Desde El Salvador hasta Monastier di Treviso, en Italia, hay más de 15 horas de distancia en vuelo atravesando el Atlántico Norte. Pero esa distancia en tiempo y espacio no fue impedimento para que Siro Facchin llegara a enamorarse de la música folclórica latinoamericana y, especialmente, de «El carbonero» salvadoreño.
Su conexión con el país también va más allá, tiene un arraigo más profundo, porque en el corazón de una salvadoreña ha encontrado el amor y fue por ella, su amada Mercedes, que escuchó el vals referente de El Salvador, o como diría ella «el segundo himno de El Salvador».
Siendo músico nato, escuchó la pieza, le encantó por su simplicidad, lo que para él es la grandeza de la melodía. La tomó, le hizo sus propios arreglos, le puso su impronta y se lo obsequió a Mercedes, a Italia y al mundo entero a través de las plataformas digitales.
«En Italia se escucha mucha música folclórica, se baila mucho, se baila polca, que es una composición muy propia. Entonces, yo quise unir Italia con El Salvador», relata Facchin.
Su versión de la insigne melodía que habla de un hombre trabajador que baja de las faldas del volcán cargando en su espalda carbón fue recibida con agrado y con todo el espíritu bailador que los gobierna en Italia.
«Yo hago los arreglos. Mi música lleva mucho violín, saxo y clarinete, también acordeón, es un toque más de orquesta italiana, y “El Carbonero”, que es un vals, entra en esa categoría. Además, gusta por su música simple y lineal. Las composiciones simples que tienen una gran melodía que entran en el oído y se quedan en la gente, pues esa es la grandeza y el gran valor de un tema, así es esta composición de Pancho Lara», describe Faccin.
El toque de Siro en la pieza es indiscutible. Si bien en El Salvador se baila en actos artísticos, en Italia subió a otro nivel y se volvió popular para bailarla en las plazas, en las fiestas de las ciudades y en pareja, para disfrutar de un buen momento. «La gente en Italia pide “El carbonero”. Es un tema bailable con mi arreglo», dice con cariño y respeto hacia el vals.
El italiano complementa sus arreglos con videos que nuevamente hacen énfasis en la fusión de las culturas. Para el caso de «El carbonero», el escenario se comparte con paisajes y estampas salvadoreñas e italianas.
Recorrido con alma italiana
Siro nació para ser músico y lo será por siempre. Empezó cuando tenía 15 años. Comenzó con la flauta y al año siguiente llegó al clarinete, ya con profesores. De hecho, al prestar su servicio militar obligatorio, lo hizo en la banda «Divisione Mantova», en Udine, Italia, tocando el clarinete. Desde entonces, han pasado varios años y ahora su amor por la música folclórica de su país y del resto se encuentra condensado en su último gran proyecto: Recorriendo Latinoamérica con alma italiana. En este ha compilado 20 valses, uno de cada país latinoamericano que conoció después de la magia encontrada en «El carbonero».
Entonces, decidió tomar un vals o canción representativa de cada país, con los arreglos que vienen de los instrumentos que domina con naturalidad: el saxofón y clarinete. Además, de otros instrumentos que incluye para hacer la combinación que tanto le encanta: el folclor italiano con el de cada país al que pertenece la pieza.
«Fue un trabajo de mucha dedicación, pero al mismo tiempo apasionante, hecho con el corazón, en el cual he tratado de hacer arreglos simples con el fin de que todo músico pueda interpretarlos y el público bailarlos, tanto en Latinoamérica como en Italia», comenta.
El proyecto musical está dividido en dos volúmenes (con los 20 valses), más dos que son de su autoría: «Única stella» y «Aire nuevo», ambos para aportar en esencia su estilo italiano.
Entre las canciones íconos que retomó están «Alejandra», del mexicano Enrique Mora; «Tus ojos», del nicaragüense José de la Cruz Mena; «Damisela encantadora», del cubano Ernesto Lecuona, y «Luna de Xelajú», del guatemalteco Francisco Pérez Muñoz. Ambos volúmenes, así como otras composiciones, están disponibles en Spotify, YouTube, iTunes, Amazon.
