Setenta y ocho cadáveres de mineros clandestinos fueron extraídos en dos días de una mina de oro abandonada en la localidad de Stilfontein, en Sudáfrica, anunció este miércoles la policía, que tiene el lugar cercado desde hace más de dos meses para desalojarlos.
Cada ida y vuelta de la cesta, descendida mediante un cabrestante dentro del pozo profundo de 2,6 km, a unos 150 km al suroeste de Johanesburgo, agrava el balance.
Un número incierto de mineros clandestinos, a menudo extranjeros, permanecían allí desde hacía meses bajo tierra, demasiado débiles para ascender por la única cuerda que anteriormente les permitía regresar a la superficie, según varios testimonios.
En total 216 personas lograron salir vivas, a menudo en un estado de salud precario, de acuerdo lo que se puede juzgar por los rostros demacrados de aquellos que emergieron de esta mina de oro.
Está previsto que la operación se prolongue durante 10 días para desenterrar a un número indeterminado de «zama zamas», como se conoce en Sudáfrica a los mineros ilegales.
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Más de 1,500 mineros clandestinos, la mayoría extranjeros, fueron detenidos en el lugar desde agosto, antes de que comenzara la operación de extracción.
Entre ellos, «121 mineros ilegales fueron ya expulsados», detallaron las autoridades sudafricanas. Por nacionalidad fueron identificados 80 mozambiqueños, 30 sothos, 10 zimbabuenses y uno de Malaui.
Otros 1,540 mineros ilegales siguen bajo custodia policial, compartió la policía en su cuenta oficial de X.
Al menos 46 personas han sido declaradas culpables de minería ilegal, allanamiento y contravención de la ley de inmigración.
Los «zama zamas» suelen venir de otros países para trabajar en minas sin permisos en Sudáfrica.
Sus actividades están mal vistas tanto por las empresas mineras como por los habitantes locales, que las asocian con un aumento de la delincuencia.
Las autoridades han sido acusadas de intentar obligar a los mineros a volver a la superficie de lo que parecía ser una pequeña ciudad subterránea reduciendo desde noviembre los suministros de alimentos y agua que les llevaba la comunidad local, que vive de la economía informal en torno a la mina.