Mientras sostiene un cigarro orgánico de clavo, platicamos largo, pero jamás lo suficiente para abarcar su larga trayectoria, que empezó incluso antes de ganar el Óscar en 1977. Desde su sala, frente a una pantalla en la que vio más de 230 películas para evaluar de cara a la premiación cinematográfica de este domingo, André Guttfreund nos regaló más de dos horas de su experiencia sobre el ejercicio de evaluación para los filmes. Con el «chulón» de fondo, como le llama de cariño a la estatuilla bañada en varias capas de oro y que lo acompaña desde hace 44 años, nos adentramos un poco más en esa mística que conlleva dar su opinión para las películas que año con año son nominadas y ganadoras en los Óscar.
¿Ve la película completa? ¿Va por pausas? ¿Toma apuntes?
La primera vez sí la veo de principio al final. Después, si me interesa lo suficiente, la veo parando en diferentes lugares. ¿Por qué? Porque, eventualmente tengo que buscar no solo para mejor película, que es verla entera, es lo que contribuye a esa evaluación. Pero para pensar cuál merece el Óscar para mejor cámara, cinematografía, para mejor dirección, diseño de arte y producción, mejor música, para la mejor canción, para la mejor actuación, para la mejor actuación de apoyo… para todos esos elementos prefiero ir evaluando pedazo por pedazo, no quiero ir a la totalidad y buscar esos elementos, porque entonces me pierdo el guion y la dirección. Entonces, para mejor película sí, verla toda de principio a fin, y para los otros elementos concentrarse por parte. En mi portal para mejor película había 230 filmes, esos son los largos, no incluye los cortos. Entonces, es bien obvio cuáles son las que más resaltan porque uno escucha y lee, entonces ya hay películas que uno sabe que tiene que verlas. Es bien importante tomar notas. Cuando yo veo una película prefiero no leer críticas y hacer mi decisión y luego leer la crítica para no tener esa influencia. Muchas veces no estoy de acuerdo. También es que hay causas que me apasionan que tienen que ver con exclusión, con racismo, pero también actitudes que tiene que ver hacia la mujer, hacia los «gays», todo lo que tiene que ver con los compromisos míos que son sociopolíticos. Pero en lo que sí soy bueno es en diferenciar lo que me apasiona como persona, y mi evaluación sobre si es buen cine o no.
La parte técnica…
Técnica pero creativa, también. Por ejemplo, actuaciones y dirección y guion son procesos muy creativos, es importante evaluar una película como cine y la diferencia entre eso y la temática de la película. Entonces, hay muy pocas películas que reúnen para mí todo lo que entra en hacer buen cine que tiene que ver en el matrimonio entre todos los elementos, entre el guion, la dirección, la actuación, la puesta en escena, la música, todo eso, y hay muy pocas películas que logran que todo eso se case para el producto final. Eso tiene que ver con el talento y el genio del director. Como es el caso de «Nomadland», que la directora es una muchacha de 37 años (Chloé Zhao), asiática, gringa, inglesa tiene un montón de mezcla, pero es muy especial. Y hay otras que están basadas en una excelente obra de teatro, naturalmente será más teatral y se nota. Pero eso no quiere decir que no es brillante, que no es bella, sino que no se evalúa de la misma manera que una cinta realista. Una película en lo que lo visual y la amplitud del panorama es parte del alma de la película, sino que son las relaciones humanas entre estos actores en esta obra de teatro y la dinámica entre ellos. Por ejemplo, si son tocadores de jazz que están juntos en el camerino y muchas escenas se llevan a cabo allí, eso es orgánico para el tipo de material que es. Siempre es importante evaluar qué bien cumplió las intenciones que tenía cuando la hicieron. Porque comparar una «Ma Rainey’s Black Bottom» con «Nomadland»… ambas son excelentes películas. O «Judas and the black messiah», excelente, pero una es política, fuerte y cómo las panteras negras se formaron y el FBI infiltró el movimiento para destruirlo y para matar al líder. Pero funciona no solo la manera histórica, sino también las actuaciones, el movimiento de cámara, la edición, la música; entonces, es una experiencia histórica, por un lado, y por otro, creativamente lo satisface mucho a uno. Entonces, cuando uno va a la otra película que tiene que ver con la protesta contra Vietnam, el «Juicio de los Chicago 7», es básicamente un reportaje y uno aprende mucho, pero cinemáticamente no me impresionó. Pero me alegra que la vi, porque aprendí bastante.
