El siglo XIX terminó con grandes avances tecnológicos que cambiaron al mundo. En el área de la aviación, estos inventos fueron lentos pero progresivos.
Una «Reseña Histórica del Aeropuerto Internacional de Ilopango» —el primer aeropuerto salvadoreño—, elaborada en la Comisión Ejecutiva Portuaria Autónoma (CEPA), confirma que los sueños de aviación en El Salvador se remontan a 1803, cuando un inquieto sacerdote intentó volar.
El «padre Domingo de Lara […] construyó un aparato de madera y tela, que se lanzó por primera vez desde la torre de la iglesia del barrio de San Jacinto en San Salvador entre 1803 y 1810, logrando aterrizar exitosamente en un parque aledaño. Posteriormente modificó su aparato, logrando volar desde una cima hasta lo que actualmente se conoce como el Parque Zoológico Nacional, cubriendo una distancia de 1600 metros, aproximadamente».
La proeza, se relata, fue similar a muchas registradas alrededor del mundo: se ideaban aparatos con materiales ligeros y se hacían demostraciones públicas; sin embargo, los resultados podían ser catastróficos.
«En El Salvador hubo algunos intentos de construcción de aparatos voladores, algunos hombres intrépidos lograron hacer algunas demostraciones públicas. Sin embargo, al igual que en el extranjero, no se contaba con pistas de aterrizaje, mucho menos con leyes de aviación que reglamentaran las hazañas; por tanto, cada uno de los intentos por volar fueron realizados en campos abiertos y haciendas».
Una de las principales deficiencias de todos los inventos voladores fue la falta de un aparato que lograra controlarlos en el aire, y tuvo que pasar casi un siglo para que se hiciera realidad una nave aérea manipulada.
Se ha fechado que el 17 de diciembre de 1903 los hermanos Wilbur y Orville Wright realizaron el primer vuelo utilizando un aparato que se impulsaba con una máquina y tenía un motor que permitía ser dirigido. Su hazaña se registró en Dayton, un pueblo de Ohio, Estados Unidos, donde su nave Wright Flyer voló por 12 segundos, logrando recorrer 36 metros.
Pero fue Alberto Santos Dumont quien realmente logró construir un aparato que no necesitaba ser impulsado más que con su propio motor, e hizo una demostración pública el 23 de octubre de 1906 en el campo parisino de Bagatelle.
En los años posteriores, expone el documento de CEPA, surgieron muchos proyectos y prototipos de aeroplanos en Europa y Estados Unidos.
«Dada la influencia cultural que ejercían dichas potencias sobre las élites de El Salvador y Centroamérica a inicios del siglo XX, también creció en el país la idea romántica de la aviación, incrementándose después del 2 de mayo de 1912, cuando arribó a tierra salvadoreña procedente de Guatemala el aviador francés François Durafour, en un avión Deperdussin con motor Gmone de 50 caballos de fuerza. Tres días después se efectuó una demostración de sus magníficas cualidades como piloto aviador en el campo de Marte, hoy Parque Infantil. En las exhibiciones de Durafour siguieron las de otros pilotos extranjeros y salvadoreños, que despertaron el interés del pueblo cuscatleco por la aviación».
Se ha confirmado que Julio Yúdice fue el primer salvadoreño en graduarse como piloto aviador y el primer piloto con que contó El Salvador. Realizó sus estudios de aviación en San Francisco, California, donde demostró ser un hombre de méritos excepcionales: «Era un magnífico diseñador de aeroplanos, a tal grado que él mismo construyó su propio avión».

La primera flota y la Fuerza Aérea
Si bien la historia de la aviación en El Salvador está marcada por personajes célebres interesados en surcar los cielos, la verdadera primera flota de aviones en el país se logró gracias a la hermandad con México.
Para 1917, el entonces presidente del país azteca, Venustiano Carranza, donó dos aeroplanos a la Escuela Politécnica de El Salvador. Las naves llegaron vía ferrocarril el 14 de febrero de 1917. Fueron seis días por tierra.
Se relata la proeza en torno a los aviones: «De esta capital (México) saldrán mañana para aquel lugar los oficiales aviadores mexicanos capitán Guillermo Villasana, Felipe Carranza y teniente Benjamín Vanegas, en compañía de varios oficiales de la Escuela Politécnica. Ya está destinado el sitio en que se procederá a armar la máquina […] una vez practicados los ensayos se efectuará el primer vuelo, probablemente la próxima semana».
Ya en El Salvador, los aeroplanos fueron ensamblados y en febrero de 1917 se llevaron a cabo «los primeros vuelos del aeroplano donado por México, utilizando como instalación para el montaje del aparato y como pista la hacienda Colima».
No obstante, hubo que esperar un año y la llegada de un nuevo aviador salvadoreño, el teniente Humberto Aberle (graduado de Radwood Aviation School, de Estados Unidos), para marcar el vuelo oficial en El Salvador el 24 de enero de 1918, que es considerado como el nacimiento de la Fuerza Aérea Salvadoreña.
La hazaña de Aberle se llevó a cabo en la hacienda Colima, en la jurisdicción del actual municipio de Suchitoto.

El aeródromo de Ilopango
Con el paso del tiempo, tras el primer vuelo oficial en cielo salvadoreño, se da vida de manera clara a la Fuerza Aérea Salvadoreña y todos los esfuerzos de la aviación en el país se vinculan a las tareas de la institución castrense.
Las primeras demostraciones aéreas se llevaban a cabo en el antiguo campo de Marte (hoy Parque Infantil); sin embargo, no reunía las condiciones necesarias para el aterrizaje.
Fue entonces que el presidente de la república, Carlos Meléndez, donó una parte de la finca Valencia, preparando el terreno y construyendo un hangar para tal fin.
Con la creación de la Sección de Aviación, posteriormente fue necesaria la construcción de un aeródromo más grande que tuviera todas las condiciones necesarias para el uso de las naves militares, dejando atrás la finca Venecia y optando
por un terreno «en las cercanías de la población de Ilopango [que] se ha preparado el campo de aterrizaje, extenso y amplio, y se han construido los hangares y dependencias necesarios».
Con la creación de este nuevo aeropuerto y la flotilla, el 25 de agosto de 1924 se tienen
los primeros pilotos graduados en el país: Juan Ramón Munes y Ricardo Aberle obtuvieron sus títulos de pilotos aviadores luego de haber presentados los exámenes al entonces presidente de la república, Alfonso Quiñónez Molina, que se hacía acompañar de sus ministros y otros funcionarios.