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«María Magdalena»
Por Hugo Mauricio Urrutia / DePoesía
Al pie del madero estuviste
y de lejos su encierro contemplaste,
aquel que con tus bienes le serviste
y cuya fe, sin claudicar, tú abrazaste.
Discípula suya, te hiciste,
todo por él, abandonaste.
Al sepulcro a buscarlo fuiste,
más, vacío, con sorpresa, lo encontraste.
¡Salve, María! recibiste,
por saludo, del quien tanto amaste.
¡Raboni!* , emocionada le dijiste
y postrada, a sus pies, les abrazaste.
¡María de Magdala!, ¡noble apóstol!
estuviste hasta lo último en su ida
y fuiste la primera en su regreso
hoy eres a los altares ascendida
yo diría: ¡enhorabuena! ¡Gran suceso!
«Tú eres Pedro»
Por Hugo Mauricio Urrutia / DePoesía
El primero en recibir el llamado:
Ven, sé mi seguidor.
El que siendo por el espíritu iluminado,
declaró: eres el Salvador.
El que por miedo
lo negó tres veces,
aunque prometió
no abandonar.
Luego del canto del gallo,
tuvo que llorar,
pero más nunca
volvió su fe a fallar.
El que vió a Jesús
sobre las aguas caminar,
y entusiasmado lo quiso emular,
más el miedo y la duda
lo hicieron fallar.
El que quiso levantar tres tiendas,
el que intentó impedir su arresto,
el que trató de persuadirlo,
el que escuchó del propio Jesús
el sermón del monte
y el Padrenuestro.
Al que Jesús le dijo:
hombre de poca fe,
apártate de mí Satanás.
De cierto te digo
esta noche me negarás,
pero también
tú eres Pedro:
sobre esta piedra
edificaré mi iglesia.
El que con humildad
aceptó su misión,
el que siendo un hombre común,
obró extraordinariamente,
el que no teniendo
ni oro ni plata,
actuó generosamente.
El que no podía
dejar de hablar
de lo que había visto y oído.
El que recibió las llaves del cielo.
Tú eres Pedro.
«El hombre de aquel viernes»
Por Guillermo Funes / DePoesía
Cargando nuestras culpas
te arrastraste angustiado.
Soportando las injurias
de todos tus “amigos”
y la ausencia cobarde
de tus doce escogidos,
y como corolario,
la triple negación
del que de roca
solo tenía el nombre.
Solo tu madre, la Magda,
Juan y unas cuantas mujeres
te lloraban,
porque a tus otros “hermanos”
no les importaba un loco.
Y sigues aún caminando
sobre el mismo calvario,
rodeado de la misma chusma,
hoy turística y mediática,
repitiendo el show-sacro
de los arrepentidos eternos,
fans de confesionarios.
Rostros curiosos
escondidos tras máscaras
de dolor maquilladas,
de los hijos de aquellos
que pedían tu muerte
y se burlaban de tu sufrimiento
luciendo al cuello escapularios
de Nike.
Y entre los dedos rosarios
de diamantes,
sin lograr adivinar aún
dos mil años después,
quién Ecce Homo eres.
Por eso con certeza dice
otro Francisco que no nació
en Asís,
quizás acaso desde alguna
cueva,
que cinco clases de personas
asistieron a tu drama:
cuatro que te pedían
bajases de la cruz y te salvaras
para poder creerte,
y un ladrón arrepentido
que no pide te salves
ni a él del sacrificio,
para poder creerte.
Solamente te piden en su agonía
“acuérdate de mí cuando llegues
a tu reino”,
a lo que tú le respondiste
con cuatro palabras:
“hoy” ¡que prontitud!
“estarás” ¡qué seguridad!
“conmigo” ¡qué compañía!
“en el paraíso” ¡que felicidad!
Así, quinientos años después
cumplíase el comentario de Isaías,
y a más de dos mil años
nos sigues provocando compasión
más no arrepentimiento,
mientras tú continúas silencioso
en tu calvario,
ante el horror de las miradas farisaicas
de nuestros cristianos corazones.