La misión de David Dóniga es ganar, ganar y ganar, la discusión de las formas queda para debatirlo con los periodistas en la conferencia de prensa pos partido. Importa poco también que las críticas a su armada inunden las redes sociales.
El estilo no es el Santo Grial para el míster ibérico, lo suyo es cumplir objetivos y por ahora los cumplió casi que al pie de la letra: ganó cinco partidos de seis, retornó a la Azul a la Liga A de Concacaf y tiene el boleto a Copa Oro para subirse nuevamente al avión.
Ante Montserrat, sin un jugador que piropee la pelota, Dóniga regó el campo del Cuscatlán con un pelotón de centrocampistas y únicamente fue Nathan Ordaz quien sembró migajas de toque fino y talento.

Así, Dóniga logró una terapéutica victoria que no alcanza para bajar el volumen a la voz de la crítica, pero logró el objetivo que para este tiempo y tratándose de la Azul es celestial.
Ante Montserrat, el estratega de acento español, renunció a cinco piezas del 11 que puso en su tablero de ajedrez frente a Bonaire, pero solo fue un intercambio de piezas de caucho a madera, porque el sistema fue el mismo: un 3-4-3 que es innegociable y que suena ofensivo, pero que va cargado de carceleros.
Tomás Romero sustituyó a Mario González bajo los palos, pero, no apareció en la línea de tres al otro Romero, Henry, que le dio paso a Julio Sibrián y vio el partido desde las gradas junto a su familia.
En el extremo izquierdo tampoco apareció Álex Larín que dejó su puesto para Nelson Blanco. Y en ofensiva Rafael Tejada se quedó con el espacio de Francis Castillo, y Styven Vásquez sustituyó a Nelson Bonilla en la punta de la lanza.
De este 11 (menos el apellido Dóniga) se aplaudió uno a uno sus nombres cuando sonaron en el altoparlante, pero más tardó en sonar el silbato inicial que los primeros reproches desde las gradas.
El hincha de la Azul es duro, pero también bondadoso: silba el pase equivocado y premia con aplausos el esfuerzo y en ese apartado Sibrián en la zaga y Ordaz en ataque cerraron los 45 minutos de la primera función con el pulgar alzado.
El aporte de Ordaz, aparte de algunas jugadas para la grada y un remate al larguero, fue el centro envenenado que amagó con cabecear Styven Vásquez, y que luego serviría el meta Trent Carter Roger a los botines de Tejada que solo tuvo que soplar la pelota al fondo de la cabaña.

Era el 9′ y en adelante se esperaban que los goles locales fluyeran al compás de la lluvia, pero las ocasiones se esfumaron sobre el tragante como detergente líquido.
Styven Vásquez tuvo para el 2-0 al 19′, pero acabó enviando el balón a las gradas, probó Tejada, al 27′, pero esta vez se chocó con los guantes de Carter Roger, que luego vería como a la media hora Ordaz le sacaba pintura al horizontal con un zurdazo desde fuera del área.
En el complemento, si bien la Azul tuvo una chance más en los botines de Tejada, el césped del Cuscatlán se empantanó y ya no dio para jugar al fútbol. La pelota rodó apenas entre el lodo y afloró el instinto del pelotazo, obviamente, favorable al fútbol caribeño.
Los últimos diez minutos se consumieron entre el nerviosismo y los silbidos: nunca llegó un segundo gol y la hinchada despidió silbado a Darwin Cerén en su salida y a Nelson Bonilla a su ingreso. Fin de la historia.
