La Fuerza Armada de El Salvador (FAES) ha tenido una amplia empatía con la población en el marco de su rol constitucional, que le mandata que «colaborará en las obras de beneficio público que le encomiende el Órgano Ejecutivo y auxiliará a la población en casos de desastre nacional».
La institución castrense, que por mandato constitucional está subordinada a la autoridad del presidente de la república, ha jugado un papel importante en la emergencia sanitaria derivada de la pandemia por la COVID-19, ha participado de la atención de otras contingencias y últimamente ha asistido a las familias que han resultado afectadas por fenómenos meteorológicos, como la tormenta tropical Bonnie.
Entregó en todo el país los paquetes alimentarios, combatió la plaga de langostas en cultivos, ha extinguido incendios forestales y apoyó el traslado de vacunas contra la COVID-19.
El Servicio Social Pasionista (SSPAS) trató de tergiversar y deslegitimar el rol que por mandato constitucional está jugando la FAES, planteamiento que fue retomado por medios escritos afines a la oposición política.
El estudio del SSPAS denominado «Cambios y continuidades del rol de la FAES en la seguridad ciudadana 1992-2022» dice que esta responde con subordinación hacia el presidente de la república, Nayib Bukele.
El estudio también busca confundir cuando sostiene que la FAES responde al presidente Bukele y que obedece cuando el gobernante hace una referencia hacia la institución armada.
Pero la misma Constitución también establece que la Fuerza Armada, además de ser una institución permanente al servicio de la nación, es una entidad obediente que forma parte del Órgano Ejecutivo.
Los gobiernos de ARENA y el FMLN se caracterizaron por mancillar a la institución castrense con actos que van desde el manoseo en los procesos de ascensos, la eliminación de su casa de estudios superiores y el aumento de años para la promoción al grado inmediato superior hasta participar en conflictos armados ajenos.
El Salvador tuvo presencia militar en Irak y Afganistán, países que fueron invadidos por Estados Unidos tras la caída de Sadam Huséin y del talibán, respectivamente.
Las tropas salvadoreñas enviadas a Irak, donde sufrieron bajas mortales, iniciaron su misión en 2003, durante la administración de Francisco Flores, y continuaron todo el quinquenio de la administración de Antonio Saca.
El Gobierno efemelenista de Mauricio Funes, por su parte, envió a militares a Afganistán, donde permanecieron por 32 meses entrenando al nuevo ejército afgano tras la caída del talibán.