Desde afuera, Casa de Campo es atractiva, pero ni por asomo revela lo que ofrece. Su fachada rojo teja llama a calidez en una zona en la que el clima es privilegiado y la temperatura baja como para lucir un ajuar de suéteres. Una vez frente a la entrada, una puerta de madera y un espejo de agua creado en una piedra de moler con flores en varios tonos de rosado dan la bienvenida.
Cuando al fin la puerta se abre, detrás de ella están los dos anfitriones, Maritza Tobar y José Luis Herrera, con una sonrisa: «Bienvenidos a Casa de Campo», y allí empieza la experiencia.
La casa se abre como un libro, y los detalles por doquier parecen interminables para admirar. Solo el recorrido de la casa es una vivencia.
Las paredes blancas, puertas de madera en profundo tono nogal, a la derecha de la entrada una puerta restaurada convertida en mesa con vitrinas llenas de granos de maíz y café, ambos tan representativos de la cultura salvadoreña. A la izquierda, el graderío que invita a las habitaciones de la segunda planta.
La sala, adornada con flores de la zona: aves del paraíso, monjas blancas u hortensias cerúleas y, en el centro, un comedor de madera y unos sillones naranja acolchonados que invitan a un descanso con una taza de café de Ahuachapán o un chocolate tradicional de tablilla.
En las paredes hay pinturas de torogoces y de paisajes salvadoreños, a un costado de los sillones, antes de salir a la terraza, un mueble con espejos que alberga decenas de huevos de colección (inspirados en los míticos Fabergé) muchos de ellos elaborados por Maritza.
La terraza es un pequeño museo en el que herramientas, muebles, vajillas de cerámica china, una bicicleta antigua, son el escenario perfecto para recargar baterías sentarse a ver el jardín, divertirse con un algún juego de mesa, leer o platicar.
El jardín es otro paseo entre las suculentas agradecidas con la mano de Maritza, las bicicletas de montaña disponibles para un tour por Apaneca y las muchas flores coloridas. Este da al jardín principal del Villas Suiza Uno, al final están las cabañitas en las que, además de las habitaciones de la casa, también se puede hospedar.
De regreso en la casa, hay tres habitaciones, cada una con su nombre, baño privado y una ambientación delicada y con empeño. La principal es la de Los Torogoces, con un techo asimétrico que evoca a un ático, un ventanal de madera del ancho de la habitación, pinturas grandes con el ave nacional, una cama matrimonial decorada con cojines de añil. Por su espacio puede instalarse otra cama matrimonial. El valor de esta habitación con desayuno incluido es de $80 para una pareja y con la cama adicional, para un total de 4 personas, un valor adicional de $30 o $15 por persona.
Los Volcanes es la habitación contigua con un balcón abierto con vista a la cadena de volcanes y montañas de la zona; tiene espacio para dos personas. Mientras que Las Flores, en la planta baja, además de la cama principal tiene espacio para un sofá cama, para una persona. Ambas habitaciones, con desayuno incluido, tienen un valor de $70.
La experiencia se extiende al complejo de Villas Suiza. En este caso, para dos personas con desayuno incluido, el valor es de $50. Mientras que las cabañas familiares, que comparten el baño y albergan a 4 personas en igual número de camas individuales, tiene un valor de $60 sin desayuno, y $80 con desayuno.
Los anfitriones ofrecen caminatas o recorridos, con un costo adicional por persona, por el casco urbano ($2.50), al mirador Grano de oro ($5), a la laguna Las Ninfas ($6) y por la Laguna Verde ($7.50).
Las mismas opciones están disponibles en bicicleta de montaña, la diferencia es que se dobla el valor, pues Casa de Campo proporciona el alquiler de las bicis.
Para más información pueden consultar en Facebook en la página Impronta Turística o al número 6108-0223.
Embajadores de Apaneca
La experiencia que Maritza y José Luis ofrecen desde hace varios años en Apaneca no se limita a las preciosas habitaciones de Casa de Campo. La pareja comprende el sentido de la atención al cliente y al turista más allá de lo esperado.
Ambos se complementan en la atención, su amabilidad y acompañamiento durante la estadía, que es un verdadero ejemplo de lo que el turismo debe ser: una experiencia integral.
El amor que ambos profesan por Apaneca sale de sus paredes y guían o asesoran al turista para que haga de su estadía un cúmulo de momentos inolvidables para la familia, entre amigos o con la pareja.
Los emprendedores, además, han creado una red de amistad entre otros negocios del pueblo. De manera que ellos son una especie de guía turística que satisface las inquietudes de los turistas con recomendaciones que no solo responden a un lugar para comer o tomar un café, sino para disfrutar de lo que Apaneca tiene que ofrecer y que en lo mínimo tiene para envidiarle a pueblos aledaños.
Su hospitalidad hace que cualquiera que los visita quiera regresar en la próxima escapada. Lo más importante es que entre ambos, la atmósfera de Casa de Campo y la belleza del pueblo se conviertan en un oasis en Apaneca.