«Este sitio salva vidas», anuncia la inscripción en inglés y español impresa en la pared de una sala para drogadictos en el barrio de Harlem Este, en Nueva York. Es el primer centro que se abre en Estados Unidos para pincharse en seguridad y quiere servir de modelo en un país golpeado por un récord de muertos por sobredosis.
A cada lado de una habitación, se alinean cuatro box o cubículos abiertos, equipados con una silla, una mesa y un espejo. Para ver «si algo sale mal», dice Mark (nombre ficticio) de 29 años, un habituado del lugar.
Aquí «te controlan, hay música, y no te presionan… En los baños públicos hay que darse prisa (…) tienes más posibilidades de errar la inyección y provocar un absceso», explica el joven.
Este californiano en busca de trabajo quiere reducir su dependencia de los «tranquilizantes y los opiáceos», un combate que libra desde hace dos años.
Fentanilo
En el mueble del centro de la habitación hay jeringuillas, elásticos, compresas y pajitas de colores. En otros dos cuartos más pequeños es posible fumar crack. Al otro lado, hay una sala de reposo donde se puede ver televisión.
¿Sala para inyectarse? Aquí, prefieren hablar de un «centro de prevención de overdosis», como las que mataron a 2.062 personas en Nueva York en 2020, en plena pandemia — frente a las 1.500 de 2019 y las 1.000 de 2015 –. En particular, en los barrios pobres y de afroamericanos.
Estados Unidos registró 100,000 muertos entre abril de 2020 y abril de 2021 por sobredosis, un récord.
El 77% de los casos ocurridos en Nueva York en 2020 se debieron al fentanilo, un poderoso y peligroso opiáceo de síntesis que se mezcla con heroína o cocaína, como el cóctel que mató a la estrella de la serie de culto The Wire Michael K. Williams, el 6 de septiembre de 2021.