. Pues aún no se comprende el papel de la poesía en la sociedad y de la sociedad en la poesía.
Es necesario saber que la poesía es mucho más que una sumatoria de ideas, sentimientos, formas, rimas y ritmos, realidades o fantasías. La poesía es una herramienta para humanizar a nuestra población, bajar los niveles de ira y violencia, tener salud mental, dar alegría y valores a la niñez. La poesía forma conciencia, es fuerza, esperanza, caricia y belleza. Es claridad en el pensamiento y motivación para ser mejores personas. Pero si se usa mal, puede dar como resultado oscuridad, dolor, odio, ira y miedo. La poesía no es algo meramente estético. Las personas poetas trabajamos duramente para ahondar más en el sentimiento y afinar nuestra sensibilidad, aportar valores en nuestras obras.
La poesía da una visión clara, honda y aguda de la belleza y la vida cotidiana, sensibiliza a la humanidad por eso es tan necesaria.