María Magdalena Santos de Palma, de 69 años, lleva poco más de 25 años de vender atol en el municipio de Berlín, Usulután, un negocio que le permitió terminar de criar a sus hijos y con el que actualmente puede subsistir.
Cada día, Magdalena se levanta entre las 2 y 3 de la madrugada, se dedica a orar y a las 4 empieza a alistar la venta para colocarse a las 5:30 a.m. en la calle principal de la colonia El Jardín, ubicada en la salida hacia Alegría, lugar donde ya muchos clientes la esperan para desayunar con atol.
Previamente se dedicó a la agricultura y al ganado. Ella recuerda que el primer día que comenzó a vender fue el 25 de marzo de 1998, luego de pedirle a Dios por un trabajo para mantenerse ella y dos de sus siete hijos, que todavía estaban estudiando.
«Recuerdo que me senté en unas gradas con una olla, un 25 de marzo, con solo dos colones en la bolsa. Yo digo que Dios me ayudó a que el atol me quedara rico y lo pude vender, vendí 22 colones. Y desde entonces hasta la fecha no me ha hecho falta dinero, gracias a Dios», dijo Magdalena.
Sus hijos fueron una motivación y un gran apoyo para que pudiera poner su negocio, por el cual es muy conocida en el municipio. Magdalena vende con una de sus hijas de lunes a viernes, mientras que los fines de semana otras dos hijas se encargan de la venta. Una de ellas aprendió a hacer el atol igual de rico como lo hace su mamá.
María Elena Palma, una de sus hijas, la ayuda a vender durante la semana y cuenta que su mamá siempre fue una mujer dedicada y entregada al trabajo y a sus hijos. «Ella siempre ha estado pendiente de nosotros. A pesar de que hicimos nuestras familias, nunca nos ha abandonado. Me siento muy feliz y privilegiada de todavía tener a mi mamá conmigo. Ella es una guerrera», dijo María Elena.