Terminó el sueño de Morazán. En verdad acabó en pesadilla. Jocoro tejió su ilusión en un castillo que resultó de arena. Los fogoneros anhelaban su primer título, pero se encontraron con un Águila que cumplió punto a punto, renglón por renglón, y la final acabó como exigía la historia: San Miguel descorchó la champaña y se fue de copas en víspera de Navidad.
El Águila certificó en el césped del Cuscatlán lo que ya estaba cantando: líder durante el torneo regular y plagado de figuras, tenía todas las credenciales para ceñirse la corona 17 y celebrar, no una, sino dos «noches buenas».
La escuadra de Ernesto Corti, que gusta mucho de la pelota y que tiene jugadores de buen pie, mostró las garras de entrada: lo hizo un derechazo de Carlos Salazar que el meta Danilo Joya alcanzó a arañar y hacer que se estrellara en la base de su poste derecho.
El cronometro quemaba para entonces los primeros 7 minutos y los pupilos de Agustín «Chochera» Castillo parecían aturdidos con las dimensiones del Coloso de Monserrat que les quedaba grande y no lograban cubrir los espacios.
Gerson Mayén, Darwin Cerén y Melvin Cartagena trasladaban a placer la pelota en este tramo y colocaban trazos para Salazar y Lucas Ventura que entraba a todo galope por izquierda, pero terminaba decidiendo mal la última jugada.
De ese asedio, Jocoro logró un leve respiro poco antes del cuarto de hora. Los pelotazos que buscaban a German Águila y Léster Blanco por los aires les generaron un par de chances a balón quieto, y producto de ello, Luis Acuña cogió una segunda pelota y provocó que Rafa García volara para evitar que el misil besara la red, al 14’.
La lucidez de los fogoneros, sin embargo, duró lo que un relámpago. Águila volvió a la suyo y el duelo se hizo objetivo, y más, cuando después de recoger una pelota por izquierda Mayén sirvió para Carlos Pimienta que disparó a tres dedos. El balón amenazaba con irse pegado al poste, pero el novel portero fogonero lo desvió hacia el fondo de su portería para el 1-0 que hizo estallar de felicidad a la hinchada negro y naranja, en el 35’.
Los morazánicos respondieron a la agresión en otro lapsus de brillantez: falta en los linderos del área y Luis Acuña, de zurda, le sacó pintura al horizontal a minutos de cerrar la carpa de primera función.
La segunda parte del concierto final presentó a un Jocoro más desafinado, tocó mejor los violines Águila y la nota la dio con el 2-0 (66’) convertido por Salazar desde el manchón del penalti. Hizo justicia a una falta recibida por Santos Ortiz y que Iván Barton juzgó como pena máxima.
La diana obligó a Chochera Castillo a atizar el fuego y provocó que Rafa García sacara la capa de héroe en un par de ocasiones, pero con un nuevo penalti Duvier Riascos (88’) le puso la firma de Águila a la copa con el 3-0.
La historia estaba escrita, por el camino quedó el mérito de Jocoro que peleó hasta el final, que derrochó empeño, pero fue demasiado Águila,