Más de 30 años han pasado desde que René Lovo, director y actor de teatro, participó por primera vez en una obra. No fue la casualidad que lo impulsó a desarrollar una vida frente y detrás del telón, sino que al estilo dramatúrgico, una escena marcó su vida, lo atrapó y lo involucró desde muy joven. Desde ese momento, Lovo ha sido actor, pedagogo y director de diferentes obras. También es el fundador del primer teatro autónomo, independiente y alternativo: La Galera Teatro, Café y Cocina.
¿Quién es René Lovo?
Soy una persona introvertida, serena, muy observadora, bastante tímida que, quizás, por mi vida de pequeño, el haberme criado en un pueblo, me arraigó una serie de imágenes, de percepciones, por un lado bucólicas y, por otro, iconográficas que quizás con el tiempo debieron marcar con cierta fuerza algunas actitudes mías.
El haberme visto rodeado por situaciones de orden social, religioso, económico e incluso político, quizás, configuraron una persona muy observadora, muy curiosa con el comportamiento de la gente, las costumbres y con la realidad, específicamente, política y social del país.
¿Se puede decir que deja la timidez en el escenario?
Eso es otra cosa. Es decir, yo llegué al teatro por curiosidad, por el gusto de haber visto teatro y la impresión que me causó la primera vez que vi teatro fue lo que me impulsó a involucrarme y a ver en el teatro una especie de espacio y actividad que resolviera mis insatisfacciones en ese momento. Cuando entro al teatro me doy cuenta de todo el fenómeno humano, lúdico, científico, teórico, estético y cultural que la práctica del teatro requiere o envuelve, pero eso no significa que uno deja de ser introvertido o tímido, sino que son características que uno siempre lleva consigo; pero que procesados en el ejercicio y el oficio también se vuelven importante para el proceso creativo.
No es que uno, al estudiar teatro, diga ahora soy una persona más extrovertida. Hay muchísima gente que dicen o promulgan que el teatro les va ayudar a ser más espontáneos, a ser extrovertidos, a definir mejor su personalidad. Utilizan el teatro como una herramienta terapéutica y casi que comercial, cuando en realidad lo que el teatro hace es plantearle al individuo un viaje hacia el interior, donde entra en conexión consigo mismo y con la realidad.
¿Cómo es que se apasiona por el teatro?
Yo era un joven de 18 años que decidió hacer teatro al ver una presentación teatral que me dio un impulso intuitivo, totalmente espontáneo. Seguramente, estaba impulsado por todo el almacenamiento que yo había tenido a lo largo de mi niñez y juventud. Cuando yo vi una presentación teatral dije: «Esto es lo que a mí me interesa». Fue un descubrimiento. Cuando yo decidí hacer teatro me metí casi que inmediatamente a la escuela de artes escénicas de la Universidad Nacional de Costa Rica, porque eso quería hacer.
¿Dónde nació?
Yo nací en San Salvador, el 22 de junio de 1965.
¿Cómo es que viaja a estudiar a Costa Rica?
Por la guerra, los periodos de los setenta y ochenta que fue mi infancia y juventud, es el periodo que más convulsionó al país en toda su historia, a excepción de la conquista de los españoles que fue violenta no hay otro periodo en El Salvador que haya convulsionado y transformado tanto la vida del país como la guerra.
Así como miles salvadoreños exiliados por la guerra, mi familia decide irse a vivir a Costa Rica. Allí optamos por la condición de refugiados ya que eso nos daba algunos beneficios en cuanto a la educación, salud y trabajo. Y viviendo allá fue que descubrí el teatro recién terminando la secundaria. Gracias, también, al apoyo que me dio Ricardo Blanco, un doctor en teatrología graduado en Berlín, Alemania, que era el director de la escuela de teatro.
Tuve la suerte de tener maestros que muchos de ellos se habían graduado en Rusia, Ucrania, Checoslovaquia, Alemania, España. En ese sentido, Costa Rica tenía un movimiento teatral bastante consolidado en los años ochenta y yo tuve la suerte de conocer y aprovechar ese viaje cultural.
«Yo era un joven de 18 años que decidió hacer teatro al ver una presentación teatral que me dio un impulso intuitivo, totalmente espontáneo».
René Lovo, director y actor de teatro.
¿Termina la universidad y se dedica al teatro?
No. Yo estudié hasta cuarto año de la universidad, pero en eso, en el año 88, dejé la universidad porque había comenzado a organizarme políticamente y a vincularme con el ERP. Entonces, ellos estaban valorando la oportunidad de que me fuera a estudiar cine a Cuba. En esos días que me estaba examinando para la beca en Cuba se realiza la ofensiva «Hasta el tope», la última gran ofensiva en el país y ya no pude irme a estudiar cine.
Pero, ¿cómo es que vuelve al teatro?
Como en mayo del 92, recién firmados los Acuerdos de Paz. Llegó a Perquín un grupo de colegas del teatro Sol del Río: Fernando Umaña, Ana Ruth, Francisco Cabrera, Juan Barrera, se me olvidan algunos, entre esos estaba Carlos Velis. Ellos habían sido estudiantes de teatro en el CENAR, en el bachillerato de arte de los años 70.
Allí me dice Carlos Velis: «Fíjate que un director salvadoreño que vive en Suiza, que se llama Roberto Salomón, ha venido a montar una obra de teatro para estrenarla entre julio y agosto, y anda buscando un actor joven, ¿te interesa?», por supuesto que sí, le dije.
Cuando yo me desmovilicé colaboré con la organización del primer festival del invierno, en Perquín. Termino la organización del festival el 6 de junio del 92 y me voy corriendo para San Salvador donde ya estaban ensayando para la obra. Me presento, conozco a Roberto Salomón y a Isabel Dada. Pregunto si es verdad que necesitaban a un actor. Me pone a prueba Roberto en el ensayo y en el día quince me dijo: «Estás aceptado, vas a participar en el montaje». Así fue como comencé mi vida actoral y teatral en El Salvador.
¿Cuál fue la obra en la que actuó?
Ese espectáculo fue el primero de la posguerra, es un proyecto que Roberto Salomón había armado desde Suiza y ya había articulado con el director del Festival Iberoamericano de Cádiz que se realizaba en octubre de 1992. Se llamó «Tierra de cenizas y esperanzas». Se estrenó en el Teatro Nacional de San Salvador en el mes de septiembre y luego se fue al festival Iberoamericano. Ganó el premio de espectáculo del público como la obra significativa del festival.