Era miércoles, corría el año de 1977, en El Salvador, y en la celebración de unas cajas de crédito, en Cojutepeque nacía la única agrupación de música latinoamericana en el país que se impondría por los siguientes 45 años, hasta la fecha.
La historia está intacta en la cabeza de Manuel Alvarado para narrarla de un tiro, él es el único miembro fundador que se mantiene desde el día D. Por eso es que sus compañeros no titubean cuando de llamarlo la piedra angular de Xolotl se trata. Él es la piedra, el eslabón que los une a todos, quien no ha dejado morir al grupo cuando uno de sus integrantes por cualquier motivo ha decido emprender vuelo.
Así las variaciones de sus integrantes en más de cuatro décadas han sido muchas, pero cada uno ha querido ser parte del grupo, incluirlo en sus experiencias, tanto por el nombre como por la trayectoria que tiene. Los integrantes más recientes ya llevan 15 años juntos, y más que un grupo musical se llaman una hermandad. Lo son. Juntos se complementan, entre ellos hay una camaradería, respeto y admiración mutua que no es para menos, son músicos de larga data, todos tocan más de un instrumento y su acervo musical supera al del promedio por muchísimo.
Ellos son Francisco Vázquez, Santiago Amílcar Ramos, Ángel Portillo, César Merlos, Carlos Castro, Vidal Molina y Manuel Alvarado.
Cada uno tiene una anécdota de cómo llegó al conjunto, pero hay una constante en los siete: están orgullosos de pertenecer, habita en ellos un enorme agradecimiento por Xolotl y un profundo amor por la música popular tradicional con proyección andina, así es como llaman el género que interpretan.
Una vida de música popular tradicional
Por segundos se llamaron Los Incognitos y otros nombres más, pero cuando pasaron de ser un grupo que aprendía música en la Escuela de Arte del Movimiento Gnóstico Cristiano Salvadoreño (su génesis), para ser un grupo formal, la decisión se tomó y se bautizaron como Xolotl.
Lo que siempre estuvo decidido sin discusión fue ser un grupo de música andina. Pronto ampliaron su horizonte y vieron que no era solo de esa región la música que interpretarían, su vocación sería mantener vivas las canciones de la tradición popular de Latinoamérica.
Entonces, su género sería el de música popular tradicional con proyección andina. Esa elección no siempre jugó a favor, al surgir en plena guerra civil y crecer su popularidad en los momentos más álgidos del conflicto, muchas veces estuvieron señalados por los dos bandos.
«La música que nos inspiró fue la Inti-Ilimani, León Gieco y otros, pero nuestra música nunca fue de protesta, o “música mala”, la nuestra era música de mensaje, de cultura y esa palabra nace del pueblo y para el pueblo», narra Manuel.
Recuerda que siempre eran detenidos en los retenes, al ver las zampoñas o las quenas pensaban que eran de un bando, sin embargo, la misma consigna de ser música popular los hacía amenizar eventos tanto en la Universidad de El Salvador, como en la Escuela Militar.
«Una vez nos detuvieron, ese día habíamos tocado en la mañana en la UES y en la tarde en la Escuela Militar y nos recordaron “ve, si ustedes son Xolotl”, nos dijeron. Pero eso ha sido porque siempre hemos tocado música humana, con letras de la vida», recordaron entre risas.
Su música ha sobrevivido los tiempos de guerra, ha sobrevivido la moda porque siguen vigentes, sus cantos siguen gustando al público, tocando fibras sensibles por el amor a la vida, al terruño a los sentimientos humanos que nos abrazan a todos.
Como, por ejemplo, el Rin de los angelitos, de la chilena Violeta Parra, que habla sobre el mismo tema que los Parabienes, del folklor salvadoreño. ¿Cómo va la primera canción? «Ya se va para los cielos ese querido angelito, a rogar por sus abuelos, por sus padres y hermanitos. Cuando se muere la carne, el alma busca su sitio, adentro de una amapola o dentro de un pajarito», es el mismo tema, son niños que se van, explican mientras corean.
Con ese mismo afecto han deleitado a los oyentes en todo El Salvador. También afuera: en Estados Unidos, Canadá, Alemania, Suiza y España, así como en Guatemala y Honduras.
