TOMO IV – PARTE I
Durante la colonización, la fundación de pueblos de españoles era parte fundamental de la política. Al someter un territorio, se escogía un sitio donde vivirían los conquistadores como los primeros vecinos de la nueva villa. Las primeras comunidades tenían poblaciones de entre 20 y 100 vecinos españoles.
En raras ocasiones se decidía situar la villa en una comunidad indígena importante. Dos grandes ciudades del país, San Salvador y San Miguel, se iniciaron de esa manera, como villas de conquistadores.
En el libro «Historia I, El Salvador» (2009) se relata que la villa de San Salvador fue fundada a raíz de una expedición no documentada y que fue llevada a cabo en menos de un año tras la entrada de Pedro de Alvarado, en junio de 1524.
La única evidencia que se reconoce proviene de archivos de Guatemala, en donde se menciona que, en mayo de 1525, el capitán Diego de Holguín se había ausentado para ocupar el puesto de alcalde ordinario de la villa de San Salvador.
De acuerdo con el historiador salvadoreño Jorge Lardé y Larín (1920-2001), en un principio la villa fue fundada en la comunidad de Cuscatlán (o «Cuzcatlán»); sin embargo, los españoles no fueron bien recibidos, ya que los originarios se rebelaron, y esto obligó a dejar el lugar, por lo que optaron por asentarse lejos de los centros indígenas principales.
ALBORADA Y ASENTAMIENTO
La segunda villa de San Salvador se estableció en la ahora llamada Ciudad Vieja, hacia el sur de Suchitoto. Escritos que llegaron a manos del historiador y religioso español Antonio Remesal habrían evidenciado que el 11 de abril de 1528, cuando los conquistadores fundaron la villa, tardaron al menos 15 días en trazar las calles, la plaza principal y la iglesia, además de algunas casas para morar. Después de 17 años habitando el lugar, el poblado se trasladó a su lugar actual.
Entonces, la villa de San Salvador comienza a ser trasladada a la llamada aldea en el valle de «Quezalcuatitán», y este es el tercer y definitivo asentamiento de la capital salvadoreña.
Fue en las vegas del río Acelhuate donde la ciudad fue edificada, y esto fue de acuerdo con los regimientos de las ordenanzas reales para fundar ciudades españolas, emitidos en 1538.
Sobre el tema, en el libro de «San Salvador, el esplendor de una ciudad» se relata que, al principio, se erigen la iglesia parroquial —actualmente iglesia El Rosario—, la plaza de armas —ahora Plaza Libertad—, la casa consistorial, y luego el cabildo o palacio municipal y los primeros portales del centro citadino.
El 27 de septiembre de 1546, el príncipe Felipe, quien estaba afincado en Guadalajara, España, le concede a San Salvador el título de ciudad. Para esa época, San Salvador contaba con al menos 50 familias españolas y 29,000 indígenas, quienes se agrupaban en pequeños caseríos aledaños.
Como si se tratase de una tierra prometida, San Salvador comienza a ganar confianza en su comercio y a crecer.
Ricas plantaciones de árboles frutales traídos del viejo continente le dan esplendor. También se empiezan a ver los cimientos de edificios de calicanto, ladrillo, madera teja. Se construye un hospital, un «espléndido templo parroquial y un molino de trigo que en ese tiempo funcionaba gracias a la fuerza del Acelhuate».
Grupos religiosos llegan a la tan afamada San Salvador, como es el caso de los frailes de la Orden de Santo Domingo, que fundan un monasterio y un templo en las inmediaciones de la actual iglesia de Candelaria.
Para 1571 y 1574, la provincia ya contaba con unos 750 pobladores citadinos y alrededor de 50,000 indios. Esta población estaba distribuida en más de 80 pueblos circunvecinos y 70 repartimientos. En 1594, la urbe ya contaba con 3,500 habitantes, entre españoles, ladinos, indígenas y negros.
Años más tarde, en 1623, como signo de crecimiento, se funda el convento Nuestra Señora de la Merced, Redención de Cautivos.