Regresando un poco, para mejor película la ve de un solo, pero ¿toma apuntes o hace una tablita para decir cuál le gustó más?
Generalmente, cuando tiene que ver tantos, en la Academia hay un sistema numérico y eso ayuda en la evaluación también. Todo lo que está debajo de cinco queda fuera. Pero una vez que termino de ver las cosas por primera vez y veo todo lo que está de cinco para arriba voy a ver el orden, porque voy a tener que escoger el orden de las 10 favoritas mías. Para mejor película uno tiene que votar para ocho, antes era para cinco, para poder llegar a cuál voy a poner primero, a cuál voy a poner segundo, ganadores determinados de cuántos número 1, cuántos número dos… entonces, aunque uno esté votando por ocho, uno bien sabe que la película que reciba la mayoría de unos es la que gana el Óscar. Uno tiene que tomar en cuenta las ocho favoritas, pero también qué orden tienen esas favoritas. Una vez que va de cinco para arriba y estoy reevaluando las cosas les empiezo a dar notas. En todas hay cinco, solo para mejor película hay ocho.
Pero ¿partimos de la base de que, al igual que usted, los demás evaluadores partieron de las 230 películas que recibieron?
Ahora uno no tiene que participar en los primeros filtros, yo lo hago porque necesitan voluntarios y en eso yo no puedo decir que no, estoy contento de colaborar. Es una pasión mía, pero con que yo encuentre el tiempo para cumplir me meto desde el principio de las evaluaciones y hay mucha gente que no. Hay gente que solo llega a votar una vez que salen las nominaciones o lo que se llama «the shortlist» o la lista de finalistas; cuando sale esta lista de mejor película, allí entra gente que se puso de voluntaria desde este punto. Y los que no fueron voluntarios desde el principio, hay diferentes etapas para entrar a las nominadas. Es que también es importante reconocer de cuál rama está uno en la Academia.
¿Usted en qué ramas está?
Estoy en mejor película, mejor documental, mejor película extranjera, los mejores cortos de ficción y mejores cortos y largos animados. Este año empecé con el documental y me lo quitaron porque yo tenía demasiadas cosas. Al final todos votan por todo, pero para nominar se nominan desde las ramas. Desde el principio no estaba para edición, yo voto desde que se nomina. Pero antes de eso los expertos en esa rama son los que nominan.
En esas cinco ramas en las que usted se mueve, ¿cuántas personas están involucradas en esas depuraciones?
En toda la Academia, cuando a mí se me invitó en ser miembro de la Academia, que no era automático después de ganar el Óscar, uno tiene que comprobar que uno estará en la industria y que no es un disparo el que uno hizo, una vez que uno está trabajando y está profesionalmente trabajando, la gente de la junta directiva lo nomina a uno. Yo estaba trabajando como pasante del productor que se llamaba Tommy Dell, y él me recomendó. Cuando yo entré, en diciembre de 1977, a la Academia había 5,600 miembros. Ahora hay más de 9,000 porque hay mucha más inclusión. Para incluir gente de todo el mundo, más mujeres, más inclusivos, y vale la pena.
En el caso de El Salvador, además de usted, ¿cuántos miembros más de la Academia hay?
Nadie. Soy el único miembro de la Academia en Centroamérica. Como miembro, soy parte del jurado, todos los miembros lo son.
¿En estos 44 años usted ha sido el único de toda Centroamérica?
Sí. ¿Por qué nadie ha recomendado a nadie o porque nadie ha desarrollado lo que usted? Si uno no gana hay miembros que nunca han ganado, pero han hecho 40 películas. Hay gente muy experta y talentosa que son miembros aunque no hayan sido nominados o ganadores. Ahora, si uno ha ganado es más fácil.
¿Cómo es su carrera después de ganar el Óscar?
Hice muchos proyectos. Trabajé con Colin Firth…
¿En «El discurso del rey»?
