El reloj marcaba las 9:30 de la mañana del primer lunes de diciembre, el bullicio de los comerciantes no pasaba desapercibido, sin faltar las tradicionales «cuenteadas» de los vendedores hacia los potenciales clientes. Al frente del Palacio Nacional, se escucha «amor, qué va a llevar. Venga […] pase adelante, aquí le tenemos lo que anda buscando».
Más al fondo, se escuchan los gritos de un niño que de la mano de su madre cruzaba la calle Rubén Darío, un lugar emblemático si de ventas se trata. Es inevitable no pensar en los riesgos que esta gente corre, tanto los que venden como los que compran, por aquello de la emergencia sanitaria que se vive con la COVID-19.
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Por su parte, Claudia Flores, aseguró que «Esperemos que la venta de ropa incremente para poder llevar el sustento a nuestras familias. Además, la temporada navideña ya va a terminar e inicia la de útiles», dijo.
Recorrí varias cuadras hasta encontrar árboles de Navidad, aunque no observé una gran variedad a la que estaba acostumbrada a ver cuando era una niña. Recuerdo las famosas guirnaldas y el sonar de las cumbias navideñas, que no faltaban en un ambiente de algarabía muy peculiar.
Sin duda, este año es diferente por la pandemia, pese a que la gente recorre las calles del Centro Histórico no es igual. En ese momento se me vino a la mente aquella famosa canción: «De aquellos diciembres que nunca volverán».
Pude comprobar que la mayoría de personas usaba mascarilla, pero varios vendedores no portaban mientras ofrecían sus productos. Casi nadie te ofrece alcohol en gel cuando llegas a sus puestos, y otros optan por usar solo ellos.
Quiero destacar que, dentro de la informalidad, no hay manera de que uno de estos negocios te tome al menos la temperatura.
«Diario El Salvador» intentó hablar con las autoridades de la alcaldía de San Salvador para conocer las medidas que está impulsando en el centro capitalino para prevenir los contagios, pero al cierre de esta nota, no se nos atendió.
Pero volviendo a los árboles navideños, Yanira Marroquín, una vendedora que por décadas se ha dedicado al comercio en la calle Rubén Darío, me comentó que en el término de un mes había agotado todas las reservas de este producto.
«Es increíble, pero en este año, con todo y la pandemia hemos vendido todo […]. Nosotras estábamos llenas de luces y de árboles y ya lo vendimos casi todo. Esto ha quedado bien pelón», me aseguró la vendedora, y por cierto no fue la única que me afirmó que la venta había estado mejor que en años anteriores.
Al filo de las 10:25 de la mañana, a casi una hora de andar recorriendo el centro, en donde se mueve en gran parte la economía del país, especialmente del comercio informal, observé que hay otro tipo de comprador: el que evalúa sus opciones antes de comprar, pero con la diferencia de que busca «comprar fino» (en los puestos formales).
«Aquí [en la Rubén Darío] se encuentra de todo, relojes, cartera, bolsones, adornos navideños para la temporada, pantalones, camisas, zapatos de moda; pero sobre todo buenos, bonitos y baratos», me comentó Yesenia Morales, quien trabaja en un centro comercial de la zona y que recorre a diario las calles y avenidas del lugar.
Hay que destacar que algunos vendedores informales han cambiado las carretillas repletas de frutas y verduras por carretillas llenas de mascarillas de varios colores y precios; algunas, muy llamativas y hasta a la moda. Además, ofrecen productos sanitizantes para el cuido personal.
En la actualidad, las mascarillas se han convertido en un accesorio más en nuestra vida, y a muchos les gusta que dicho accesorio combine con su vestimenta. Si ese es tu caso, la Rubén Darío, la 5.ª y el Hula Hula son los lugares que debes visitar estas semanas para hacer juego con tus estrenos navideños y de fin de año.
Karla Domínguez, trabaja en una cadena de restaurantes de comida rápida y me comentó que visitó el centro para abastecerse de mascarillas para su uso, el de su familia y para revender.
«Las mascarillas de colores se han convertido en un boom. Tengo amigas que me compran todas las semanas diferentes colores, porque las combinan con su ropa».
Era casi el mediodía, y el recorrido aún no terminaba, esta vez me dispuse a ver los puestos de tecnología, que ofrecen una infinidad de accesorios para celulares. Ahí me encontré hasta una lámpara led, con “bluetooth”, un artículo con el cual se puede escuchar música.
En la Darío no faltan los puestos de lencería. Ahí me encontré con Miguel Ángel Guzmán, quien es el propietario de uno de los singulares puestos que ofrece una variedad de más de 100 productos de lencería para todos los gustos, necesidades y tallas. Solo que debes tener en cuenta que la venta es al por mayor, medias o docenas completas, a precios que van desde los $25 a los $45.
DATOS:
La crisis económica provocada por la COVID-19 ha forzado a que algunos vendedores se queden a dormir en los puestos informales para no perder sus ventas.