Son infinitas las veces que hemos observado que algunas habilidades y talentos parecen ser heredados casi como un regalo que los padres otorgan a sus hijos. Y a medida que entramos en detalles, no encontramos más respuestas que validar la expresión popular «De tal palo tal astilla».
Basta con ver a nuestro alrededor para comprobar la existencia de estirpes con gustos y habilidades compartidas. Padres e hijos unidos bajo un mismo talento. Con la celebración del Día del Padre muy próxima, presentamos dos historias de padres e hijos que comparten el amor por la música.
A Darío Mendoza desde siempre le gustó la música. Se deleitaba al ver a grandes intérpretes como Paquito Palaviccini, orquestas colegiales y misas cantadas en la Don Rúa, por lo que su amor y admiración por la música lo llevó a querer hacer de esa expresión artística una carrera profesional para su vida.
Con el pasar de los años, el destino lo llevó a estudiar diferentes carreras profesionales encaminadas a la enseñanza, como Educación Especial y Artes Plásticas; no obstante, estos procesos no fueron impedimento para continuar de cerca con su pasión por la música y el canto, esto último como parte del Coro Nacional de El Salvador.
Entre infinidad de compromisos que giraban en torno a su pasión musical, Darío comparte que su mayor orgullo ha sido heredar a su hijo este mismo amor por la música, donde también han colaborado otros miembros de la familia.
«La mayor satisfacción es haberlo tenido a él y enseñarle de pequeño el mundo de la música. Haberle enseñado a tocar batería fue algo que ha marcado su vida. Recuerdo que cuando le regalamos la batería fue en diciembre, un regalo de Navidad», comenta Mendoza.
Por su parte, su hijo Christopher Mendoza, baterista profesional de la Orquesta Sinfónica de El Salvador, expresa que casi era imposible no estar dentro del mundo artístico, ya que sus padres a quienes él llama «la pareja musical perfecta» siempre vivieron la música como una pieza fundamental de sus vidas.
«Yo crecí en medio de una pareja perfecta en música. Mi papá, muy respetado y disciplinado con sus coros y enseñanzas, siempre me inculcó con mucha destreza la música. Siempre me motivaba a acompañarlo casi que en todo. Incluso llegamos a fundar hasta batucadas juntos», comenta Christopher.
Actualmente, los dos siguen compartiendo su amor por la música desde diferentes escenarios. Con sus talentos han logrado cosechar grandes éxitos, una huella vitalicia que su padre le otorgó.
«Ha sido una gran experiencia compartir y hacer música con él. Ha sido muy bonito y es algo que siempre le voy a agradecer a mi papá. Gracias a él tuve claro que era lo que quería en la vida».
ANÉCDOTA
«A sus seis años le regalé su primera guitarra y no le gustaba para nada. Yo me preguntaba en qué había fallado. De todas maneras, le enseñé algunos acordes. Mi sorpresa fue que, como pudo, en un cumpleaños de mi papá comenzó a tocar la canción «Me vale», de Maná, y todos preguntándome que quién le había enseñado eso al niño, y yo [estaba] con una gran pena». Darío Mendoza, músico.