Al recorrer el Museo de Historia Nacional de El Salvador (Muhnes), los visitantes contemplan las diferentes especies o muestras que se encuentran en exhibición, sin dimensionar que esas piezas son solo una mínima parte del trabajo que desarrollan grupos de investigadores para conocer la procedencia y familia, entre otros datos importantes, de animales, plantas, minerales y fósiles en el país.
Y es que más allá de las exhibiciones para quienes visitan la casona del museo, en el lugar, y muy bien resguardadas de factores externos, hay amplias colecciones que constituyen un verdadero tesoro para un país ávido de conocer y conservar su patrimonio natural.
Algunas de esas colecciones científicas del Muhnes, donde se resguardan vestigios de la vida y de todos los minerales del país, tienen 30, 40 y hasta 50 años de antigüedad.
«Tanto flora como zoología y paleontología datan desde los años setenta. Parte de las colecciones se preservan en líquido o en alcohol. Se mantienen a oscuras porque la luz decolora, hace reacción química y pierden color los especímenes, por eso se mantienen en gabinetes cerrados», explica Eunice Echeverría, directora del museo.
Hay colecciones de mastozoología, ornitología, herpetología, ictiología, malacología, entomología, rocas y minerales, paleontología y botánica, que sumadas al Herbario Nacional son los registros históricos del país que, por supuesto, están abiertos a cualquier nacional o extranjero que desarrolle una investigación.
LAS COLECCIONES DEL HERBARIO
El herbario nació en la década de los setenta, con la finalidad de tener colecciones propias. Posee un aproximado de 12,000 muestras disecadas de plantas salvadoreñas, que van desde algas hasta las más evolucionadas: las orquídeas.
«El herbario también tiene muestras desde el sur de México hasta Nicaragua, muestras que nos permiten hacer comparaciones de la flora y permiten también facilitar la información de las plantas que tenemos en el país», manifiesta José Gabriel Cerén, técnico II del herbario.
Las investigaciones que se desarrollan en cuanto a la flora, además de los aportes educativos e investigativos se han vuelto importantes con respecto a la química y a la cosmovisión de las plantas.
«Cada una de estas plantas puede tener en su interior, en su composición química, elementos que pueden ayudar a la humanidad. Actualmente colaboramos con el Laboratorio de Productos Naturales de la Facultad de Química y Farmacia de la Universidad de El Salvador. Ellos buscan principios activos que permitan saber qué elementos o qué frutas son mejores antioxidantes, cuáles pueden tener mejores principios antiparasitarios, entre otros», explica el técnico.
Para la directora del museo, las colecciones del herbario también son de gran importancia para los futuros licenciados o másteres, quienes recurren a la colección y la utilizan como soporte principal para las diferentes tesis o tesinas que presentan como parte de sus procesos de graduación.
«Han consultado para licenciaturas, maestrías, doctorados. El uso que se tiene en el herbario es variado, dependiendo a qué se vaya a enfocar. Desde algo básico para cocina tradicional hasta para artistas que quieran pintar algo, estamos para dar respuesta a todos esos usos, tanto científicos como curiosos», agrega.
PALEONTOLOGÍA
Esta colección resguarda fósiles de animales y plantas que habitaron en el territorio hace millones de años, y de algunos que se extinguieron hace apenas 10,000 años.
Hay ejemplares que fueron levantados por el Dr. David J. Guzmán entre 1890 y 1910, y otros fueron colectados en la década de los setenta por el geólogo Stephen Perrigo, fundador de la colección del museo.
Entre los fósiles se encuentran improntas de hojas, insectos, peces, caracoles, mastodontes, osos perezosos, felinos dientes de sable, camellos, armadillos gigantes y caballos americanos, encontrados en varios sitios fosilíferos del país; el más grande se localiza en el río Tomayate, en el municipio de Apopa, al norte de San Salvador.
Uno de los fósiles que más destaca es el de caballo, tal como se conoce ahora, ya que se cree que en el país nunca existió esta especie, sino que fue traída al continente por los españoles durante la época de la Conquista.
Según el paleontólogo Daniel Aguilar, «hace 25 millones de años, los caballos surgen como una especie muy parecida a los gatos, es decir, eran animales muy pequeños. Tenían cinco dedos, vivían en los árboles y empezaron a desplazarse poco a poco y a evolucionar hasta las formas que tenemos en la actualidad».
El experto señala que hace cerca de 10,000 años, por causas desconocidas, se extinguieron, «pero ya se habían propagado por todo el planeta, es decir, que ya habían evolucionado muy bien en otras partes del globo, y cuando los españoles vienen solo hacen una reintroducción de la especie», explica.
La colección de paleontología es consultada por investigadores nacionales y extranjeros, también está disponible para estudiantes y particulares que desean conocerla. En las salas del museo hay ciertas piezas en exhibición.
HELLEBUYCK Y LAS PRIMERAS COLECCIONES
Víctor Hellebuyck, quien fue el primer director del Muhnes, es —según una publicación en la revista «Mesoamericana»— «el naturalista por excelencia de El Salvador, dada su singular agudeza por interpretar la naturaleza y ver en ella detalles que para otros pasaban desapercibidos».
La misma publicación añade que «Víctor cultivó la pintura de tal manera que supo hábilmente plasmar estos especímenes en sus lienzos, con la dedicación de un observador y estudioso, desde libélulas hasta orquídeas, aves y mamíferos de la naturaleza salvadoreña. Fue promotor, maestro e inductor de la colección científica de especímenes».
La revista señala que este tipo de colecciones traspasó fronteras y llegó a diversos institutos de ciencia de gran prestigio, y fue su habilidad de observador la que lo llevó a encontrar nuevas especies para la ciencia y para el país, las cuales quedaron evidenciadas en publicaciones, pinturas u otro tipo de obras de arte.
La última publicación de Hellebuyck fue en 2002, cuando descubrió la libélula «Paltothemis nicolae», que encontró en el Parque Nacional El Imposible, la cual dedicó a su esposa Nicolle.
Fue además pionero en los procesos de conservación, los cuales hoy por hoy representan las bases del conocimiento e información del país.
En 1975, cuando era estudiante de Biología, en la rama de Entomología en la Universidad de Georgia, Hellebuyck condujo el establecimiento y funcionamiento del Muhnes, incluyendo el diseño, la selección de materiales y la museografía de las salas de exhibición, además de aportar sus series.
Fue así como dio origen a las primeras colecciones originales y científicas del museo que permiten atesorar en el tiempo registros fidedignos de las especies (flora, fauna), rocas y fósiles, entre otros.