Lejos de asustar a los aldeanos como el Jason Voorhees de la serie de películas viernes 13, el pivot de la selección nacional Jason Urbina endulza el paladar y refresca la vista con sus goles y piruetas a sus vecinos de Apulo.
Eso sí, en la Liga de Fútbol Playa Copa CEL 2021 se ha convertido en un terror para las defensas rivales por su habilidad para quitarse marcar e inflar las redes a goles.
«Gracias a Dios se me ha dado la oportunidad de anotar nueve goles en los últimos dos partidos. Ahora el equipo se encuentra muy bien, solvente, sacando los mejores resultados», dice Urbina que ha conducido a su equipo a cosechar dos victorias al hilo tras su regreso triunfante con la Azul playera.
Jason es de los pocos integrantes de la selección que no proviene de islas o la costa salvadoreña. Él sepultó su ombligo en Apulo, ahí creció y ahí también desarrolló su fútbol en la arena que le ponen hoy en podio de ídolo.
Al artillero de la Azul le «picaron» los pies por jugar al fútbol playa desde niño, pero fue hasta en 2015 que le puso seriedad al tema. «El estadio de nosotros lo inauguraron en 2014. Desde 2015 empezamos a formar el equipo de Apulo y desde 2015 venimos practicando», recordó.
«Mi amor por el fútbol playa nació desde 2009 que vi a la selección de El Salvador, luego en 2011 creció y así fue como poco a poco me fui involucrando, queriendo cumplir el sueño que tuve de niño de estar en la selección», agregó.
Jason cumplió su sueño en 2019, fue a mediados de ese año que recibió el llamado del profesor Rudis Gallo, pero antes debió ir a jugar a la primera división de Costa Rica. Jugó tres temporadas con un equipo de Escazú.
«Siempre tuve el sueño desde muy chico de saber que se siente pertenecer a una selección de fútbol playa. Ahora ya tengo una eliminatoria y primeramente Dios mi primer mundial», confía Urbina quien no esconde su admiración por Frank, Agustín y Eliodoro.
A parte de jugar al fútbol playa, Jason aunque vive en un municipio de la capital también se dedica a la pesca y en el pasado hizo labores agrícolas y trabajó en talleres y fabricas puesto que a raíz de sus condiciones económicas debió dejar los estudios en el noveno grado.