No, en esa no, sino en otra que hice con él que se llama «Femme Fatale». También hice una película de vaqueros en México que se llamaba «Cabalgando con la muerte», con Mario Almada y Blanca Guerra, que eran ídolos en México en ese momento […]. También hice series de televisión «La ley de Los Ángeles». Llegó un momento que a los 40 me casé, a los 41 ya sabíamos que no iba a funcionar, es que mi novia tenía 19 años, yo 40. Entonces, me dejé convencer con alguien que me dijo «te podés casar, tener hijos». Yo estaba listo para eso, pero ella no estaba lista para ser mami. Entonces, paré de trabajar 10 años y eso en Hollywood es bien difícil, nadie pensaba que yo iba a regresar.
Entonces, ¿de los 40 a los 50 paró?
Sí, para dedicarme a tiempo completo a mi hijo.
¿Un hijo tiene?
Sí […], y fui uno de los hombres que estaba manejando, había dos como yo. Uno era actor, Viggo Mortensen, que nos turnábamos manejando los viajes de campo de la escuela que era bien progresista. Nosotros y Matt Groening, el creador de «Los Simpson».
¿Eso hizo en esos 10 años?
No. En esos 10 años, como parte de dedicarme a mi hijo, que me encantó, lo mandamos a una escuela muy progresista adonde se tenía que firmar un contrato, donde ambos papi y mami tenían que poner 35 horas al mes de voluntariado […] y la gran suerte es que mucho le tiene que decir que no a mucho trabajo que le ofrecen a uno, entonces que le hablen a uno, y uno decir «ahorita no puedo porque estoy cuidando de mi hijo» cuando ellos mismos no están haciendo lo mismo, sino que la señora lo está haciendo. Entonces, hay susceptibilidades que se hieren. Pero, en mi caso, da la casualidad que después de 10 años, muchos de esos que se habían ofendido ocho años antes, seis años antes, ahora entendían qué hice y por qué […]; entonces, yo tuve la gran suerte de que después de 10 años, cuando dije «yo estoy listo para regresar a trabajar», me contrataron de nuevo.
«EN LA ACADEMIA HAY UN
SISTEMA NUMÉRICO Y ESO
AYUDA A LA EVALUACIÓN […].
Todo lo que está debajo de cinco
[de las primeras cinco películas]
ya no es tomado en
cuenta por el jurado».
¿Y con qué regresa?
Se había desarrollado la industria de videojuegos, de videojuegos que tenían actores, que tenían tramas y que eran también educativos, por ejemplo, «ER», que es una serie, ellos sacaron un juego que se llama «ER» para doctores y estudiantes de Medicina, pero que lo podíamos jugar nosotros, adonde uno tenía que escoger qué tratamiento le iba a dar el paciente basado en la información que él le daba a uno. Si uno daba el tratamiento correcto, uno podía avanzar. Pero si uno mataba, tenía que empezar de cero. Mi hijo, que ya tenía nueve, 10 años, ya estaba jugando videojuegos, y se volvía loco porque tenía que empezar de nuevo. Entonces, hubo como tres de esos juegos que eran el principio de ese tipo de cosas, con actores de peso que estaban haciendo televisión. Después me vino una oferta que me encantó muchísimo para hacer una serie en España, que era la seria más exitosa en Europa, que se llamaba «Periodistas», y la razón por la que se me contrató es que ellos querían que la serie tuviera el mismo estilo de «Ley de Los Ángeles». Yo había sido director de «Ley de Los Ángeles» y les gustó mucho mi trabajo, y ellos querían trabajar de tres cámaras, que es el estilo de la televisión, a cámaras de cine, en el sentido de dar un estilo cinematográfico. Trabajamos también haciendo talleres y el «crew» porque había una distancia social enorme entre el «crew» de los actores y no se hablaban unos a otros […]. Con los talleres se creó una situación bien distinta de lo que había antes. Se logró una hermandad. Lo hicimos. Hice también otras películas.
¿Cree que todo el trabajo previo que hizo fue lo que garantizó que 10 años después usted volviera a Hollywood?
