Fueron 44 días los que tuvo que pasar postrado en una cama hospitalaria luchando para sobrevivir al virus causante de una de las pandemias más severas de la historia reciente, misma que solo en El Salvador ya ha cobrado la vida de más de 1,400 personas.
«Gracias a Dios, a la asistencia, todo el buen trato y lo que recibí en el Hospital El Salvador, ya estoy bien. Yo pienso que me contagié en mi trayecto de la casa al trabajo. Como los buses vienen saturados, allí contraje la enfermedad», comentó Julio Ramírez, originario de Ataco, Ahuachapán.
Relató que, a pesar de haber tenido los primeros síntomas, no consultó, lo que pudo provocar que su estado de salud empeorara hasta el punto de casi perder la vida. Julio Alberto trabaja en la primera línea, pertenece al departamento de Narcóticos de la Policía Nacional Civil y relata que no quería alejarse de sus obligaciones laborales y dejar a sus compañeros solos, especialmente en el momento de pandemia que se estaba viviendo.
De acuerdo con su hija, Leticia Ramírez, el 20 de octubre trasladaron a Julio al Hospital El Salvador, después de haber estado ingresado en otro centro asistencial donde su salud no mejoraba, pese a los esfuerzos médicos. «La fe nunca la perdimos. Le pedíamos a Dios. Fueron días difíciles, sin dormir, sin comer.
El día más difícil fue cuando llamé y me dijeron que lo iban a entubar, porque muchos casos que se han escuchado es que con eso termina todo», enfatizó. Dos días después, lo entubaron. Posteriormente, cuenta Leticia, recibieron muchas noticias, pero ninguna favorable para el caso de su padre.
«Nada [era] positivo. Los doctores me daban palabras de aliento, pero al mismo tiempo me pidieron el DUI de mi papá. Yo solo pensé que me lo estaban pidiendo porque ya no había solución. A él, dos hermanos de la iglesia le dieron plasma [de] convaleciente, y aun así no se recuperaba».
Julio asegura que los días que pasó en cama fueron sumamente difíciles, especialmente porque cuando despertaba «miraba a varias personas que llegaban con síntomas pequeños y rápido se recuperaban y se iban. Yo continuaba mal y me preguntaba por qué no me había tratado con tiempo para evitar esto. Estaba muerto en vida», dijo.
Días después, Julio por fin tuvo mejoría, y después de permanecer durante 12 días con ventilación asistida fue extubado. «El milagro se dio. Mi papá venció la lucha contra el coronavirus. A pesar de que un día nos decía que había mejorado y al siguiente que había vuelto a recaer, Dios nos hizo el milagro de tenerlo de regreso en casa», añadió Leticia.
Para Julio, esta experiencia le dejó valiosos aprendizajes, pero él resalta dos de los más importantes. «Hay que valorar cada día como si fuera el último en la vida, y el otro, por favor, le pido a la población que no baje la guardia, que utilice siempre la mascarilla, el alcohol en gel, que siempre se lave las manos y que tome muchas vitaminas. Después de lo que pasé, estos son los mayores aprendizajes que tengo para compartir», enfatizó.