Solo unas pequeñas pinzas separan a los trabajadores del Instituto Butantan del animal más letal de Brasil, el escorpión amarillo, responsable de cada vez más muertes en el gigante suramericano.
La pérdida de su hábitat natural en los bosques, la expansión de las ciudades brasileñas e inviernos cada vez más cálidos han convertido a este arácnido venenoso en un problema creciente para las autoridades de salud.
«El clima está más caliente y el metabolismo de estos animales también, entonces están más activos, están comiendo más, se reproducen más rápido (…) y ocurren más accidentes», explica a la AFP Thiago Chiariello, coordinador de producción de suero antiescorpiónico en este centro de investigación estatal.
Desde su laboratorio en Sao Paulo, donde cientos de escorpiones viven confinados en terrarios y cajas plásticas, el Instituto Butantan surte de antídoto a este país de 212 millones de habitantes.
Pequeños, adaptados a las ciudades y capaces de reproducirse sin machos, estos arácnidos han superado a las serpientes en la lista de fallecimientos por accidentes con animales venenosos.
En 2019 los reptiles provocaron 155 muertes frente a 95 por cuenta de los escorpiones, según datos del ministerio de Salud. En 2023 el ranking se invirtió y el diminuto y oscuro aguijón de los escorpiones causó 152 muertes, 12 más que las serpientes.
«Tienen una distribución más amplia, más extendida» que las serpientes, anota Paulo Goldoni, biólogo del Instituto.
Sin depredador
A diferencia de otros animales, los escorpiones han prosperado a medida que las ciudades brasileñas crecen, en detrimento de la naturaleza.
«Debido a la urbanización descontrolada hay una pérdida de los principales depredadores de estos animales (…) En la naturaleza algunas aves, lagartijas y sapos se comerían escorpiones, pero estos no se aproximan a las ciudades», explica Chiariello.
Además, en las calurosas calles de Brasil abundan las cucarachas, alimento predilecto de los escorpiones.
«Están muy adaptados al medio urbano, así que tenemos que tomar precauciones para evitar a estos animales», como no dejar acumular escombros ni basuras, advierte Chiariello.
En una tarea de precisión, los trabajadores del Instituto guían la inquieta y larga cola del arácnido hasta un pequeño envase donde el animal libera veneno que será transformado en antídoto.
«Lo aplicamos en caballos y luego hacemos todo un trabajo de purificación de la sangre del caballo que resulta en el producto final: los sueros», explica Goldoni.