Envía a [email protected] tus colaboraciones de poesía, cuentos, críticas de cine o relatos breves (hasta 500 palabras) para ser publicadas en nuestra sección.
DeOpinión
Pórtico
Por Álvaro Darío Lara, escritor
Nunca he dejado la lectura y relectura de las obras de don Arturo Ambrogi (1873-1936). Nadie como él captó con su pupila de fino acuarelista el paisaje natural y humano del país entre finales del siglo XIX y principios del siglo XX.
Hombre de temperamento fuerte, según algunas referencias de escritores y amigos de la época, Ambrogi disfrutó de una posición privilegiada, no solo por su origen familiar y el patrimonio que heredó, sino por sus viajes alrededor de Hispanoamérica, Europa y Asia, gracias al decidido apoyo –en algunos casos- de los gobiernos de turno.
Sus crónicas constituyen una verdadera delicia literaria, y representan un valiosísimo documento para el historiador, en tanto permiten reconstruir el complejo entramado de relaciones –personales y culturales- que hermanaban a un conjunto significativo de autores en el continente; además de presentarnos escenas interesantes del entorno antropológico, social y político de El Salvador.
El talento natural en Ambrogi logró explayarse convenientemente. El escritor se desarrolló como un verdadero profesional de las letras, dedicándose a la escritura y al periodismo, de forma total. Además, pudo publicar sus obras de manera ininterrumpida, lo cual posibilita un acercamiento historiográfico y crítico excepcional, para los estudiosos actuales y futuros.
Obra dispersa del narrador, aparecida en periódicos y revistas, fue rescatada por el gran editor y literato Ricardo Trigueros de León, bajo el título de “Muestrario” (Departamento Editorial del Ministerio de Cultura, 1955), lo que significa un complemento valiosísimo en el corpus ambrogiano.
Por otra parte, recordemos la responsabilidad de Ambrogi, en la temprana y ardiente vocación -humana y literaria- de Salarrué por Cuscatlán. Para Salarrué, Ambrogi, es el maestro. El maestro de la descripción, de la prosa elegante y bella, del decir exacto, nítido; del cuadro tratado con la pericia de un cirujano del color y de la palabra. Todo es justo en Ambrogi; ni más, ni menos.
Sin embargo, si la belleza de ese impresionismo tropical nos deslumbra en toda su producción, es su último libro publicado: «El Jetón» (Primera edición, Editorial La Prensa, San Salvador, 1936), el que nos emociona ante el drama humano de El Salvador.
Por cierto, acabo de terminar de releerlo (en la edición de 1974, que constó de 4,000 ejemplares), curiosamente de atrás hacia adelante, como un juego personal; después que lo leí por vez primera, cuando mi padre me lo obsequió en abril de 1976, prácticamente hace cuarenta y cinco años.
Escrito como cuentos y narraciones; en sus catorce textos, Ambrogi realiza una formidable panorámica de las víctimas y los victimarios de una sociedad terriblemente injusta.
En esto, el escritor vence al hombre maduro y cascarrabias; malhablado e intolerante parroquiano de ese sitio espectacular de reunión de sociedad que fue «El Café Nacional». Ese Ambrogi funcionario, franelero, director de la Biblioteca Nacional, censor de prensa, y amigo de políticos importantes.
Nada de eso ocurre en «El Jetón», obra que inicia, precisamente, con un cuento donde se ilustran los desmanes de un patrón y sus secuaces, en contra de un aguerrido indígena, al que terminan asesinando.
«Cuando brama la barra», es otro cuento que eriza la piel, al ponernos de manifiesto las tradicionales inundaciones, que han asolado nuestro territorio, provocando toda clase de pérdidas: medioambientales, humanas y materiales. Este texto funciona perfectamente, al igual que «Las pescas del Miércoles de Ceniza» (utilizando barbasco) para ejemplificar la histórica depredación de la naturaleza por parte de la humanidad.
Y luego la psicología campesina, mágica y enternecedora, en su asombro y candor silvestre, expuesta en piezas narrativas como «La merca del acordeón», «El Bruno», «El rezo del santo», «La Siguanaba», y «La muerte del rey moro».
