«Yo era rebelde», confiesa nervioso y con voz inquebrantable Fabio C, de 21 años, quien fue declarado culpable de haber cometido un homicidio y desde hace seis años está en un internado para menores. Desde hace dos años asegura que ha tenido un cambio y ahora desea «ser alguien para la sociedad, y así aportar y no solo dañarla»
Extorsión y homicidio son los principales delitos que encabezan la lista de ilícitos por los que están internados al menos 958 adolescentes, de entre 12 a 18 años, en Centros de Inserción Social (CIS) a nivel nacional, según el Instituto Salvadoreño Para el Desarrollo Integral de la Niñez y la Adolescencia (ISNA).
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Hasta noviembre de este año, al menos 258, hombres mayores de 18 años en su mayoría, están siendo inculpados de extorsiones y 205 jóvenes, de entre 16 a 18 años, por cometer o participar en homicidios. Seguido de 163 menores de edad que están internados por cometer alguna violación u otra agresión sexual. Por el comercio, posesión, tráfico o tenencia de drogas hay 98 adolescentes cumpliendo la medida de internamiento y 89 más son asociados a grupos pandilleriles, según el ISNA.
Fabio declaró que antes de ingresar al centro «estaba en malos pasos. Tenía malos pensamientos y solo pensaba hacerles mal a las demás personas, porque había mucho rencor y odio», recuerda. Todos estos años internaos le han ayudado a meditar que la venganza, el rencor y sus acciones pasadas no lo llevarán a nada bueno.
«Recién ingresé al centro desapareció mi hermano y sé que si hubiera salido en ese momento a las calles iba a hacer daño. Dios hace todo», relata Fabio.
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En El Salvador, los menores de edad, de 12 a 18 años, pueden ser privados de libertad solo por los delitos de homicidio, extorsión, privación de libertad, secuestro; por delitos relativos a la libertad sexual, que afecten intereses difusos de la sociedad y los cometidos por menores que hayan conciliado la misma clase de delitos dolosos, así se establece en el artículo 59 de la Ley Penal Juvenil.
El internamiento solo puede concurrir por orden judicial y su duración «será por el menor tiempo posible», rige la referida ley. Sin embargo, hay jueces de menores que han impuesto dicha medida hasta por más de 22 años por el grado de participación de los jóvenes en los delitos. Por ejemplo, Fabio fue condenado a 12 años de prisión, ya lleva seis años en el centro de inserción El Espino.
Según las estadísticas, la duración promedio de dicha medida ronda, en su mayoría, entre cuatro a seis años de condena, seguido de jóvenes que están menos de un año en internamiento y por último de uno a tres años de condena. Hay al menos cuatro menores de edad que están más de 20 años en resguardo. Aproximadamente 600 adolescentes están entre menos de un año a seis años de internamiento.
El ISNA es el responsable de acoger a los adolescentes y jóvenes que han sido condenados por un juez quienes son llevados a los centros de inserción social.
En el centro de Ilobasco cumplen medida 116 adolescentes, en El Espino hay 112, en Tonacatepeque están 92 menores de edad y en el centro femenino, en Ilopango, 20 mujeres. En el centro intermedio central están 297 jóvenes, en oriente 97 y siete más en los resguardos, metropolitano y en San Miguel.
Se busca un cambio
Las autoridades del ISNA le han apostado en los últimos años a la reinserción de los jóvenes a través de diferentes componentes como el apoyo sociofamiliar, el acceso a la educación formal y no formal, atención psicosocial, ocio y deporte, arte y cultura, entre otros.
«Mi objetivo es que los adolescentes se concienticen que la reinserción social es para ellos. Estos jóvenes han tenido pocas oportunidades, con baja escolaridad, vienen de familias desintegradas, varios por migración», dice Marvin Rodríguez, director del CIS El Espino.
Para Fabio los cambios son ciertos, su buen comportamiento permitió que pudiera continuar sus años restantes de condenas en un centro de menores, pese a que ya cumplió la mayoría de edad. El joven asegura que quiere seguir estudiando, le encantaría retomar idiomas y desarrollarse en el ámbito musical.
«Ver que las personas se interesen, nos motiven y pongan las manos al fuego por nosotros nos ayuda, saber que podemos aportar mucho», asegura, motivado y feliz Fabio, mientras espera comenzar sus labores de pintura en las instalaciones del ISNA.
Fabio y otros trece jóvenes, que ya terminaron su bachillerato y han demostrado cambios conductuales, son los primeros a quienes se les ha concedido un permiso especial para formar parte del proyecto piloto «Cambiemos juntos» en el que salen del internamiento para hacer actividades de albañilería, como estructuras de tabla roca y trabajos de electricidad.
Rodríguez asegura que desde el 2018 y 2019 ha habido una transformación en los jóvenes, «en sus cambios de conducta, pensamiento, inspiración en el tema familiar, querer ser alguien en la vida. Se le ha despertado al adolescente el interés de ingresar a una carrera universitaria y superarse».