En tiempos de tecnología, estimular el pensamiento crítico y las vocaciones artísticas de niños y jóvenes se ha convertido en todo un reto, mismo que ha logrado vencer Melvin Gómez, un joven de 26 años que se encuentra estudiando, gracias a una beca, los posgrados de Bellas Artes y Negocios en el Arte y Diseño, en Florida, Estados Unidos.
A pesar de los miles de kilómetros que lo separan de El Salvador, Melvin se encuentra pendiente de la escuela de arte Pinceladas de Esperanza, que fundó luego de una idea surgida en 2014 mientras se encontraba estudiando el bachillerato en Noruega.2

«Yo aplicaba a proyectos de ayuda social, y los tres años que estuve me dieron los fondos para hacer proyectos en El Salvador. Lo que hice fue irme a escuelas rurales y pintarles murales, donaba material deportivo y didáctico, pero cuando me gradué decidí regresar y hacer algo que en mi comunidad no había: un espacio donde yo pudiera compartir lo aprendido. Así es como surge la idea de abrir un espacio para que los niños aprendieran a pintar», recuerda Melvin.
Es en 2017 cuando se funda la escuela en el barrio El Calvario, en Huizúcar. Melvin recuerda que a la primera clase solo llegaron dos niños, por lo que para él es un orgullo decir que actualmente tiene más de 30 estudiantes.
El proyecto no solo tiene como finalidad desarrollar el arte, sino que, por medio de la pintura, niños y jóvenes logren expresar cómo se sienten ante temas actuales.
«Se busca potencializar a niños en sus habilidades y forma de pensar, aparte de potencializarles la autoestima y enseñarles valores que son fundamentales en la sociedad que vivimos; por ejemplo, meditar con sus dibujos sobre la pandemia, cómo cada uno lo vivía y desde la forma que ellos lo veían, ya que no estuvieron yendo a clases y pintaban en su propio espacio», comenta.
Debido a que en el taller hay niños y jóvenes de diferentes edades, y algunos con más experiencia que otros, la apuesta es un sistema de atención casi personalizado.
«Lo que pensamos a futuro es crear herramientas para que los niños puedan estudiar otra cosa o crear becas para que puedan ir a la universidad».
Melvin Gómez, fundador de escuela de arte
Con las técnicas iniciamos trabajando grafito, que es a lápiz, básico en todo taller y para todo artista. Además de eso, vamos sumando según el avance de cada alumno. Vamos metiendo técnicas de pintura como acrílico, acuarela, yeso pastel, etc. Prácticamente son personalizadas, y se le da apertura a cualquier niño que venga. Vemos qué actitudes tiene para el dibujo y la pintura; luego, dependiendo de lo que sabe hacer, nosotros vamos incorporando más técnicas para que puede acoplarse y dominarlas», manifiesta José Luís Mejía, profesor de pintura.
Además de enseñar y desarrollar habilidades, la escuela impulsa un proyecto para becar a estudiantes y que estos logren desarrollarse profesionalmente.
«Vamos viendo quién trabaja mejor. Por el momento, estamos trabajando con el taller de Miguel Ángel Ramírez, en Panchimalco. Hay un grupo de 14 niños que recibe técnicas en Panchimalco. Tenemos dos niños también que están más avanzados y están seleccionados para que vayan a estudiar al Centro Nacional de Artes, Cenar», explica Mejía.
Para Melvin, el fundador de Pinceladas de Esperanza, su centro de formación es solo el inicio de lo mucho que se puede hacer gracias a la pintura: «Lo que pensamos a futuro es que no solo sea una escuela de arte, sino que podamos crear herramientas para que los niños puedan estudiar otra cosa, o crear becas para que puedan ir a la universidad», indica.






Cómo ingresar al taller
Cualquier niño o joven residente de Huizúcar puede asistir a los talleres que son impartidos en diferentes horarios, de manera que no interfieran con la educación escolar. Los requisitos son mínimos. «El taller es abierto, no hay cuota, no hay pago de matrícula. Además de eso se están brindando los materiales y todo lo necesario para iniciar el taller. A medida se va avanzando, se le va brindando las herramientas que el niño necesita», agrega el profesor de pintura.
Los trabajos finales quedan en manos de los estudiantes y cada uno puede conservarlo o venderlo. «Se les brinda de inicio una libreta de dibujo; a los que ya están un poco más avanzados se les brindan materiales de pintura. Los canvas y lienzos que ellos pintan son de ellos, nosotros se los proporcionamos. El niño lo pinta y luego, cuando termina, es dueño de su obra», indica Mejía