Además, Facchin cuenta con una versión en memoria USB adaptable para vehículos. Ahí están alojadas las 22 piezas, así como un libro electrónico en el que comparte cómo se gestó el proyecto y la historia de cada una de las canciones.
«Quería que este proyecto no perdiera su esencia de folklore latinoamericano, por lo que en varias de las obras se utilizaron instrumentos típicos de la región a la que pertenecen y que habitualmente no se utilizan en el folklore italiano […] Fue una tarea ardua y fascinante al descubrir, junto a músicos de primer nivel que me acompañaron, los diferentes estilos de composición propios de cada región».
«La música es para bailar»
Tras un viaje a Argentina con su hermano gemelo hace 31 años, decidió radicarse allí y tener negocios propios, lo que le permite autofinanciar su pasión por la música. Así ha podido visitar varios países, como El Salvador, y empaparse de su cultura musical hasta completar 11 discos de música para orquesta local y filarmónica, que en su mayoría son los ritmos para bailar.
«La música es para bailar, aunque generalmente los músicos no bailamos», dice, mientras le pregunto de inmediato: «¿De verdad no baila?». Suelta una carcajada y acepta que no, aunque esto nada tiene que ver con su capacidad para hacer que otros bailen con sus arreglos.
«Componer no es solo inspiración, hay que trabajar. Yo toco todos los días, juego con los instrumentos y sale una melodía. Luego, van los acordes y, luego, ver qué instrumentos realmente irán», explica.
Uno de sus éxitos más sonados, incluso retomado por otros músicos y orquestas sobre todo en Italia, es el vals «Dolce ricordo» o «Dulce memoria».
«Previo a la pandemia, “Dolce ricordo” se tocaba en Italia hasta por 30 a 40 orquestas por noche en las ciudades», comenta.
Por eso, Siro recibe doble satisfacción en su vida musical, por un lado deleita y pone a bailar al público, pero por el otro también provee de buena música a las orquestas de su país y del mundo quienes interpretan sus versiones.
«Es lindo, son dos cosas: cuando tocás y te escuchan y bailan es maravilloso, poder hacer bahilar a la gente lo es. Pero también que otro músico toque tu música», finaliza.

«EL CARBONERO»
La Letra y música son de Francisco Antonio Lara Hernández, conocido como Pancho Lara.
Reconocido como uno de los cantautores más importantes de El Salvador, Pancho Lara fue oriundo de Santa Ana, en 1900. En su biografía se registra una temprana afición por la composición a los 15 años, con pequeñas estrofas de canciones infantiles. Fue autodidacta con la guitarra, marimba, piano y otros instrumentos a los que fue alentado a aprender por su madre.
Con los años, el compositor fue acumulando éxitos en su trayectoria, pero fue en 1934 cuando escribió una de sus obras más emblemáticas «El Carbonero», un vals que narra en poesía la faena de un recolector de carbón en las faldas del volcán. Esta pieza es considerada para muchos salvadoreños su segundo himno nacional y ha sido interpretado por diferentes artistas y géneros a nivel nacional e internacional.
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UN VALS EN ITALIA Y EN LATINOAMÉRICA
El baile deriva de la palabra en alemán «walzen» que es girar y proviene del pueblo humilde y también de origen rural. Mientras que la palabra vals nació en el siglo XVIII, cuando este baile se introdujo en la ópera y en el ballet de las grandes capitales europeas hasta convertirse en su protagonista absoluto un siglo después. Uno de los principales artífices de esta danza fue el compositor austríaco Johann Strauss II, quien con sus composiciones la elevó de campesina a la Corte Imperial de los Habsburgos. Los compases son de ¾, el primer tiempo es considerado fuerte y los otros débiles. En Latinoamérica, en cada país, el vals adquiere un sabor y carácter propio, acorde a su cultura y sentir. Se interpreta con instrumentos musicales típicos de los distintos países como la marimba, el charango, el arpa, la guitarra, entre otros. La calidad de los valses latinoamericanos es impresionante y algunos de sus autores son reconocidos en todo el mundo.
