La sola voz de Nubia del Mar tiene presencia, grave, fuerte. Luego, viene su sentido del humor y un carisma, que la hacen dominar los escenarios desde que tenía 16 años, al irse de La Unión a San Salvador.
La sonrisa de Nubia y la potente energía con la que habla de su pasión por la música, por cantar, es suficiente para captar la atención sobre su historia.
Proveniente de una familia de músicos, Nubia Marilú Gutiérrez desde pequeña escuchaba como sus hermanos, que conformaban la Sonora Carmeleña, ensayaban y cantaban en El Carmen, La Unión. Allá nació esta artista.
Pero por ser mujer la entrada al grupo estaba vetada. Nubia ya tenía el fuego de la independencia y el arrebato de seguir lo que quería: ser una artista, una cantante.
Tomó sus sueños y, desde el oriente del país, los llevó a San Salvador. Era una chiquilla con solo 16 años. La aventura comenzó así y desde entonces tomó cuanta oportunidad se le acercó para cumplir su objetivo.
Habrá sido el destino o su decisión, pero Nubia llegó a trabajar a un cafetín pequeño a la par de la histórica La Praviana; el pequeño lugar se llamaba, en consecuencia, La Pravianita. Allí pasaban el tiempo los cantantes de tríos, mariachis y solistas. Nubia dejaba salir de su boca canciones y aquellos cantantes la escuchaban.
«Allí llegaban los músicos y en la rocola ponían las canciones de Estela Núñez y Rocío Dúrcal y me escuchaban cantar. Me decían “muchacha, no cantás mal”. Así, me uní al Trío Fénix, con Roberto y Jorge Tica. Eran hermanos», recuerda.
Ese tiempo transcurrió rápido y en menos de cinco años ya era 1975. En esa época hervía la vida artística nocturna en San Salvador, donde el bulevar de Los Héroes era el escenario de la efervescencia.
Nubia se hizo un espacio en los lugares de moda, era integrante de caravanas de artistas. Cantó en restaurantes y bares legendarios como El Yate, La Fogata, El Manolo y El Bonanza, entre otros. Pronto se volvió codiciada para grupos y mariachis, y fue integrada por José Antonio Prado al mariachi Los Peregrinos como la voz principal.
Entonces, comenzó a interpretar canciones como «La puerta negra» y «Piquete de hormiga». La escuela de aquel momento, para estos artistas, era de ensayos auditivos, educando el sentido y captando los ritmos y las entonaciones hasta igualarlos a la canción original.

Cuatro años después, dejó a este mariachi e inició un recorrido por varios grupos, incluso en los inicios de los años ochenta formó parte de las caravanas artísticas del Estado Mayor y del Instituto de Turismo. Eran años de crecimiento y consumo de entretenimiento de artistas nacionales, eran años de apogeo y de mucho apoyo por parte del público y de las instituciones.
Pronto se encontraría siendo parte del «staff» de artistas del famoso restaurante El Alazán, ubicado en la Miramonte; de aquel mítico lugar solo quedan los recuerdos y las grandes experiencias del público y de los cantantes como Nubia.
En su repertorio se incluían románticas, rancheras, boleros y luego merengues. Ella cantaba lo que el público pedía, con la misma destreza vocal de uno y otro género. Nubia estaba lista para complacer a los oyentes.
LA CÚSPIDE
Entre un grupo y otro, entre una canción y otra, los años noventa estaban presentes y Nubia estaba por vivir lo que ella considera como la cúspide de su carrera, por el reconocimiento y la validación de su talento en televisión nacional.
«El señor Tomás Tobar me invitó a participar en el programa de televisión “Buscando estrellas”. Era conducido por Osvaldo Águeda. Entonces, gané el primer lugar con “Tarde”, una canción de Rocío Dúrcal. Participé con mi nombre completo porque quería que me conocieran», rememora con un enorme halo de dicha.
El premio, además de la fama y el reconocimiento, fue un trofeo más 2,000 colones. Posterior a ese lanzamiento televisivo grabó con el apoyo de Carlos Benzoni, su pareja, de nacionalidad italiana, el primer disco en formato de acetato de 45 revoluciones.
El álbum contó con material original, compuesto por ella, como «Cantaré» y «Amar en silencio». Aquello le dio años de más éxitos en los que siguió aprovechando su fama a partir de su gran talento y esa voz potente y ronca, el sello que la hace distinguirse en cualquier sala.
En esa época recorrió el mundo en compañía de Benzoni, visitó tierras tan lejanas como Italia e Israel. Luego sobrevino una pausa a raíz del deterioro de la salud de una de sus hijas.
Esa pausa se prolongó hasta 2006, cuando regresó a los escenarios con una propuesta para viajar a Chile y arrancar una gira. Allá permaneció viajando de Perú a Chile durante aproximadamente tres años.
En los últimos años se mantuvo viajando y haciendo gira en Honduras, Guate mala y Panamá, amenizando fiestas privadas y eventos. Su repertorio sigue siendo amplio, y a sus 67 años sigue manteniendo la misma energía, terquedad y tenacidad que tuvo cuando tenía 16: «Soy una señora tenaz, persistente, sigo dando guerra».
Previo a la crisis que ocasionó la pandemia, la cantante estuvo trabajando en Honduras, pasó por Guatemala y estuvo allí hasta que las fronteras levantaron las restricciones. Una vez en El Salvador, ha estado poniéndose a disposición para amenizar eventos, fiestas, al igual que sus compañeros del Sindicato Gremial de Artistas del Espectáculo (SGAE).
De hecho, en la primera fase de la reapertura económica, cuando los restaurantes ya podían atender en mesa, Nubia actuó en el restaurante cubano Cha-cha-chá.
Confiesa que la pandemia ha comp cado fuertemente a los artistas como ella, que en fiestas privadas, fiestas patronales o eventos públicos han trabajado, pero que por el momento no se incorporan con normalidad.
Ella está lista con su «show» como solista para recorrer las canciones de la época de oro, rancheras, románticas y varios éxitos originales, y amenizar un gran momento. Nubia dice enérgicamente: «Soy extrovertida, soy chingona y tengo toda una vida de trayectoria y de talento que me respalda».