Juan Ramón Paredes tiene ahora 73 años. Está lúcido para dirigir a Cangrejera, de tercera división. Cuando ganó la medalla de oro en San Salvador 2002 tenía 52. Tras 21 años de haber logrado la presea dorada con la sub-23 [esa que le colgó el expresidente de la Fesfut, Humberto Torres [QEPD] y que aún conserva], el estratega recordó cómo fue abrazada esa gesta. Tuvo complicaciones para elegir a los 18 jugadores que iban a competir. Tuvo que hacer muchos descartes y luego soportar algunas respuestas negativas de jugadores, sobre todo Eliseo Quintanilla, quien ya jugaba para el DC United, de la MLS. Para hablar de esa vivencia, Paredes sigue de puertas abiertas y espera que ahora, de cara al torneo de San Salvador 2023, el seleccionador sub-22, Édgar Henríquez lo llame para hablarle al plantel.
¿Cómo vivió esa tarde del 7 de diciembre de 2002 en la final ante México, en el Cuscatlán?
Hay un detalle bien curioso de esa fecha. Estábamos a la par del profesor Jaime Loucel, quien era preparador físico y asistente de esa sub-23. En el minuto 13 de la final de Juegos Centroamericanos y del Caribe de 2002, México nos anota el 0-1 y salta el profesor Loucel y me dice: profe, ya vio. Yo le respondí que sí, que ya había visto y le aseguré que eso era mala suerte para México. Se me quedó viendo y se fue al banco. Le dije que se preparara para el final, que a ver si íbamos a poder tener chance de hablar. No quedó tiempo para eso por la celebración de nosotros. Nos fuimos todos llenos de emoción.
Tuvo un grupo encabezado por Josué Nahum Galdámez, Gilberto Murgas, Luis «Manotas» Castro, Roberto Ochoa. Era un grupo sólido en todas sus líneas.
Primero que nada hicimos un llamado a muchos que habían estado en diferentes selecciones formativas y a los que venían destacando en las reservas. Ese grupo era conformado en su mayoría por jugadores de FAS, quienes habían tenido una disputa futbolística muy grande con jugadores de Alianza. Recuerdo que el profesor Julio Palacios Lozano y Ángel Orellana eran los entrenadores de la reserva de Alianza. FAS estaba a cargo del doctor Ricardo Mena Laguán. Teníamos una base de 40 jugadores, pero antes algunos habían dicho que no a la selección sub-23. De Santa Rosa de Lima, Kristian Reyes dijo que no, Héctor Salazar, quien jugó en Alianza y Firpo, dijo que no, también Eliseo Quintanilla dijo que no, porque tenía compromisos en Estados Unidos [con el DC United de la MLS].
¿Eliseo Quintanilla le dijo que no a esa selección?
Sí y de ahí tuvimos a otros que por temas de capacidad, Gerardo Burgos y Émerson Veliz, nos dolió dejarlos por fuera. Teníamos que escoger a 18 jugadores. Los que salieron fueron comprensivos y siempre que nos encontramos reconocen que tuvimos una buena relación. Llegamos a la competencia sin ningún partido amistoso internacional. Tuvimos que conciliar los grupos de jugadores entre Alianza y FAS, porque la rivalidad era tan grande que la situación estaba bastante tensa. Pero lo logramos superar. Fesfut nos dio el respaldo para poder tener entrenos en la mañana, tarde y noche. Entendimos todos que estábamos para el país, para la selección. Todas las delegaciones estaban en la UES, pero el espacio que nos tocaba en esa sede era bien reducido para nuestra delegación de 25 personas. Otras disciplinas colectivas ya tenían definido su espacio y hubo que hablar con el comité organizador y tuvimos que regresar a la Fesfut. En la concentración en el albergue de la Fesfut, tuvimos la dicha de que solo nosotros estábamos ahí en ese momento.
¿Hablaron antes de la competencia acerca de premios con la dirigencia de la Fesfut?
Nunca se les prometió ningún dinero a los jugadores. Fue hasta que logramos la medalla de oro cuando la Fesfut nos otorgó un premio de $2,000 a cada jugador. Al final fue de $1,800, porque nos descontaron $200. Pero los jugadores en ningún momento pidieron premios. Estábamos convencidos de que el país venía de una fase delicada en selecciones nacionales, hubo momentos en los que se habló de que se había tocado fondo. En todos los medios estaba esa mentalidad pesimista. Logramos despertar nuevamente el interés por la entrega de los muchachos. Solo un gol nos anotaron [en la final contra México].
¿Recuerda el debut contra Nicaragua y Dominicana en fase de grupos?
A Dominicana, en el debut, le ganamos más con entusiasmo que otra cosa. A Venezuela sí lo derrotamos con una planificación. Le ganamos 1-0 a Venezuela y con el mismo marcador también vencimos a Haití. Eso reflejaba que estábamos bajos en producción de goles, pero tampoco nos marcaban goles. Recuerdo que contra Nicaragua solo estuvimos nosotros y las familias de los jugadores. Jugamos en un estadio vacío. Pero, al final, derrotamos a Nicaragua. Fue en una tarde emotiva, porque el primer tiempo fue 0-0 y luego en el segundo tiempo el rival ya no respondió y logramos los goles. Contra Haití iba a ser más difícil, pero sacamos el resultado.
