Un toro sale de los chiqueros, embiste y lanza por los aires a toreros improvisados para ganarse la ovación del público. Una vuelta de tuerca que en Costa Rica pone la tauromaquia al revés.

Ni matadores, ni picadores, ni banderilleros. En estos festejos taurinos de fin de año no se toca al animal y se le aplaude por pillar a los aventurados que esperan recortarlo en la arena del «redondel» (plaza de toros) de Zapote, un barrio en el este de San José, con capacidad para 3,000 espectadores.
«A diferencia de la tauromaquia, en la cual sí se le hace daño al animal, acá no se le hace daño al animal. Es un poco más parecido al circo romano», señala Álvaro López, de 42 años, productor del evento.

La gente disfruta, comenta y se ríe mientras un toro zaíno de raza Miura (destacados por su bravura) de unos 450 kilos patea en el suelo a un torero improvisado que resbaló al hacer un quite.
«Es un toro, que es un animal que no lo puedes controlar, que te puede cornear, que te puede golpear, pero aun así a la gente eso es lo que le gusta, lo que le agrada. En este espectáculo aquí en Costa Rica se dice ‘si a nadie lo revolcó el toro, el espectáculo estuvo malo’», afirma López.

Prohibido matar al toro
Este festejo celebra lo opuesto que la tauromaquia tradicional española, donde un torero es aclamado por lidiar un toro.
En Costa Rica la gente desconoce a los toreros improvisados, pero sabe los nombres y hazañas de los animales en festejos anteriores, ya que al toro no se le mata y puede volver a participar 30 días después en otras plazas, según la ley.

La normativa prohíbe «dar muerte al toro» y los animales son fiscalizados antes, durante y después de las corridas por miembros del servicio veterinario del Ministerio de Agricultura y Ganadería.
«Estos toros que vienen acá son como deportistas», señala López.
El ganadero Luis Collado dice que sus toros «juegan» en las plazas una vez al mes ya que «se cuida y se protege» al animal.

Pero para Juan Carlos Peralta, presidente de la Asociación para el Bienestar y Amparo Animal, el festejo igualmente genera «sufrimiento» en los toros.
«Ya no hay excusa para decir que es tradición. Simplemente son personas aprovechadas que para lucrarse con el sufrimiento animal siguen con este tipo de actividades», sostiene Peralta.