Los atentados en las Torres Gemelas y el Pentágono el 11 de septiembre de 2001 marcaron un punto interesante en la labor periodística mundial. Los principales medios de comunicación dejaron de lado la «independencia», de la que todavía alardean, y abrazaron un solo concepto editorial: terrorismo.
Esto nos lleva a preguntarnos ¿qué tan imparciales son los medios de comunicación en el mundo? Obviamente, cada uno dirá que es independiente, imparcial, que hace periodismo de investigación. Sin embargo, desde hace décadas, la profesión pasa por diferentes crisis, y hay sucesos que la exponen.
Los debates y las discusiones de los motivos de dichas crisis se han intensificado y pareciera que todos tienen algo que decir. Pero las causas varían de acuerdo con el sector que se pronuncie.
Es así que los análisis de los académicos, de los políticos, de los empresarios y de los mismos periodistas difieren mucho. Algunos consideran que el periodismo dejó de ser importante, pues hoy, gracias a la tecnología, la ciudadanía puede producir contenidos noticiosos y estar informada.
A esto se suma la creciente desconfianza de las personas hacia los periodistas, la cual en los últimos años ha aumentado, según estudios internacionales serios. Esto es mucho más evidente en sociedades altamente polarizadas, donde algunos medios y periodistas toman posición en favor o en contra de algún partido o figura política y privilegian la producción de información de ideologías. No cabe duda de que el desarrollo de internet ha calado en las empresas de comunicación.
Pero nadie puede negar que mucho ha jugado la pérdida de credibilidad impulsada por un factor determinante: el financiamiento del periodismo. Con los avances tecnológicos, las nuevas formas de publicidad han causado estragos en los ingresos de la prensa en general, provocando que se busquen nuevas formas de obtener dinero y mantener las planas editoriales.
Es aquí donde personajes oscuros, empresarios, políticos, instituciones, ONG, entre otros, aprovecharon para manosear la profesión, por más que se resistan a aceptarlo. Se ha demostrado que George Soros ha hecho de las suyas en muchos países, incluyendo El Salvador.
También recientemente conocimos que algunos medios internacionales y locales se financiaban de USAID, y el común denominador ha sido desestabilizar gobiernos. Otros medios digitales nacieron simplemente para hacer guerra comercial.
En nuestro país, el derribamiento del sistema político de las ideologías de derecha e izquierda provocó que también el poder fáctico activara a sus medios de comunicación afines, impulsara la creación de prensa digital y se unieran en un mismo fin: luchar contra el nuevo sistema establecido por el pueblo que eligió a Nayib Bukele como su presidente.
La prensa, en buena parte, pasó de hacer periodismo a hacer activismo político. Unió fuerzas con las ONG fachada, «analistas» pordioseros y políticos derrotados para conformar un solo bloque de ataque. Y a eso, descaradamente, llaman periodismo «incómodo», «imparcial» o «independiente».
En estos días, los salvadoreños también hemos sido testigos de la guerra mediática nacional e internacional por el caso de un deportado. En este asunto ha quedado calcada la falta de imparcialidad. Es que los medios de prensa contrarios a un Gobierno atacan con artillería editorial manoseada, de acuerdo con sus intereses.
Esto devela, nuevamente, que muchos medios buscan establecer sus objetivos perversos como verdad en la percepción de la gente. Ya no les importa si defienden a un criminal, ni la seguridad de la sociedad.
Y esto se ve reflejado día a día cuando se desarrollan las batallas de las plumas en contra del Plan Control Territorial, del régimen de excepción y del Cecot. Lloriquean porque hay miles de criminales encerrados, pero más de 6 millones de personas inocentes libres no valen nada en sus escritos.
Se hacen pasar por defensores de la verdad, cuando son voceros de maras y pandillas, y enemigos del pueblo trabajador y honrado. Proliferan noticias e informes falsos o sesgados, lo que contribuye a la notable pérdida de credibilidad. Lamentablemente, aún hay perversos alimentando a estas plumas; pero es dinero botado.
No entienden que, en el caso de la sociedad salvadoreña, la credibilidad de los periodistas «incómodos» está por los suelos. Se refleja en las encuestas. Prueba de ello, y como lo he mencionado en algunas de mis columnas, es que han perdido batallas épicas contra Nayib. Y es que el pueblo es el mejor evaluador de un presidente, de un Gobierno.
Es ese mismo pueblo que derrocó el sistema fáctico que tanto protegían ARENA, el FMLN y algunos partidos políticos apéndices. Sin duda, el verdadero periodismo languidece, al menos en El Salvador. La profesión más bella del mundo, según lo expresara Gabriel García Márquez, ahora yace en el fondo de un basurero. ¿Podrá cambiar la historia del periodismo en algún momento?, ¿son capaces los escribientes de recuperar la profesión? Por ahora, todo apunta a que no. A los que alardean de periodistas «incómodos» se les ve realmente cómodos recibiendo dinero de donde sea y escribiendo lo que sea.
No sería raro que hasta de Maduro estén obteniendo financiamiento, con tal de ver libres a los criminales venezolanos. Y, lamentablemente, hasta los propietarios de algunos medios escritos que un día fueron grandes se han dedicado a llevar al precipicio a sus empresas solo por mantener una lucha idiota contra un Gobierno que es protegido y aplaudido por todo un pueblo.
Sus letras están al desnudo.