Este 21 de septiembre cumplen 45 años, no saben qué deparará el futuro en los próximos años, para cuando estén en las vísperas de los 50 años de trayectoria. Pero están seguros de que mientras tengan vida seguirán vistiendo de un elegante negro y dejando salir de sus instrumentos música dulce que alegra el espíritu tanto como enternece por la nostalgia, el arraigo y los recuerdos de lugares o seres queridos que ya no están.
¡A celebrar!
Los 45 años de Xolotl serán celebrados con dos conciertos en la Gran Sala, del Teatro Nacional de San Salvador, el 9 y 14 de septiembre, ambos a las 6 de la tarde. La entrada es de $5.
El repertorio
Entre sus canciones predilectas en los conciertos están:
El sombrero azul
El torito pinto
El humahuaqueño
Alma llanera
Samba de la tristeza
Solo le pido a Dios
Cascada
Sal y agua
Los integrantes
Manuel Alvarado
Es el único miembro fundador de Xolotl que ha sido parte del grupo desde sus inicios. Ha hecho de su vida un concierto de música popular. Cuando entró tenía solo 18 años, tocaba la guitarra, una que compró por 15 colones en la Av. Independencia. «Cuando yo escuchaba una quena me transportaba, cerraba los ojos y me iba. Siempre me han encanto los sonidos de nuestros instrumentos», comparte.
Carlos Castro
Con 26 años de formar parte del grupo, Carlos ejecuta los vientos y la percusión. Además, es docente en la Universidad Andrés Bello.
Vidal Molina
El bajo, la guitarra, los teclados, y todos los instrumentos de percusión son ejecutados por Vidal. Su llegada a la orquesta sucedió hace 12 años. También se desempeña como profesor de música.
Francisco Vázquez
Su llegada al grupo fue durante una temporada de conciertos en el Café Teatro, era 1989. Desde entonces han pasado 33 años. Francisco también es el director musical de Xolotl, y docente de música latinoamericana en la UES.
«Recuerdo que de entrada fue grande, por el grupo y porque empecé a ganar plata de lo que soy, de músico. Aquí he tenido grandes satisfacciones», destaca.
Santiago Ramos
Su historia comenzó en la colonia Dolores, allí vivía Salomón Carillo, un antiguo integrante de Xolotl, quien esporádicamente lo invitaba a la agrupación. Pero siempre que escuchaba a los músicos andinos soñaba con ser parte de ellos. Lo logró en 1994, han pasado 28 años de aquel momento.
«Yo veía al grupo en las fiestas patronales y siempre pensé “voy a estar un día en ese grupo”, y hasta que un día lo logré», celebra.
Ángel Portillo
Toca los instrumentos de vientos para el conjunto. Llegó desde muy joven, con todo el conocimiento fresco y la mente abierta para adquirir más. En 2003 inició su estudio musical, y en 2005 lo invitaron a formar parte de la agrupación. La invitación fue para estrenarse de inmediato, porque solo a una semana de su llegada, debutó en un concierto en el Teatro Nacional de San Salvador.
«La experiencia más grande para mí ha sido conocer lugares de todo El Salvador, es una gran satisfacción», indicó.
César Merlos
Hace 31 años que es parte Xolotl. Su conocimiento en la música lo obtuvo muchos años antes se formar parte de la orquesta andina, su formación ha sido clásica, sin embargo, siempre sintió atracción hacia la música popular.
«Ha sido una gran escuela entrar a Xolotl, siempre me pareció un gran reto estar en esta orquesta. Se me hizo tocar para el concierto de los 15 años, y allí quedé atrapado», recuerda sonriendo.
«Yo veía al grupo en las fiestas patronales y siempre pensé “voy a estar un día en ese grupo”, y hasta que un día lo logré. Estando en el grupo he tenido muchas bendiciones, he transmitido mi conocimiento de la música», celebra.
¿Quién es Xolotl?
El nombre de este importante grupo musical salvadoreño tiene su origen en el libro «La doctrina secreta de Anáhuac», del autor Samael Aun Weor. En el texto Xolot es un entrenador sicológico, no se puede ver, pero sí se puede sentir. Es una especie de antagonista que reta a los alumnos o discípulos para que logren superar retos que no siempre son positivos, entonces la recompensa es para aquel que los supere y no se deje vencer.