En la final de San Salvador 2002, frente a México, llegó la hora de los penaltis, luego del 1-1 en tiempo reglamentario y extratiempo. ¿Cómo se hizo la escogitación de los pateadores?
No los elegí yo. Ellos se eligieron, porque todos querían tirar penaltis. Recuerdo que los jugadores me dijeron antes de cobrar los penaltis: viejo, a quien pongás todos vamos a anotar. Yo ya tenía una idea de quiénes podrían patear, pero no habíamos ensayado. Todos estaban disponibles para patear. Gilberto Murgas dijo que iba primero. Luego Alfredo Pacheco [QEPD] dijo voy para el cuarto tiro. Entonces, me quedaba elegir el segundo y tercer lanzador, porque Nahum «Mochila» Galdámez me dijo que iba al quinto. Selvin González [QEPD] se me acercó y me dijo, profesor, no se equivoque. Luego, Carlos Menjívar, de FAS, me dijo que quería tirar. Teníamos buenos tiradores, teníamos gente decidida. Vi a Luis Castro en la forma que atajó y eso nos contagió. Tres penaltis de nosotros fueron al mismo lado. Nos contagiamos cuando vimos a Murgas en su cobro. Nos encomendamos a Dios antes de todo. Estábamos ante nuestro público, ante nuestro estadio. Ganarle a México siempre es una alegría extra.
Antes de la final contra México había platicado con Carlos De los Cobos, técnico de los aztecas en ese certamen, o Ricardo Lavolpe, quien era el timonel del combinado absoluto mexicano?
Nunca tuve un cambio de impresión con ellos, quienes estaban en un hotel muy bien hospedados. Tenían ciertos privilegios que fueron solicitados por la Federación Mexicana de Fútbol. Nunca tuvimos acercamiento con ellos.
Mágico González también los contagió.
Tuvimos la visita del Mágico antes y después del partido ante México . Eso nos llenó de alegría y satisfacción. Llegó con su mamá, con la mamá Toya como él le decía. Fue un gesto maravilloso que nos inspiró. No soy amigo de Mágico, pero se recuerda el sentimiento. Se me vienen ahora lágrimas por el hecho de que nuestro jugador histórico nos llegó a apoyar, a felicitar. Fue bien importante su respaldo, su emoción y sus palabras. Siempre se expresó bien de nosotros. Eso nos ayudó mucho para entender que alguien tan grande como él, veía todo lo posible. Tuve la dicha de hacer debutar a Rodrigo, el hijo de Mágico, en Atlético Marte contra Alianza. Desde esa fecha hicimos una amistad con Rodrigo, pero también tuve a Jorgito Jesús Gonzalez, otro hijo de Mágico.
¿Va a ir a ver a la sub-22 en la competencia por una medalla?
Es que tengo que ir. Estoy a dos cuadras del estadio Las Delicias. Estaré en todos los juegos que Dios me permita estar. A la selección hay que amarla y respetarla.
¿Cómo ve el grupo, frente a Dominicana, Venezuela y México?
Para disfrutar de la medalla, hay que ganarles a todos. Los marcadores, la cantidad de goles no es importante. Sí es importante no tener goles en contra. No es un campeonato, estos son partidos que se juegan muy distinto. No debemos permitir goles en contra. Todo se trabaja, pero el sentimiento y pensamiento de cada jugador son cosas muy aparte. Yo los voy a apoyar, espero estar cerca de ellos.
Usted no trajo a ningún legionario en 2002, pero ahora, el timonel Égar Henríquez ha traído a algunos y uno de ellos es Enrico Dueñas. ¿Cómo hacer para meter en la misma idea a los foráneos?
Para que ellos jueguen necesitan sentirse parte de acá. La mayoría de los que vinieron no se ha sentido parte de nosotros, de la selección, del país. Obviamente tienen una cultura diferente, porque vienen de otro país en el que las cosas son distintas. Pero cada uno tiene que sacar su corazón al servicio del pueblo.
Enrico Dueñas ha tenido pocos minutos en su equipo, en el Cartagena B de España. ¿Qué tanto puede complicar ese detalle?
Bueno, si el jugador es bien dotado técnicamente, no hay problema. Si afuera ha entrenado a otro nivel, significa que viene bien preparado. Si acá se integra a la convivencia y a lo deportivo, entonces sacará sus condiciones futbolísticas. Que no haya tenido minutos en su equipos, a esa edad. no es una desventaja. Yo apelo a la capacidad que ellos tengan con la pelota, ahí pasa todo. Pero si acá les vamos a enseñar con la pelota, difícilmente podamos lograr algo con ellos. A Enrico no tenemos más que decirle que se sincere con Kiko Henríquez sobre en qué zona de la cancha se siente mejor, dónde él puede producir mejor. Tiene una técnica muy buena, tiene un físico envidiable. Es muy inteligente. Hay que ponerlo a jugar donde él disfruta.
Cierta vez dijo que este fútbol era insalvable. ¿Sigue teniendo esa viñeta el balompié cuscatleco?
En ese momento, la diferencia quizá estaba dando pasos equivocados. Cuando no hay una cancha para entrenar o alimentación, es difícil para todos los entrenadores. Yo también dije en una oportunidad que el fútbol del Caribe nos iba a alcanzar y ahora nos está superando. Fui a una gira por el Cartibe y me quedé sorprendido con la intensidad con la que se jugaba en esa zona.