Era la experiencia que tuvieron conmigo en el trabajo, pero también porque seguí como profesor, porque cuando yo daba clases no estaba lejos de mi hijo 10, 12, 14 horas al día. Entonces, podía planificar mis clases de una manera que todavía me permitiera el compromiso con mi hijo, su escuela y todo.
¿Cómo se llama su hijo?
Sacha. Él tiene una empresa, Scoremore Shows, una empresa de festivales de hip hop que representa a muchachos muy exitosos […]. Él es mucho más «bisnero» que yo. Yo siempre fui lo creativo y daba el 20 % de lo que ganaba a mi agente y a mi mánager. Mi hijo, desde que era niño, es un «bisnero» increíble, y eso no lo heredó de mí. Desde los 10 años yo lo llevaba a unas convenciones donde llegaba gente con tarjetas que se vendían y se intercambiaban, digamos grandes estrellas del fútbol, grandes estrellas del béisbol, básquetbol, y es todo un negocio que existe con colecciones, y él estaba apasionado con eso, pero como solo tenía 10 años, no lo dejaban entrar porque solo era para adultos, y poníamos una mesa afuera, y mi hijo compraba y vendía. Yo ponía el dinero en una caja de metal, pero él siempre ha sido increíble con eso.
Haciendo cuentas, ya pasaron 24 años de su retorno grandioso y fabuloso a Hollywood…
Yo no diría grandioso y fabuloso. Les voy a decir algo que es muy importante: generalmente, gentes que son productores, cuando venden algo, van a la oficina y capitalizan sobre la venta que hicieron. O sea, si acaban de vender, se aprovechan para vender otros proyectos, pero yo nunca fui así. Como productor, cada uno de mis proyectos era mi «baby», nunca fui productor para alguien más. Cuando yo fui productor es porque o yo escribí el cuento o porque yo adquirí derechos para ese cuento, y yo desarrollé ese cuento. Yo contraté al director y me quedaba en ese proyecto únicamente como el papi, desde el principio hasta el final. Entonces, yo he sido un director siempre creativo, no productor «bisnero». Entonces, yo dejaba a la gente que yo le pagaba hacer los tratos de negocios y todo eso. Yo no era de hacer tres, cuatro proyectos; si la semilla pegaba yo estaba con el proyecto hasta el final. Me quedaba con ese proyecto hasta que salía. Cada proyecto tardaba hasta tres años, y yo no hacía otra cosa aparte de dar clases, a veces en la noche. Ahora, cuando dirigía yo, lo mismo. Tenía mi productor, pero yo estaba con esa película hasta el final. Me hacía amigo de los actores, yo vivía esa película, yo la respiraba […], es difícil entender cuáles son las dinámicas de las películas, pero el control de la película final, cuando uno dirige, es de la productora que lo financió, pero el control en lo que yo fui productor era mío.
¿Y tiene un aproximado de cuántas dirigió y cuántas produjo?
No, pero no son tantas. Si cuenta 10 años en los que no trabajé y cuenta dos o tres años en cada proyecto mío desde el principio, cuando escribí el cuento o cuando adquirí los derechos hasta cuando terminé posproducción y la lancé, la cantidad no es enorme. Es que usted está permanente con los proyectos… Sí, es que es como un matrimonio.
¿Usted se ha casado varias veces?
[Ríe] sí, pero en algunas era puro negocio, en otras era encontrar otra esposa. Con todo lo que ha vivido, ¿por qué no hay otro miembro de la Academia aparte de usted en toda la región y qué sentimiento le causa el que posiblemente usted ya no esté y se pierda ese puesto? Esto va a cambiar cuando todavía esté haciendo cine aquí. A mí no me sorprendería para nada, aunque yo siento profundamente y no solo por mi lealtad ciega regional, o mi lealtad ciega salvadoreña […]; entonces, «La llorona» era mejor película que algunas películas nominadas. Para mí, esa película merecía ser nominada, pero es un año raro, impredecible, y estaba esa cosa de querer premiar ciertas regiones del mundo que estaban sufriendo no solo por la pandemia, sino guerras civiles y de gente que estaba muriendo de hambre; pero el respeto que ha recibido Jairo y él llegó a la lista corta, las 10 películas de la nominación, y no me sorprendería que en un año llegue a ser miembro de la Academia. No me sorprendería.