Hace dos siglos comenzó la vida independiente de El Salvador y de otras naciones centroamericanas, lo que marcó un hito en la historia. Centroamérica fue el primer sueño de unidad tras la separación de España. Surgió en el centro del poder de ese momento, la ciudad de Guatemala, que era la sede de la Capitanía General y en donde se dio el acta de independencia.
La declaración recoge «el clamor de viva la independencia que repetía de continuo el pueblo que se veía reunido en las calles, plazas, patio, corredores y antesala de este palacio».
Algo que resulta curioso es que la misma declaración de independencia urge que sea hecha por las autoridades, el «jefe político», «para prevenir las consecuencias, que serían temibles en caso de que la proclamase de hecho el mismo pueblo».
Desde el nacimiento como nueva nación, en este caso formando parte de un territorio mayor, han sido las élites las que se dedicaron a contener los avances democráticos, poniendo límites y definiendo «lo mejor» para el pueblo. Esto se mantuvo prácticamente sin variación durante prácticamente dos siglos.
Pero ahora el pueblo ha asumido, en el caso de El Salvador, el control de su destino, dejando de lado a las élites corruptas que gobernaron durante décadas y permitiendo la llegada de un nuevo Gobierno que trabaje por todos los ciudadanos.
Las fuerzas oscuras que pretenden conservar los poderes que han detentado por eras han buscado bloquear la llegada de más democracia, de impedir que el pueblo salvadoreño, por medio de su decisión soberana en las urnas, tome un nuevo camino.
La historia es viva y ahora es tiempo para las transformaciones, para el verdadero cambio. Esta fecha en la que El Salvador celebra los 200 años de su independencia es el momento preciso para reflexionar sobre el presente y planificar con entusiasmo el futuro.
El Salvador tiene un gran porvenir, una vez superados los lastres que mantenían a la sociedad anclada en el pasado. El bicentenario es la oportunidad para declarar de una vez: «¡Viva la independencia!», a sabiendas de que habrá obstáculos y que grupos contrarios a perder sus privilegios intentarán frenar el progreso. Sin embargo, nos asiste la fuerza de todo un pueblo que está decidido a construir un nuevo país, más justo y próspero.