Bajo los títulos de «El arreo», «La molienda», «La sacadera», las condiciones del trabajador salvadoreño, en toda su dureza y falta de oportunidades reales, se inmortalizan maravillosamente.
Una pieza que conmueve, a partir de la condición de la mujer indígena, campesina, sometida a la cultura machista y a la corrupción de la justicia nacional, es «Las Panchitas».
Imposible traducir a Ambrogi; como el perfume de una flor, un atardecer, la llegada del ser amado; la generosidad, que nada espera y que todo lo da, Ambrogi es intraducible.
Afortunados aquellos que lo lean con atención y respeto, pues encontrarán en él, escondidos tesoros, para entenderse a sí mismos, y para entender este país de luces y de sombras.
Estos días de intenso calor tropical y de lluvias frecuentes, son propicios para ir a Ambrogi. ¡Emprendamos esta aventura!
DePoesía
«SIMPLE MORTAL»
Por Grace Montoya
Qué estupidez pensar
cómo yo,
una simple mortal,
podría crear un cielo donde hay un infierno
o una primavera donde hay desiertos.
Pretendí ser su diosa,
cuando en su paraíso no existen
más que demonios.
En donde todo lo bello que encuentra
se vuelve ruin.
¡Qué triste alma la mía!
que pretendía ser la más bella,
cuando a sus ojos solo era
un alma más en su vasto infierno.
Y qué estupidez pensar
cómo
una simple mortal
podría crear una primavera donde hay inviernos.
«SONETO AL CUMPLEAÑOS 93»
Por Rogelio Álvarez Ventura.
DEDICACIÓN: Con respeto y gratitud dedico mi «Soneto al
cumpleaños 93» a la periodista Karen de Beníez por su mensaje en «Diario El Salvador» en favor de las personas mayores. Gratitud porque en las nieblas de los años viejos enciende su luz sentimental, que irradia nuestros atardeceres. De verdad, muchas gracias.
Ha pasado el tiempo y la tarde llega.
Mis años son largos, son noventa y tres.
Cada uno, un sueño en tarde solariega,
Vida placentera y plena lucidez.
No vine a esperar que en forma gratuita
todo solucione la casualidad;
trabajé con ansias y una luz bendita
alumbró mis años y hay felicidad.
Producto de empeño soy fiel triunfador,
humilde y sencillo en benévolo ocaso
disfruto de claro esplendor.
Fue bella mi vida y espero de paso
todo siga igual, el mismo fulgor.
Qué brillen los años con luz del ocaso.
«CIUDAD DE ALEGRÍA»
Por Ana Ramona Torres Marquina
Linda ciudad de Alegría,
la cuna de Alberto Masferrer,
quien fue un escritor muy centrado,
pensante y motivado.
¡Qué pintoresca ciudad!
Y su laguna encantada
que cuando la brisa azota
con el azufre nos baña.
Por su original estética
es la «Esmeralda de América»,
como una frase poética
le quedó bien asignada.
Es el ojo de la montaña,
que de árboles está rodeada.
La madre naturaleza
quedó en ella cautivada.
Alegría es el perfil donde puedes percibir
y apreciar el panorama
de la naturaleza en sí.
Dios te convirtió en vergel
y fue él el artesano,
el que creó con sus manos
esta obra sin pincel.
Dios te bendiga, terruño,
belleza de El Salvador.
Te describo con amor,
con alegría y orgullo.
DeMitología
POSEIDÓN
En la mitología griega, el dios del mar, Poseidón, es uno de los más lascivos y tiene más hijos que otros dioses. En su aspecto benigno, Poseidón se concebía creando nuevas islas y ofreciendo mares en calma. Cuando se enfadaba o era ignorado, hendía el suelo con su tridente y provocaba manantiales caóticos, terremotos, hundimientos y naufragios. En «La odisea», su rencor hacia Odiseo le impidió a este regresar a su hogar en Ítaca. Los calendarios griegos variaban de polis a polis, pero en algunos calendarios un mes alrededor de la época del solsticio de invierno llevaba el nombre de Poseidón