Dora María Henríquez Chavarría, de 62 años, se retiró de las aulas escolares hace dos años y ha dedicado todo su empeño en sacar adelante, junto con sus dos hijas, el proyecto que empezó en 2015. Primero fue con árboles frutales y tres años después incluyó hortalizas, por lo que el emprendimiento continuó creciendo hasta convertirse en una microempresa el año pasado.
«Apareció el Programa Mundial de Alimentos [PMA] con el proyecto de la hortaliza y ahí nosotros iniciamos. La parcela que se nos asignó fue pequeñita, pero fue modelo y ese fue el auge para nosotros. Nos encantó, nunca en la vida pensé que íbamos a sembrar tomates», comenta Dora.
Posteriormente, el PMA les construyó un macro túnel.
«Iniciamos con 50 metros cuadrados, a lo mucho; y con muy pocas variedades, luego tuvimos la oportunidad de tener un poquito más de 500 metros cuadrados, que es lo que ahorita tenemos protegido [macrotúnel]. Tenemos una parcela que está al aire libre, son 1,000 metros cuadrados de producción de hortalizas en diferentes variedades», cuenta Sury Henríquez, de 30 años, una de las hijas.
La finca Henríquez se encuentra en el caserío El Tablón, cantón Río de Vargas, en Uluazapa, San Miguel. Debido a la calidad de sus productos se ha ganado la aceptación en su comunidad y entre semana visitan los distritos colindantes para ofrecer sus productos en la modalidad de puntos de ventas fijos.
Sury, además de ayudar en el campo, se encarga de la comercialización del producto. Es abogada, perito traductor, y desde que cuentan con la finca se ha dedicado a especializarse en hortalizas con el PMA, con el ITCA en horticulturas, además de conocer el manejo de tilapia, cultivos hidropónicos, y pronto comenzará un curso en gastronomía.
«Tener un negocio es también estudiar más, capacitarse más, no detenerse. Entonces nosotras a medida íbamos variando la producción teníamos que saber más», expresa Sury.
Entre sus mayores logros está la construcción de un reservorio con una inversión de $16,000 para implementar un sistema de captación y distribución de agua entre los cultivos y no depender del agua que consume la comunidad, además de que es un estanque de tilapias.
«Me encanta. Antes pensaba que la abogacía iba a ser mi vocación, pero no, hasta 2018 que conocí de lleno el tema de hortalizas, empecé a descubrir cuál era mi verdadera vocación. No es tarde para descubrirse y me alegro de que lo haya hecho, me ha dado mucho más éxito que mi carrera profesional», comenta.
Su hermana las acompañó en el inicio del proyecto, pero posteriormente se fue a Estados Unidos, donde estudia enfermería y continúa apoyando a la familia.