En estos momentos, El Salvador tiene la tasa de homicidios más baja de América Latina. Con 2.4 homicidios por cada 100,000 habitantes, en el continente solo Canadá tiene una mejor estadística. Sin embargo, gracias al éxito del Plan Control Territorial y al régimen de excepción, en este año es muy probable que se mejore sustancialmente este indicador.
El presidente Nayib Bukele logró lo que nadie había podido hacer no solo en El Salvador, sino en toda la región: convertir una nación peligrosa en un ejemplo de seguridad. Y lo que para el ciudadano común es algo muy bueno, para los políticos y sus financistas internacionales es una muy mala noticia.
El régimen de excepción les genera pavor porque demuestra que realmente hay una solución para los grandes problemas de inseguridad. Solo el que conoce la realidad previa de El Salvador sabe que venimos de una situación verdaderamente mala. Los homicidios pasaban a cualquier hora del día, y en jornadas festivas y fines de semanas aún más. Los pandilleros eran los verdaderos amos del país bajo la vergonzosa complicidad de ARENA y del FMLN, que pactaron con los criminales para obtener beneficios políticos.
Ahora estos socios de la corrupción y sus financistas —que hablan a través de los órganos de propaganda a los que pagan millones de dólares—objetan permanentemente el régimen de excepción, alegando que el país se encuentra en peligro de caer en una «dictadura violadora de los derechos humanos» y que «la sociedad ha pagado un gran costo para sentirse segura», como «torturas, apresamiento de inocentes y el exilio de grandes personajes».
Con tanto «sufrimiento» y «desventura», ¿cómo es que el presidente Bukele tiene una alta aprobación? ¿Cómo es que lo están apoyando masivamente? Y la respuesta es muy sencilla: porque todo el discurso de desacreditación de la oposición, de sus órganos de propaganda y del lobby millonario internacional es una mentira desde el inicio hasta el final.
Por fin un gobernante está trabajando por el pueblo y está implementando cambios que serán permanentes. Ese es el gran temor, que los socios de la muerte y la corrupción ya no podrán regresar al poder en El Salvador.
Pero los ciudadanos están convencidos de que esta transformación del país debe continuar y profundizarse para que los cambios sean irreversibles. Son las mayores conquistas populares en la historia nacional y nadie piensa regresar a un pasado oscuro.