Más de una vez en tu vida posiblemente hayas experimentado una sensación de vientre abultado luego de disfrutar una buena comida. Siente que la ropa te empieza a apretar más hasta el punto de querer desabotonarla. Si lo has experimentado, te contamos que a esa sensación se le conoce como distensión abdominal.
En condiciones normales, la sensación desaparece a medida avanza la digestión. El problema es cuando la distensión ocurre con más frecuencia, provoca síntomas incómodos y llega a afectar la rutina diaria de una persona.
De acuerdo con la nutricionista y dietista, Andrea Beatriz Chacón, la distensión abdominal es el aumento de volumen que se genera en el abdomen y «ocurre cuando el tubo digestivo se llena de aire o gas. Esa sensación puede llegar a ser muy incómoda e interferir en nuestra rutina diaria».
Asegura que existen múltiples causas por las que se puede padecer esa inflamación: «Las más comunes suelen ser el consumir nuestros alimentos demasiado rápido o en gran cantidad y llenar el tubo digestivo de mucho aire, presentar intolerancia a la lactosa, la enfermedad celíaca, tener estreñimiento, ingerir alimentos picantes o irritantes, bebidas gaseosas o incluso, el consumo excesivo de chicles».
Restricción de alimentos
Debido a que la ingesta de comida es la causa mayoritaria para provocar distención, la especialista sugiere tener cuidado con los alimentos que se consumen, en relación al tiempo de comida (desayuno, almuerzo o cena).
«Muchos alimentos pueden producir distensión abdominal. Principalmente, los alimentos procesados, debido a su alto contenido de grasas saturadas y aditivos químicos, los lácteos enteros, azúcares o harinas refinadas, alimentos fritos, alimentos formadores de gas y el alcohol, ya que suele irritar el revestimiento del tracto gastrointestinal», apuntó.
Explicó que si una persona es intolerante al gluten y consume productos derivados del trigo, cebada, centeno o avena, puede presentar hinchazón excesiva y malestar en cuestión de minutos.
Los síntomas más comunes de este padecimiento son: exceso de gases, ruidos en el tracto gastrointestinal, necesidad constante de eructar, dolor, hinchazón o dureza del abdomen.
En caso de presentar algunos de los síntomas anteriores, sobre todo cuando son muy frecuentes, lo mejor es visitar a un especialista, ya que solo él puede indicar si debe seguirse una posible dieta o seguir una rutina de fármacos. No obstante, si logramos detectar qué tipo de comida es la que nos enferma, lo mejor es descartarla de nuestra vida.
«Se debe disminuir la ingesta de alimentos formadores de gas como brócoli, coliflor, lechuga, col de Bruselas y legumbres con cáscara, evitar los chicles y las bebidas carbonatadas. Además, se debe dejar a un lado los edulcorantes artificiales como el Aspartamo, Sacarina o Sucralosa, y disminuir ingesta de comidas copiosas o abundantes, ni consumir alimentos picantes», recomendó.
Además, de suprimir este tipo de alimentos se debe seguir un tratamiento adecuado que nos permita tener sano el organismo.
«Existen pruebas para detectar la distensión abdominal. La mayor parte del tiempo se trata de encontrar la causa principal de este síntoma a través de exámenes de heces, pruebas de sangre, colonoscopías, ecografías y pruebas físicas de palpación abdominal por parte de un médico especialista».
Chacón dijo que muchas personas asocian este padecimiento a otro tipo de trastornos gastrointestinales como el síndrome de intestino irritable, la dispepsia funcional (malestar estomacal), el estreñimiento crónico funcional, el meteorismo (excesivo gas en forma de eructos o flatulencias), náuseas, borborigmos (movimientos intestinales y gorgoteos) y alteraciones del ritmo intestinal (estreñimiento o diarrea). No obstante, solo el especialista podrá determinar si se trata de distensión abdominal.
«Si en algún momento presentamos distensión abdominal es importante realizarnos exámenes médicos para determinar de manera más precisa su causa clínica o alimentaria, ya que el síndrome de intestino irritable u otras afecciones gastrointestinales también podrían provocar hinchazón», dijo.
Afecciones en el estómago e intestinos son comunes
Los problemas gastrointestinales son muy habituales en la población. Todos hemos tenido retortijones, dolor abdominal, diarrea o náuseas en algún momento de nuestra vida.
El aparato digestivo es un sistema abierto expuesto a microorganismos y sustancias nocivas, por lo que es normal que se manifiesten síntomas.
De acuerdo con estudios internacionales, se estima que hasta el 40 % de la población podría sufrir un proceso digestivo patológico y crónico (de larga duración).
Se considera que las enfermedades digestivas son muy comunes y aunque la mayoría de ellas pueden volverse graves, el detectarlas y tratarlas a tiempo es esencial.
Los especialistas recomiendan que se debe poner atención a los diversos síntomas que puedan presentarse en el organismo, ya que eso puede ser la alerta para visitar a un médico.
Debe ponerse atención si hay ardor, malestar o dolor en el abdomen, en el esófago o en los intestinos. Si hay saciedad precoz, eructos, náuseas, vómitos, movimientos extraños o ruidos en los intestinos, gases excesivos vía anal, en fin, todo lo que concierne al sistema digestivo.
Enfermedades como el reflujo gastroesofágico se presenta cuando el contenido del estómago se devuelve al esófago. Cuando sucede esto hay acidez y reflujos tras comidas pesadas de forma esporádica, pero si esto se repite con frecuencia los síntomas pueden tornarse demasiado molestos.
TIPS PARA DISMINUIR LA DISTENSIÓN ABDOMINAL
- Masticar más despacio los alimentos y evitar las comidas muy abundantes.
- Realizar al menos 30 minutos de actividad física todos los días.
- Disminuir el consumo de sal.
- Evitar la ingesta de alimentos picantes.
- No consumir chicles o bebidas con pajilla, ya que producen una mayor entrada de gases al tracto gastrointestinal.
- Disminuir el consumo de alimentos formadores de gas como: brócoli, coliflor, col de Bruselas, lechuga y sodas.
- Moderar el consumo de bebidas alcohólicas.
- Utilizar ropa más holgada.
- Aumentar el consumo de productos fermentados, como el kéfir y el yogurt.
- Incluir infusiones de manera ocasional en nuestra alimentación, principalmente de manzanilla, cúrcuma o menta.