Ver hacia el horizonte no solo es parte de su trabajo diario, también lo hace viajar en sus memorias y recordar los cientos de rescates que ha hecho en 30 años de servicio como guardavidas. Benjamín Martínez es un hombre humilde, sereno y muy cercano a la gente, tiene 49 años, pero desde que era niño le apasionó la natación.
«Es la mejor profesión del mundo. Yo tenía 12 años cuando me metí en esto», asegura mientras se le dibuja una auténtica sonrisa.
«Recuerdo la primera vez que hice El Paso del Hombre. Fue en 1984, tenía 12 años y fue la primera experiencia. Fue una prueba bastante hermosa que me ayudó a crecer emocionalmente, porque nadar 21 kilómetros no es fácil, y la capacidad que agarramos es bastante buena. Claro que los profesores que teníamos en ese momento eran los idóneos para compartir toda su experiencia», expresó.
Esa vivencia de su infancia se transformaría, años después, en su profesión y, más aún, en su realización personal y profesional. «Es algo interesante que llena. Me siento realizado de poder servirles a los demás en algo que muchos flaquean, saber nadar, ya que es algo que no muchos saben hacer. El servirles a los demás es algo que se lleva dentro, interno en el corazón. Tratar de ayudarles de la mejor manera posible cuando sucede una emergencia, más que todo en un rescate acuático. Mi familia me mira como un superhéroe», dijo.
Sobre cómo se ha preparado para esta Semana Santa, explica que a todos los guardavidas se les exige un entrenamiento de resistencia y que constantemente los están evaluando. Él está asignado a las playas del puerto de La Libertad.
«Cada vez que se aproxima un período vacacional, como la Semana Santa, tomamos un entrenamiento específico, más que todo de rescate en el mar; entrenamos el físico y el saber nadar, que en esto es fundamental. Actualmente somos seis personas destacadas en la zona del malecón, muelle y playa La Paz», explicó.
RECOMENDACIONES
Para estas vacaciones, Martínez recomienda que los adultos tomen las debidas precauciones, especialmente si tienen niños a su cargo. «Si no sabe nadar, lo mejor es no introducirse al mar; si desconocen las mareas, las corrientes y los cambios de mareas, tampoco lo hagan. Si trae a niños, no hay que dejarlos solos bañándose a la orilla del mar, porque la ola, cuando sale del mar y va hacia mar adentro, trae mucha fuerza y viceversa. Cuando los niños están solos, cabe la posibilidad de que en esas corrientes de retorno sean arrastrados. Si viene tomado, tampoco se introduzca al mar», sugirió.