La primera nave espacial estadounidense que intentará aterrizar en la Luna en más de medio siglo despegó con éxito el lunes, pero en esta ocasión lo hizo en el marco de una misión privada.
El cohete Vulcan Centaur, de United Launch Alliance (ULA), despegó en su viaje inaugural de la estación espacial de Cabo Cañaveral, en Florida, a las 02h18 locales (07h18 GMT), transportando el módulo lunar Peregrine de Astrobotic, cuyo aterrizaje está previsto para mediados de febrero.
Si todo va según lo planeado, Peregrine alunizará en una región de latitud media de la Luna llamada Sinus Viscositatis, o Bahía de la Pegajosidad, el 23 de febrero.
El personal de control de la misión vitoreó y aplaudió cuando, unos 48 minutos después, el módulo de aterrizaje lunar se separó sin problemas del cohete, un hito clave para esta empresa privada.
El presidente y director ejecutivo de ULA, Tony Bruno, elogió el lanzamiento en la retransmisión realizada en directo por la NASA.
«Estoy muy emocionado», dijo, «han sido años de duro trabajo».
«Hasta ahora esta siendo una hermosa misión de regreso a la Luna», se congratuló.
Llevar a Estados Unidos otra vez a la superficie del satélite natural por primera vez desde la misión Apolo «es un honor trascendental», dijo por su parte John Thornton, director ejecutivo de Astrobotic.
Hasta ahora, sólo un puñado de agencias espaciales nacionales han logrado realizar un alunizaje suave en el satélite natural de la Tierra: la Unión Soviética fue la primera, en 1966, seguida por Estados Unidos, que sigue siendo el único país que ha llevado humanos a la Luna.
China tocó la superficie con éxito tres veces durante la última década, mientras que India fue la más reciente en lograr la hazaña en su segundo intento, el año pasado.
Estados Unidos está recurriendo al sector privado en un esfuerzo por estimular una economía lunar más amplia y enviar su propia nave a bajo coste, bajo el programa Commercial Lunar Payload Services (CLPS).
Una tarea desafiante
La agencia espacial NASA ha pagado a Astrobotic más de 100 millones de dólares por la misión, mientras que otra empresa contratada, Intuitive Machines, con sede en Houston, pretende lanzar su cohete en febrero y aterrizar cerca del polo sur de la Luna.
«Creemos que permitirá viajes más rentables y más rápidos a la superficie lunar para prepararse para Artemis», afirmó Joel Kearns, administrador asociado adjunto de exploración de la NASA.
Artemis es el programa liderado por la NASA para volver a llevar astronautas al suelo lunar a fines de esta década, como preparación para futuras misiones a Marte.
El aterrizaje controlado en la Luna es un desafío ya que aproximadamente la mitad de todos los intentos acaban en fracaso. A falta de una atmósfera que permita el uso de paracaídas, una nave espacial debe navegar a través de un terreno traicionero utilizando sólo sus propulsores para frenar el descenso.
Las misiones privadas de Israel y Japón, así como un intento reciente de la agencia espacial rusa, fracasaron, aunque la Agencia Espacial Japonesa tiene como objetivo lograr a mediados de enero el desembarque de su módulo SLIM lanzado en septiembre pasado.
Lo que complica aún más las cosas es el hecho de que es el primer despegue del Vulcan de ULA, aunque la compañía se jacta de tener una tasa de éxito del 100 % en sus más de 150 lanzamientos anteriores.
La compañía, una empresa conjunta entre Lockheed Martin y Boeing, pretende que el nuevo cohete tenga motores propulsores de primera fase reutilizables y con ello intentar ahorrar costos.
A bordo del Peregrine hay un conjunto de instrumentos científicos que servirán para estudiar la radiación y la composición de la superficie lunar, lo que permitiría allanar camino para el retorno de los astronautas.
También transporta un vehículo del tamaño de una caja de zapatos construido por la Universidad Carnegie Mellon, un bitcóin físico y, algo controvertido, restos cremados y ADN, incluidos los del creador de Star Trek, Gene Roddenberry, el legendario autor y científico de ciencia ficción Arthur C. Clarke y un perro.
La Nación Navajo, la tribu indígena más grande de Estados Unidos, sostuvo que la misión a la Luna profana un cuerpo que es sagrado para su cultura y ha abogado por la retirada del cargamento. Aunque se les concedió una última reunión con representantes de la Casa Blanca, la NASA y otros funcionarios, sus objeciones resultaron ignoradas.